lunes, 12 de marzo de 2018

La suerte de ser colombiana




La suerte de ser colombiana


Autora: Adriana Torres Camacho


Para nadie es un secreto que la historia tiene en desventaja a las mujeres, y más a las colombianas. En 1893 la mujer pudo votar por primera vez en la historia, en Nueva Zelanda, y fue hasta 1957 que el General Rojas Pinilla le concede el derecho del sufragio a la mujer en Colombia; los hombres votaban ya desde hace siglos, la mujer oceánica en el siglo XIX y la mujer colombiana 64 años después. Esto es únicamente en el ámbito electoral. Desde la época colonial existían las universidades para los hombres, y fue hasta 1935 que se admitió por primera vez en toda la historia colombiana a una mujer en una universidad, para ese entonces mujeres europeas como Madame Curie ya habían accedido a la educación superior hace ya más de cuarenta años. Pero no hay necesidad de retroceder tanto en el tiempo para apreciar el subdesarrollo en cuanto a temas de género en Colombia. Es vergonzoso pensar que hoy en día únicamente un 0.4% de los países en el mundo consideran el aborto como un delito y Colombia es uno de ellos. Parece que a Colombia nunca llego la Ilustración, parece que las libertades individuales en este país entran en un segundo plano, o por lo menos las de las mujeres. Es absurdo pensar que en Colombia hay más mujeres que hombres y que de igual forma son ellas quienes tienen peor acceso a la salud y la educación, por no dejar de lado que son más vulnerables a la violencia física y al abuso sexual.

Pensaron que dándonos el voto y abriéndonos las puertas en las universidades se acabaría el problema, claro y como “calladitas nos vemos más bonitas” son muy pocas las mujeres colombianas que hoy en día hablan de lo afortunadas que somos en Colombia: todavía estando estereotipadas a las labores domésticas, soportando la brecha salarial de generó, sin dejar de lado el acoso sexual que tenemos que vivir en las calles, en nuestros trabajos, en las universidades y hasta en la casa. Ojalá que las mujeres colombianas nos escandalizáramos más, no solo con casos como el de Yuliana Samboní, o el de Rosa Elvira Cely si no también con la cotidianidad de cada una. Caminar intranquilas y arrepentidas de lo que decidimos usar esa noche, por miedo a que nos violen, nos debería escandalizar; estar condenadas a ganar menos que nuestro colega por trabajos iguales nos debería molestar; sentirnos obligadas a ser las responsables de las labores domésticas nos debería irritar; escuchar de un profesor frases como “si la Constitución fuera una mujer sería la más violada y la más mutilada, ya hasta ácido le hubieran echado” nos debería ofender, ¿cómo es posible que la violencia sexual en este país sea un chiste? Pero por el contrario seguimos normalizando este tipo de acciones, escuchando comentarios como este y seguimos calladas, pensando que esto fue lo que nos tocó vivir por ser mujeres.  

La desigualdad de género en Colombia es de las pocas cosas de este país que no discrimina por estrato; que sí nos tocó vivir a todas. Por eso estoy completamente convencida de que este país cambiaría si las mujeres defendiéramos los intereses de las mujeres. Todas en Colombia hemos vivido por lo menos una vez una situación que nos ha hecho replantear la percepción de mujer que se tiene en este país, hay que dejar de comernos el cuento de que en Colombia la desigualdad de género no existe y comprender que lo que nosotras hemos luchado por años, ellos ya lo tienen hace siglos.


Bibliografía:
Semana (2003). El aborto en el mundo. Recuperado el 3 de febrero de 2018 de: http://www.semana.com/on-line/articulo/el-aborto-mundo/58615-3




















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