viernes, 22 de septiembre de 2017


La muerte detrás de la democracia 

Sobre el tiranicidio  



A propósito de la polémica columna de Abelardo de la Espriella para el periódico El Heraldo, FORO JAVERIANO reflexiona sobre uno de los problemas más antiguos de la teoría política y su estrecha relación con la democracia. 

Autor: F.M. 

El pasado 9 de julio el periódico El Heraldo publicó una columna que causó una enorme polémica «Muerte al tirano», un breve artículo toscamente escrito por el reconocido penalista Abelardo de la Espriella. En éste, sostiene que el asesinato del presidente de Venezuela se hace necesario para garantizar la supervivencia de la República. La respuesta no se hizo esperar: los medios de comunicación y la opinión pública rechazaron con molestia dicha postura. Incluso el Ministerio de Relaciones Exteriores de Colombia se pronunció al respecto, defendiendo la libertad de expresión, pero «en un marco de respeto a la vida, y sin promover la violencia». Si bien el tema es problemático y controvertido, lo cierto es que tiranicidio y democracia son conceptos que están más relacionados de lo que parece.  

El preámbulo de la democracia 

La idea del tiranicidio es el precedente intelectual de las revoluciones democráticas burguesas. Pensadores como el jesuita Juan de Mariana y el fraile dominico Santo Tomás desarrollaron ampliamente el concepto, concibiendo el tiranicidio como verdadero derecho natural de los ciudadanos contra el gobernante que incumple con sus obligaciones más elementales. Así, bajo estos postulados, está moralmente permitido rebelarse contra un poder opresivo e injustoprerrogativa que ha servido de base ideológica para el surgimiento y la legitimación de los Estados democráticos modernos.  

Sin embargo, rara vez se considera al derecho natural como superior al poder del Estado. Es por esto que los ordenamientos jurídicos, en un acto de conservación vital, tipifican como delito todo aquello que atente contra su existencia. Los entusiastas de la paz y la legalidad parecen olvidar que los derechos han sido adquiridos por la lucha, y sólo por ella serán conservados.  
  
Las muertes felices 

No fueron pocos los monarcas ejecutados por movimientos que buscaban acabar con sus excesos y los de sus cortes para instaurar un régimen que satisficiera las necesidades de quienes usurpaban el poder. A diferencia de la monarquía constitucional del Reino Unido y otros países, optaron por eliminar cualquier vestigio de realeza y construir un Estado desde las raíces.  

El caso más emblemático de occidente es el de Luis XVI. Víctima de la Revolución Francesa, fue condenado a la guillotina por la Convención Nacional en diciembre de 1792 y conducido al patíbulo el 21 de enero de 1793. La Revolución -que bajo la promesa de la naciente democracia escondía los intereses egoístas de la burguesía con sus intenciones de arrogarse las prerrogativas de la nobleza y gozar ellos mismos del poder político- no podía perdonar al líder que simbolizaba los atropellos de sus antepasados y que protagonizaba derroches escandalosos. Por eso, los reformadores decidieron acabar con su vida, lo que marcó el fin del Ancien Régime y el nacimiento del constitucionalismo 

A diferencia de lo acontecido en Gran Bretaña, el contexto francés reclamaba el sacrificio del autócrata para emprender el proyecto republicano, y quizá la posterior aparición de Napoleón y la subsiguiente Restauración justificarían la medida. Claro que los partidarios más radicales del regicidio, los jacobinos, se convertirían ellos mismos en tiranos durante El Terror, y el propio Robespierre, cabeza del grupo, tuvo que ser ejecutado en la misma plaza en la que habían decapitado a Luis Capeto.       
  
En el siglo XX, en el extremo opuesto de Europa y del plano político, Rusia experimentaría las cruentas consecuencias de un mal gobierno. Ante la crueldad del zarismo, cuyo evento más recordado es el Domingo Sangriento de 1905, la intervención del país en la Primera Guerra Mundial, que obligaba a ignorar las solicitadas reformas sociales, los bolcheviques optaron por la solución violenta.  

Con ello lograron la abdicación de Nicolás II en febrero de 1917 y después tras la Revolución de octubre, la abolición del régimen y la consolidación del socialismo. La familia Romanov había quedado bajo custodia de la Checa (organización de inteligencia del nuevo gobierno) en Ekaterimburgo y, tras las deliberaciones entre Lenin y algunos copartidarios, decidieron que la revolución exigía la aniquilación de los Romanov. El 17 de julio de 1917 fueron conducidos al sótano de la casa donde estaban recluidos el zar, la zarina Alejandra, sus cinco hijos y algunos sirvientes. Yákov Yurovski, líder del pelotón de fusilamiento, entró en la habitación para informarles que habían sido condenados a muerte por el pueblo –que no conocía la decisión y al que se le ocultó la muerte de la familia en un primer momento. Y así, desapareció la longeva dinastía que mereció, según el lado vencedor, el destino que se le impuso.   


FOTO: https://en.wikipedia.org/wiki/Execution_of_Louis_XVI#/media/File:Execution_of_Louis_XVI.jpg 

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