sábado, 29 de octubre de 2016

Opinión: No ganó el SÍ ¿y qué aprendí?


Autor: Nicolás Zuluaga Afanador – VII Semestre.

Por estos días mi cabeza burlona me ha dado la misma noticia repetitiva: en las votaciones del plebiscito el SÍ fue derrotado por una estrechísima diferencia de cerca de sesenta mil votos (para hacerse una idea: la capacidad del Campín son 36 mil espectadores, serían menos de dos Campín llenos).
Yo iba por el SÍ, pues había leído los puntos del Acuerdo y creía, y creo, que es el mejor acuerdo posible. Entonces, cuando no ganó el SÍ me sentí ajeno. Por un par de días viví en tercera persona, este cuerpo no era el mío y esta mente no encontraba sosiego. Una verdadera tusa.
Pero las tusas son dolorosamente sabias y esta me obligó a reflexionar y a aprender lo que ahora les comparto.
Primero, antes de hacer la paz con las FARC debemos hacer la paz entre la sociedad civil, porque para construir la paz e implementar el Acuerdo se necesita el apoyo de la sociedad civil y del aparato político. Pero si para todos el Acuerdo no es un acuerdo sino un des-acuerdo que divide ¿cómo lo habríamos implementado?
Imaginemos qué habría pasado si con los mismos resultados hubiera ganado el SÍ en vez del NO. Lo acordado habría sido apoyado por la mayoría de la minoría, pues la abstención fue como siempre la mayoría, la ganadora de las votaciones. Veintiún millones no votaron y sólo trece millones sí lo hicieron. ¿Cómo lograr que todos los colombianos –47 millones– sean vinculados a un acuerdo que fue apoyado por cerca de 6,4 millones? Sinceramente me parece difícil. Debe haber más consenso, por eso en este momento es necesario un pacto nacional.
Segundo, una cosa es mi idea de Colombia y otra cosa es la verdadera Colombia.
Yo juraba que iba a ganar el SÍ, creía ciegamente en las encuestas, incluso el día de la votación osé dármelas de profeta: “el SÍ logrará el 70% de los votos y la participación será la más alta en los últimos años”. Pensaba: si en el plebiscito del 57 que refrendó el Frente Nacional, el SÍ ganó con el 95% y el 71% del censo electoral participó, ¿por qué ahora sería diferente? Sí veía mucha polarización y el NO tenía fuerza, pero no creía que muchos colombianos fueran a creer las mentiras de la ideología de género, del aborto y que Colombia se iba a convertir en la Venezuela castrochavista. Pero así fue.
Aprendí entonces que muchos colombianos no tienen un pensamiento crítico, no verifican la veracidad de lo que les dicen, se arrojan por impulsos y votaron por indignación. El señor Vélez Uribe tiene razón, su campaña fue muy eficaz, logró que muchos votaran con rabia y no con verdaderos argumentos. Una falla en la educación no sólo en los colegios y en las universidades sino también en las casas, en los bares, en los cafés, en las calles, que debemos enmendar. ¿Qué tanto tragamos entero?
Tercero, así como la indignación puede impulsarnos a votar, también nos puede llevar a marchar y a debatir, a proponer y a informarnos. Nunca había visto unas marchas tan nutridas como las de los dos primeros miércoles de octubre. Veo que los estudiantes tememos que nuestro sueño de acabar con el conflicto se desvanezca cuando más cerca lo teníamos. Como cuando tocamos una burbuja que apenas la sentimos nuestra se destruye. Aún no entiendo los efectos de nuestras movilizaciones, pero anhelo que presionen a quienes negocian el futuro del Acuerdo.

Este ahora es histórico, pues puede quebrar la permanencia casi naturalizada de vivir un conflicto armado. ¿Qué hemos aprendido? ¿Qué haremos? ¿Hacemos historia o la historia pasará por nosotros?

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