La suerte de ser colombiana
Autora: Adriana Torres Camacho
Para nadie es un secreto que la historia tiene en
desventaja a las mujeres, y más a las colombianas. En 1893 la mujer pudo votar
por primera vez en la historia, en Nueva Zelanda, y fue hasta 1957 que el
General Rojas Pinilla le concede el derecho del sufragio a la mujer en Colombia;
los hombres votaban ya desde hace siglos, la mujer oceánica en el siglo XIX y
la mujer colombiana 64 años después. Esto es únicamente en el ámbito electoral.
Desde la época colonial existían las universidades para los hombres, y fue
hasta 1935 que se admitió por primera vez en toda la historia colombiana a una
mujer en una universidad, para ese entonces mujeres europeas como Madame Curie
ya habían accedido a la educación superior hace ya más de cuarenta años. Pero
no hay necesidad de retroceder tanto en el tiempo para apreciar el
subdesarrollo en cuanto a temas de género en Colombia. Es vergonzoso pensar que
hoy en día únicamente un 0.4% de los países en el mundo consideran el aborto
como un delito y Colombia es uno de ellos. Parece que a Colombia nunca llego la
Ilustración, parece que las libertades individuales en este país entran en un
segundo plano, o por lo menos las de las mujeres. Es absurdo pensar que en
Colombia hay más mujeres que hombres y que de igual forma son ellas quienes tienen
peor acceso a la salud y la educación, por no dejar de lado que son más
vulnerables a la violencia física y al abuso sexual.
Pensaron que dándonos el voto y abriéndonos las
puertas en las universidades se acabaría el problema, claro y como “calladitas
nos vemos más bonitas” son muy pocas las mujeres colombianas que hoy en día
hablan de lo afortunadas que somos en Colombia: todavía estando estereotipadas
a las labores domésticas, soportando la brecha salarial de generó, sin dejar de
lado el acoso sexual que tenemos que vivir en las calles, en nuestros trabajos,
en las universidades y hasta en la casa. Ojalá que las mujeres colombianas nos
escandalizáramos más, no solo con casos como el de Yuliana Samboní, o el de
Rosa Elvira Cely si no también con la cotidianidad de cada una. Caminar intranquilas
y arrepentidas de lo que decidimos usar esa noche, por miedo a que nos violen,
nos debería escandalizar; estar condenadas a ganar menos que nuestro colega por
trabajos iguales nos debería molestar; sentirnos obligadas a ser las
responsables de las labores domésticas nos debería irritar; escuchar de un
profesor frases como “si la Constitución fuera una mujer sería la más violada y
la más mutilada, ya hasta ácido le hubieran echado” nos debería ofender, ¿cómo
es posible que la violencia sexual en este país sea un chiste? Pero por el
contrario seguimos normalizando este tipo de acciones, escuchando comentarios
como este y seguimos calladas, pensando que esto fue lo que nos tocó vivir por
ser mujeres.
La desigualdad de género en Colombia es de las
pocas cosas de este país que no discrimina por estrato; que sí nos tocó vivir a
todas. Por eso estoy completamente convencida de que este país cambiaría si las
mujeres defendiéramos los intereses de las mujeres. Todas en Colombia hemos
vivido por lo menos una vez una situación que nos ha hecho replantear la
percepción de mujer que se tiene en este país, hay que dejar de comernos el
cuento de que en Colombia la desigualdad de género no existe y comprender que
lo que nosotras hemos luchado por años, ellos ya lo tienen hace siglos.
Bibliografía:
Semana (2003). El
aborto en el mundo. Recuperado el 3 de febrero de 2018 de: http://www.semana.com/on-line/articulo/el-aborto-mundo/58615-3
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