El castrochavismo, el monstruo que se está
tomando Colombia desde que se firmó el Acuerdo de Paz entre el Gobierno y las
FARC.
¡CUIDADO CON EL
CASTROCHAVISMO!
La sombra del castrochavismo viene cerniéndose
sobre nuestro país desde hace un tiempo. Sin embargo, con las elecciones
presidenciales a pocos meses y con los dicientes resultados de las encuestas,
la amenaza es más latente que nunca.
Por: Sara Gaviria
Álvarez
Desde hace un
tiempo, el castrochavismo ha ido tomando cada vez más fuerza en nuestro país,
ocupando un lugar bastante visible dentro del discurso político colombiano. A
pesar de que no hay un consenso sobre lo que realmente significa el
castrochavismo, aproximadamente la mitad de los colombianos le temen a este
monstruo que representa una amenaza real a la institucionalidad y a la
democracia del país; ese monstruo que está llevando a Colombia hacia las mismas
condiciones en las que se encuentra nuestro país vecino Venezuela.
Para algunos
colombianos, las alarmas del castrochavismo empezaron a dispararse desde las
negociaciones del Acuerdo de Paz entre el Gobierno y las FARC. Para otros,
después del aval del Consejo Nacional Electoral, al reconocerle personería
jurídica al incipiente partido político de la Fuerza Alternativa Revolucionaria
del Común (FARC). A pesar de este miedo latente, pensar que en Colombia pueda
llegar a replicarse lo mismo que está sucediendo en Venezuela es muy poco
probable, razón por la cual vale la pena analizar por qué este tema se ha
convertido en una obsesión dentro de nuestro país.
Históricamente
Venezuela ha sido un país con unas instituciones inestables, pero con una
riqueza impresionante, debido a sus reservas petroleras que superan las de
cualquier otro país en el mundo. Cuando Chávez ascendió al poder el precio del
crudo estaba en un ascenso constante, lo que le dejó al Estado una fortuna
apoteósica. Al ver esta mina de oro, el ex presidente venezolano creó un Estado
asistencialista, otorgando enormes subsidios en materia de comida, salud,
educación y techo que le aseguraron el apoyo del pueblo, la solidaridad de los
países vecinos y la lealtad de las fuerzas armadas. Sin embargo, este
experimento chavista se convirtió en todo lo que no se debe hacer. La economía
de Venezuela ha colapsado de tal manera que su inflación es la más alta del
mundo: las farmacias no tienen medicamentos, los almacenes están
desabastecidos, le gente se está muriendo de hambre y el Estado ataca a
cualquiera que intente oponerse. Venezuela atraviesa una grave crisis
humanitaria.
Por otra parte,
Colombia tiene mucha más solidez institucional que el país vecino. Aunque a
nuestro país también le tocó la bonanza del petróleo durante el gobierno de
Álvaro Uribe, sucedió en un contexto de una economía más diversificada y con
una tradición de austeridad, lo que permitió que el PIB aumentara visiblemente.
En cuanto a la de riesgo de un Estado asistencialista, es imposible, ya que las
arcas del Estado colombiano son austeras y jamás soportarían el otorgamiento de
subsidios.
A pesar de lo anterior,
sí hay un factor de peso que intensifica el miedo al castrochavismo más que
cualquier cosa en nuestro país: el expresidente Álvaro Uribe Vélez. De por sí,
fue él quien inventó este término que se ha convertido con el paso del tiempo
en un instrumento de marketing político muy efectivo. Su insistencia permanente
con la supuesta amenaza del castrochavismo en Colombia ha llegado a tal punto
de crear un imaginario que se convirtió en un tema de discusión y preocupación
real entre los colombianos. Además, el proceso de paz y la marcada polarización
que sufre hoy el país, han sido el escenario perfecto para desatar aún más ese
miedo.
Se puede decir,
entonces, que el castrochavismo no tiene ningún sustento económico ni político
real. Lo que sí es, es un miedo fabricado por los políticos y reforzado por la
prensa. El castrochavismo se convirtió en una excusa para mantenerse en el
poder, ejerciendo control a través del miedo, utilizado como una herramienta
cuando los argumentos faltan.
Si queremos salir
de esta polarización tan preocupante, si queremos empezar a encontrar puntos de
consenso en aras de alcanzar un mejor país, es necesario reflexionar un poco más
sobre los temas que predominan en nuestras conversaciones cotidianas. Colombia
tiene un gran potencial para la reconciliación, pero para esto debemos salir
del facilismo mental, preguntándonos cómo nuestras acciones acrecientan o
reducen la polarización. Podemos empezar con el simple ejercicio de detener la
difusión de mensajes llenos de información falsa a través de las redes
sociales. Todos tenemos la responsabilidad de corroborar información antes de
difundirla.
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