lunes, 8 de mayo de 2017


VENEZUELA 

Esa magia que de alguna forma nos ha afectado a todos 



En esta edición, no quisimos exponer desde el otro lado de la frontera la situación que vive nuestra hermana Venezuela. Decidimos abrirle un espacio a alguien que la siente y la vive de cerca.  

Buscamos el cambio con la voluntad intacta, porque ya no tenemos nada que perder y el futuro está cansado de esperar. 

Autor: Andrea Black 

Cuando Chávez asumió el poder en 1999, yo tenía 3 años de edad. Cuando cumplí 17, el piso de rayas de colores del Aeropuerto Internacional Simón Bolívar se convirtió en un amargo recuerdo que comparto con los más de 1.5 millones de venezolanos que hemos dejado nuestro país desde allí. Hace casi cuatro años fue mi turno, pero tuve la suerte de encontrar en Bogotá un lugar que me tocó el corazón.  

No recuerdo el gran ascenso del chavismo, pero sí tengo muy presente su declive y en lo que se convirtió. No quiero martirizarme diciendo lo dura que ha sido mi vida, porque no es cierto. Tuve la inmensa bendición de tener una buena vida en Venezuela. Pero esa la magia del chavismo: que, a todos, absolutamente a todos, nos ha afectado de alguna forma. Las personas comiendo de la basura no son un mito mediático, son una realidad. He visto a gente cercana, a la que quiero muchísimo, adelgazar y adelgazar por hambre. El nivel de escasez de medicinas no es una exageración. Vi a un niño de 2 años morir porque no había los insumos necesarios para practicarle un simple diagnóstico, entró deshidratado al hospital y nunca salió.  

El bolívar se ha devaluado, en el mercado paralelo, en un 825.846,91% frente al dólar. Es entendible que tengamos una economía básicamente de guerra, sabiendo que quienes nos gobiernan creen firmemente que la pobreza se soluciona aumentando el salario mínimo cada 3 meses. Por ellos el 60% de nuestras empresas han cerrado en los últimos 20 años y tenemos que importar el 70% de lo que nos comemospero el bolsillo no da para comprar a precios dolarizados.  

Las Fuerzas Armadas han sido depuradas, dejando en sus filas sólo a aquellos que demuestren su lealtad al régimen. Y la lealtad en Venezuela se demuestra dando bolillo, golpe y bomba a quienes salen a protestar. En las manifestaciones del 2012, se registraron episodios de tortura a los detenidos, dignos de la Junta Militar argentina de los años setentaHace un par de semanas el gobierno ofreció entregar 500.000 fusiles a la milicia. ¿Para qué necesita armas de fuego un grupo de ciudadanos adeptos al chavismo sin el entrenamiento militar adecuado? ¿Contra quién las van a empuñar? Cuando se militariza a los civiles, se proliferan las balas y desaparece la cordura. Lo peor de todo es que esa realidad que vivimos es negada con un cinismo incomparable por un gobierno que no entiende eso de asumir responsabilidades y buscar soluciones. Su discurso de enemigos y conspiraciones por doquier es comparable al Quijote y sus molinos. Venezuela no es una moda ni una noticia de relleno. Es la verdad del día a día de casi 29 millones de personas que luchan por seguir viviendo, en donde cada jornada es un nuevo reto a los límites de la infamia 

Pero lo que definitivamente el legado más nocivo y profundo del chavismo entre nosotros será el resentimiento. El socialismo ha sembrado un odio ferviente, un rencor puro en las mentes más humildes. Se trata de un país donde prosperar es malo; donde ser una persona de medios es de imperialistas anti-bolivarianos, lo que sea que eso signifique; y, donde ser chavista, es una ofensa al sentido común. La radicalización en ambos bandos es igual de preocupante, e independientemente de la razón que tenga uno u otro lado, parece que nos hemos olvidado de que no vale disputarnos entre nosotros, porque el desabastecimiento y la inseguridad son enemigos comunes que no distinguen entre colores ni ideas. 

La recuperación de Venezuela, venga cuando venga, será lenta. Pero ahí vamos, poco a poco. Después de todo, ya llevamos 18 años de maltrato, vejaciones e intentos que terminaron en desilusiones. Buscamos el cambio con la voluntad intacta, porque ya no tenemos nada que perder y el futuro está cansado de esperar. Cuando protestamos lo hacemos con la esperanza por delante, de que tendremos el poder de recuperar un país perdido y a la derivaaun sabiendo la tarea titánica que asumimos. Esa es la belleza en cualquier catástrofe, que impulsa lo mejor y lo más grande de quienes tienen que sobrevivirla. Ningún gobernante debe olvidar, nunca, que nada es tan fuerte como un pueblo con propósito.  

Mi mamá, en sus pancartas de protesta, pide que Maduro se vaya para que yo regrese a reconstruir el país. Mantengo la esperanza firme de que ese reencuentro sucederá muy pronto.  

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