jueves, 21 de septiembre de 2017



Colectividades en un mundo individualizado 

PARTIDOS POLÍTICOS: ¿Todos para uno o uno para cuántos? 



La forma de hacer política ha variado en los últimos tiempos. El panorama no es claro y pareciera que las colectividades están pataleando. FORO JAVERIANO hace un análisis histórico-político de los partidos en Colombia y en el mundo. 

Autor: Juan José Díaz Martínez 

Desde la famosa anécdota en la cual, el 17 de junio de 1789, los representantes del Estado llano de la Asamblea Nacional Francesa, y ante la negativa del rey Luis XVI de atender a su llamado, se reunieron en una cancha de pelota para proclamar una Asamblea Nacional Constituyente, y -cuenta la leyenda- establecieron que quienes estuvieran de acuerdo con el viejo régimen se hicieran a la derecha, y los que no a la izquierda, planteándose el ejercicio político desde colectividades ideológicas. 

Aunque históricamente esto pudiera no ser del todo exacto, sí lo ha sido que en el desarrollo de los Estados modernos imperan colectividades que manejan una u otra orientación respecto al desarrollo del Estado y sus políticas, convergencia que se manifiesta fundamentalmente en el poder legislativo. 
Así pues, como en Gran Bretaña se expresa esta polaridad entre los Whig liberales y los Tory conservadores, o en Estados Unidos entre los Elephants –republicanos– y los Donkeys –demócratas, son ejemplos de esta imperante situación dicotómica.  

Conforme fueron evolucionando las sociedades, surgieron cada vez más movimientos filosóficos y políticos, el panorama se fue transformando de modo tal que no había ya solo dos posibilidades de hacer política. El marxismo y los múltiples movimientos obreros, socialistas y comunistas, llenaron las plazas públicas decimonónicas de nuevos colores. 

En Colombia la historia no es muy distante de como transcurrió en Europa y en Estados Unidos. Desde el inicio de la época republicana, Bolívar y Santander se apartaron de manera clara, lo que para algunos fue, en mayor o menor medida, lo que dio paso a la formación de lo que hoy llamamos partidos políticos. 

El Partido Conservador fue fundado en 1849 por Mariano Ospina Rodríguez, y el Liberal un año antes, por José Ezequiel Rojas. Desde la lucha por el centralismo y el federalismo, un Estado católico contra un Estado laico, e incluso entre la apertura política y el proteccionismo, estos dos partidos han estado al frente de dos bandos que llevaron a múltiples años de violencia e innumerables guerras. 
Nuestro siglo XIX estuvo cargado de golpes de Estado, usurpaciones, guerras absurdas (como todas, realmente), moviéndose entre uno y otro extremo, evidenciándose esto en cada sello que tenían nuestras ocho Constituciones de ese siglo. 

En el siglo XX la confrontación interpartidista se hizo visible desde su primer año hasta las últimas décadas de ese siglo. Lo que pareció acabar por un momento con el Frente Nacional, alimentó un monstruo que hasta entonces había estado oculto: la exclusión de terceros movimientos fuera del bipartidismo político. 

Si bien es claro lo que terminó pasando la consolidación de movimientos de izquierda en grupos armados en forma de guerrillas, que a su vez llevó a la necesidad de los hacendados de formar grupos paramilitares– todas estas dinámicas políticas no fueron reflejadas en institucionalidad hasta que, con la Constitución del 91, se permitió la participación de estos grupos en escenarios democráticos.
  
Sin embargo, no fue sino hasta el año 2002 cuando hubo un gran quebranto entre los partidos políticos. Cuando Álvaro Uribe es elegido presidente con el movimiento Primero Colombia, rompe con la lógica que se venía manejando desde tiempo atrás, porque los partidos tradicionales no fueron capaces de obtener el mayor triunfo político en uno de los momentos más críticos por los que atravesaba el país. 

A partir de ese momento, existe una ruptura total en la forma en que veníamos ejerciendo la democracia, y cuyo reflejo de los países del norte dejaría de relucir en forma y fondo. Desde allí hasta nuestros días, pareciera que los partidos tradicionales se encuentran en una incapacidad total de imponerse en el electorado. 

El panorama hoy es totalmente distinto. Un amplio catálogo de partidos y movimientos políticos están presentes en los tarjetones de votación, sumado a todos los movimientos ciudadanos que ganan terreno en grandes ciudades del país. 

Muchas personas con ambiciones políticas se dieron cuenta de que tomar uno u otro partido, genera el apoyo de unos pero el rechazo total de los otros, debido a la arrastrada polarización de viejos tiempos. Así pues, crean movimientos políticos unipersonales, como hizo Federico Gutiérrez en Medellín, Rodrigo Guerrero y Maurice Armitage en Cali, y cómo no, como lo hizo también en su momento Álvaro Uribe con el Partido de la U para ser el reelecto presidente de Colombia. 

Esto ha generado que la forma de hacer política a través de colectividades sea cada vez más escasa y que los partidos estén perdiendo cada vez más territorio en todo el nivel nacional. Sin embargo, en el Congreso subsisten las bancadas de partidos y, con el surgimiento del Centro Democrático, pareciere que, contrario a las entidades descentralizadas, se estuvieran fortaleciendo. 

Los que se fortalecen no son los partidos tradicionales, estos sobreviven mientras pueden, los que se fortalecen son aquellos grupos que saben utilizar las dinámicas políticas para adaptarse y así subsistir gracias al gobernante o el líder de opinión del momento. 

Vale entonces hacerse las siguientes preguntas: ¿Qué significa hacer política a través de un partido político? ¿El hecho de que milite en un partido o movimiento implica necesariamente que me case con esa ideología? ¿Es realmente posible que un grupo de personas piense en todo de forma más o menos parecida? Las respuestas que da la realidad parecen ser otras. 

No son pocas las veces en que liberales y conservadores, enemigos históricos, han apoyado las mismas iniciativas. Del mismo modo hay personas dentro de los partidos que pareciere que contradicen los dogmas más elementales donde militan. No se me ocurre otro caso que el de Viviane Morales que, bajo el nombre del Partido Liberal, promueve referendos basados más en la religión que en la propia libertad, y más preocupante aún que se encuentre en la puja para representar a dicho partido en las elecciones presidenciales del 2018, habiendo personas como Humberto de la Calle o Juan Manuel Galán, más representativos de la ideología liberal. 

En esta década y en la anterior surgieron muchos partidos políticos, cuya ideología no es aparentemente tan clara. Cambio Radical es a simple vista una agremiación de delfines, más que un movimiento socialdemócrata como lo han predicado. Su líder absoluto, Germán Vargas Lleras, lo ha utilizado para consolidarse como uno de los punteros en las encuestas y mantenerse pese a su no tan favorable imagen. No obstante, es posible que ni siquiera sea su estandarte en las presidenciales, pues el partido hizo algo que el ex vice nunca quiso hacer: comprometerse con la paz.

El Polo Democrático -que posiblemente lanzará a Robledo, quien se ha convertido en un rayo de luz y fortaleza- es realmente un colectivo de muchos movimientos de izquierda que se unieron para tener mayor fuerza política y sobrevivir en un país predominantemente de derechas. Sin embargo, no son ajenas al público los constantes enfrentamientos que hay al interior de estos. La sombra de corrupción que dejó Samuel Moreno, así como la división de Clara López al aceptar un ministerio en un gobierno que criticaba, han hecho que el partido tenga cada vez menos fuerza. 

El nacimiento del Partido Verde surgió como una propuesta interesante de Lucho Garzón, Antanas Mockus y Enrique Peñalosa, que tras una época un tanto oscura, hoy coge fuerza con dos valientes mujeres, Claudia López y Angélica Lozano, quienes llegaron incluso a recoger cuatro millones de firmas y volver al voto de opinión una fuerza importante. Pero su alcance en un futuro y la consolidación de lo que han hecho es aún un misterio. 

Sin lugar a dudas, el Centro Democrático ha retomado lo que es hacer política en grupos. Así, el seguimiento a la doctrina clara de Álvaro Uribe y no dejar lugar a la disidencia dentro del partido, ha hecho que en muy poco tiempo se convierta en la colectividad de oposición más importante contra el gobierno Santos, pero ¿cuánto durará cuando su líder ya no esté? 

El Partido de la U lleva buen rato pataleando, pero su futuro parece destinado a la extinción pronta. Una pésima imagen en la opinión pública, carencia de un liderazgo respetable y la ambición de poder de sus miembros, parece estarlos llevando a su propia desaparición. 

La proliferación de candidatos, unos más fuertes que otros, que buscan la presidencia a través de firmas, lleva a cuestionar la necesidad de los partidos políticos en algunos aspectos de la democracia. ¿Por qué son vitales en el Congreso, pero estorbosos para administrar? Sergio Fajardo, Clara López, Piedad Córdoba y Gustavo Petro son los candidatos más fuertes, que son totalmente ajenos a los partidos políticos. Los primeros tres por firmas y el último con su movimiento Progresistas, muestran que la forma de hacer campaña hoy en día es totalmente diferente a como se había hecho antes. El no estar en partidos les permite guardar silencio en temas vitales, como la paz. 

Queda la duda: ¿Estarán en el futuro? 

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