jueves, 21 de septiembre de 2017


Problemas del colombianismo sin tapujos 



Una crítica a las manifestaciones desmedidas que actualmente son el veneno de las redes sociales 

Por: Laura Cristina Farías Arcila 

Cada vez es más común encontrar un millón de reacciones desmedidas e incluso violentas ante cualquier evento, noticia o suceso regular que ocurre dentro y fuera del país. Si bien es cierto que la situación se hace fácilmente noticia -y se pueden consultar páginas casi que instantáneas en cuyo título se lee “vea los 10 memes/ reacciones más divertidos de tal-, son gran fuente de entretenimiento para todos (imposible exculparme aquí negando haberlo hecho). Resulta de especial interés esta normalización de la conducta colectiva que parece aceptar a cualquier precio y sin mayor reparo cualquier tipo de agresión a otro si es lo necesario para hacer la tarde divertida. Aunque a veces esa risa va acompañada de una carga de conciencia en esa voz interna que sabe que reirse está mal, hemos llegado a un nivel tal en el que ni siquiera nos importa. Parece una exageración, yo sé. Pero, aunque suene clichesudo, se han puesto a pensar en que el impacto que genera algo así a nivel social, ¿no es tan divertido? 

Es que es el mismo problema de siempre: el típico colombiano común que se siente en la absoluta facultad de decir cuanta cosa se le pase por la cabeza porque un derecho divino, quizá, le ha concedido el don de ser un humano superior. Cualquier inconformidad, inconveniente o mínima cosa que no sea de su gusto, le da instantáneamente la facultad de insultar a su objetivo, y aun peoro mejor (depende del criterio), es que queda cobijado por una inmunidad tácitamente otorgada por el resto del pueblo. Si cree que a lo que me refiero no es real, por qué no se toma un segundo para pensar si cosas como “Calvo ****** meta a James” cuando Zidane no lo metía a la cancha o cuando Falcao fue catalogado como ex futbolista ante el bajo rendimiento que tenía por encontrarse lesionado, luego de haber sido parte sustancial de la clasificatoria al mundial, o las críticas a Nairo por no haber tenido el acostumbrado desempeño, no son fenómenos que pasan por injustos. Es el problema del colombiano al que todo se lo deben porque lo puede exigir.  

Con las redes sociales y la facilidad para hacer masivos millones de mensajes, lo que estamos terminando de perder es ese miedo, ni siquiera a expresarnos, sino a vernos reprimidos por decir o por pensar. Cierto es que la Constitución nos dio el derecho, pero al día de hoy la falta de entendimiento sobre la responsabilidad que verdaderamente implica tenerlo y poderlo ejercer se ha convertido en un ciclo de violencia satírica, que es bien aceptada porque sentirse es tener “demasiada sensibilidad”. Lo cual resulta irónico dentro de este contexto, pues cualquier cosa que nos afecta (a veces hasta la más banal) y nos da vía libre para sacarlo del pecho como sea. Y peor aún es que no falta una cobertura de excusas propias porque, claro, creemos tener justificación, porque quién lo manda a ser una figura pública, representar el país, o atravesar por breves momentos de fama¿verdad?. El mismo colombiano que podría catalogarse como la mejor y más fil fanaticada mientras su obrar resulte gustoso, se convierte en menos de nada en su peor crítico cuando ya no esté de acuerdo con usted.  

Como se mencionó más arriba, son solo dos ejemplos que muestran cómo este pueblo que se siente tan orgulloso de su patria, puede olvidar en tiempo más breve del que uno esperaría, la alegría que una vez sintió, para reaccionar como si le hubieran hecho la peor traición.  

El colombiano que sentado en el sofá viendo una transmisión por televisión cree que estar parado en la cancha o montado en la bicicleta lo haría diez veces mejor. Y no estoy diciendo que la crítica no sea válida, por supuesto que lo es. Tampoco digo que no sea el precio de estar en todas las pantallas causando tanta emoción. Lo que digo es que es increíble el nivel de insensibilidad que a veces se muestra en redes sociales y que hemos convertido en algo tan natural y esto resulta muy contradictorio con nuestra esencia. Es un llamado al patriotismo en tiempos de paz, pues los problemas de bipolaridad de una Colombia sin tapujos cada vez mas se convierten en un problema peor.  

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