-->
Exhortación
a la brevedad
El discurso del abogado sirve más para
ocultar que para decir. Es por eso que desde la colonia, el jurista ha ocupado
un elevado rango social, estrechamente asociado a las funciones del poder y la burocracia.
Lo bueno, si breve, dos veces bueno; y aun lo
malo, si poco, no tan malo.
Baltasar Gracián
Autor:
Leguleyo Minucio Régulo
En tratándose del uso correcto del
castellano, no hay nadie quien iguale al abogado javeriano.
Nunca falta el arcaísmo presto a delatarle,
transmutando lo diáfano en cosa inefable.
«Asaz» por bastante, «agora» por ahora,
mientras confunde al vulgo su carrera aflora;
Conspicuo, perspicaz, zalamero y zascandil,
enreda su discurso con palabras en latín:
«In limine», «a quo», «in dubio pro reo»; con
tanta jeringonza solamente descreo.
Siempre pregonando «pacta sunt servanda»,
pero lo único que cumple es la ley de la
[baranda.
No hace gala nunca de concisión ni brevedad,
se excede en las palabras con fruición y
[terquedad;
Inundando bibliotecas con tratados
insufribles, respondiendo de nuevo preguntas risibles:
«¿Será un semoviente un bien mueble o
inmueble?» Nadie lo sabe, todo depende;
«¿De quién son las abejas que escapan de un
panal?», la sola cuestión desata hilaridad.
Y así pasa la vida inventando teorías,
sirviéndose de pleonasmos y galimatías;
Arrogante citando a Ulpiano y Beccaria, y
declamando de memoria a Devis Echandía.
¡Oh estulto abogado! ignoras que tu ciencia
fuera de la facultad despierta somnolencia;
Que incomprensibles tus disertaciones son
como babel, que no eres el deleite de todo coctel.
Por eso, novel jurista, atiende a la lección:
que la vanidad de la carrera no te turbe la razón.
Si algún día menester de expresar idea tienes
−con o sin traje−, que nada te impida ser
[sucinto en el lenguaje.
No hay comentarios:
Publicar un comentario