lunes, 12 de marzo de 2018

¡CUIDADO CON EL CASTROCHAVISMO!




El castrochavismo, el monstruo que se está tomando Colombia desde que se firmó el Acuerdo de Paz entre el Gobierno y las FARC.

¡CUIDADO CON EL CASTROCHAVISMO!



La sombra del castrochavismo viene cerniéndose sobre nuestro país desde hace un tiempo. Sin embargo, con las elecciones presidenciales a pocos meses y con los dicientes resultados de las encuestas, la amenaza es más latente que nunca.

Por: Sara Gaviria Álvarez

Desde hace un tiempo, el castrochavismo ha ido tomando cada vez más fuerza en nuestro país, ocupando un lugar bastante visible dentro del discurso político colombiano. A pesar de que no hay un consenso sobre lo que realmente significa el castrochavismo, aproximadamente la mitad de los colombianos le temen a este monstruo que representa una amenaza real a la institucionalidad y a la democracia del país; ese monstruo que está llevando a Colombia hacia las mismas condiciones en las que se encuentra nuestro país vecino Venezuela.

Para algunos colombianos, las alarmas del castrochavismo empezaron a dispararse desde las negociaciones del Acuerdo de Paz entre el Gobierno y las FARC. Para otros, después del aval del Consejo Nacional Electoral, al reconocerle personería jurídica al incipiente partido político de la Fuerza Alternativa Revolucionaria del Común (FARC). A pesar de este miedo latente, pensar que en Colombia pueda llegar a replicarse lo mismo que está sucediendo en Venezuela es muy poco probable, razón por la cual vale la pena analizar por qué este tema se ha convertido en una obsesión dentro de nuestro país.

Históricamente Venezuela ha sido un país con unas instituciones inestables, pero con una riqueza impresionante, debido a sus reservas petroleras que superan las de cualquier otro país en el mundo. Cuando Chávez ascendió al poder el precio del crudo estaba en un ascenso constante, lo que le dejó al Estado una fortuna apoteósica. Al ver esta mina de oro, el ex presidente venezolano creó un Estado asistencialista, otorgando enormes subsidios en materia de comida, salud, educación y techo que le aseguraron el apoyo del pueblo, la solidaridad de los países vecinos y la lealtad de las fuerzas armadas. Sin embargo, este experimento chavista se convirtió en todo lo que no se debe hacer. La economía de Venezuela ha colapsado de tal manera que su inflación es la más alta del mundo: las farmacias no tienen medicamentos, los almacenes están desabastecidos, le gente se está muriendo de hambre y el Estado ataca a cualquiera que intente oponerse. Venezuela atraviesa una grave crisis humanitaria.

Por otra parte, Colombia tiene mucha más solidez institucional que el país vecino. Aunque a nuestro país también le tocó la bonanza del petróleo durante el gobierno de Álvaro Uribe, sucedió en un contexto de una economía más diversificada y con una tradición de austeridad, lo que permitió que el PIB aumentara visiblemente. En cuanto a la de riesgo de un Estado asistencialista, es imposible, ya que las arcas del Estado colombiano son austeras y jamás soportarían el otorgamiento de subsidios.

A pesar de lo anterior, sí hay un factor de peso que intensifica el miedo al castrochavismo más que cualquier cosa en nuestro país: el expresidente Álvaro Uribe Vélez. De por sí, fue él quien inventó este término que se ha convertido con el paso del tiempo en un instrumento de marketing político muy efectivo. Su insistencia permanente con la supuesta amenaza del castrochavismo en Colombia ha llegado a tal punto de crear un imaginario que se convirtió en un tema de discusión y preocupación real entre los colombianos. Además, el proceso de paz y la marcada polarización que sufre hoy el país, han sido el escenario perfecto para desatar aún más ese miedo.

Se puede decir, entonces, que el castrochavismo no tiene ningún sustento económico ni político real. Lo que sí es, es un miedo fabricado por los políticos y reforzado por la prensa. El castrochavismo se convirtió en una excusa para mantenerse en el poder, ejerciendo control a través del miedo, utilizado como una herramienta cuando los argumentos faltan. 

Si queremos salir de esta polarización tan preocupante, si queremos empezar a encontrar puntos de consenso en aras de alcanzar un mejor país, es necesario reflexionar un poco más sobre los temas que predominan en nuestras conversaciones cotidianas. Colombia tiene un gran potencial para la reconciliación, pero para esto debemos salir del facilismo mental, preguntándonos cómo nuestras acciones acrecientan o reducen la polarización. Podemos empezar con el simple ejercicio de detener la difusión de mensajes llenos de información falsa a través de las redes sociales. Todos tenemos la responsabilidad de corroborar información antes de difundirla.

Imagen tomada de: https://conlaorejaroja.com/author/alvaro.noes/

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