sábado, 4 de marzo de 2017


¡Que caigan los muros! 
Por: Sara Gaviria  
VIII Semestre 

A lo largo de las últimas semanas, el mundo entero ha mostrado su indignación por el anuncio que hizo el Presidente Trump sobre la construcción de un muro que separará México y toda América Latina de Estados Unidos. Esta decisión logró unir al mundo para expresar al unísono que la construcción de tal muro es una vergüenza y un retroceso; es un acto de discriminación y xenofobia.  

Al leer y ver todas las expresiones de rechazo que abundan en las redes sociales y en las plataformas de noticias, fue inevitable que me surgiera una pregunta: ¿y nadie ve los otros tantos muros que hay en el mundo actualmente? Desde el 2002, el gobierno israelí está construyendo un muro a través de Cisjordania. Aunque las Naciones Unidas lo ha declarado ilegal, nadie en el mundo occidental ha hecho mayor polémica respecto a éste. También están los muros mentales, como al que se enfrenta Cuba con el embargo impuesto por Estados Unidos o los tantos muros que impiden a los refugiados sirios encontrar un nuevo país donde establecerse.  

La verdad, en mi opinión, muchas veces los muros mentales son peores que los muros reales. Y muchas veces creemos que estos muros son lejanos y ajenos a nuestra realidad. Sin embargo, hoy los colombianos nos encontramos en un contexto en el cual nos enfrentamos a un gran muro: el muro de la exclusión social en el marco del postconflicto.  

Desde el 1 de diciembre de 2016, entramos en un terreno desconocido para todos los colombianos: el postconflicto. De repente, el panorama de guerra al que estábamos acostumbrados empezó a cambiar y ahora nos dicen que tendremos que estar abiertos a recibir en la vida civil a miles de desmovilizados: hombres, mujeres e incluso niños que atentaron contra nuestros parientes y amigos, que violentaron nuestra patria, sus habitantes y sus ecosistemas. De repente, tenemos que dejar de ver a la guerrilla como esa masa oscura e inhumana que atenta contra todo lo que se le pasa por delante para verla como un conjunto de seres humanos. Seres humanos con los cuales tendremos que empezar a trabajar, al lado de los cuales nos tendremos que sentar en el transporte público o en el aula de clase, a quienes tendremos que pedirles indicaciones si estamos perdidos.  

Sin embargo, lo que nos piden parece imposible. Al día de hoy, tenemos un muro que llevamos construyendo por más de cincuenta años, que nos ha protegido de las atrocidades de las FARC y nos separa de ellosPero debemos entender que ahora Colombia está en un proceso en el cual a la guerrilla le corresponde dejar las armas y a nosotros nos corresponde derribar ese muro. Tenemos que demoler el muro que construimos cuando teníamos miedo. Porque cuando hay miedo, rechazamos lo diferente, nos negamos al cambio y obramos sin compasión. Entonces, surge la discriminación y se aplastan los derechos del otro.  

A partir de ahora nuestra tarea es dejar a un lado el miedo y construir desde la educación, desde la enseñanza de una cultura de tolerancia y defensa de la diversidad. Es un cambio profundo de paradigma, es dejar a un lado la separación, la venganza y los odios aprendidos. Llegamos a un punto de saturación donde no podemos seguir con los hábitos del pasado. Llegó la hora de revertir esa corriente. Tenemos que pasar del miedo al respeto, a la compasión y a la unidad.  

Es hora de creer en valores superiores que no dividen, sino que congregan, que superan conflictos y no los perpetúan. Es hora de darse cuenta que la paz no es sólo la falta de guerra, sino que es toda una cultura de inclusión social, tolerancia, diálogo y respeto. Es hora de aprender de los errores y de crear puentes en lugar de crear muros.  

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