lunes, 7 de marzo de 2016

OPINION

Y ojalá sea... ¡Una lección bien aprendida!

Autor: Martha Alvear – Sexto Semestre

“Interés público”. Una de los principios de la comunicación social y periodismo, que la muy aclamada docente Astrid  González,  en su carta a Vicky Dávila, considera que se ha violentado.  
En sus palabras: -“No se me ocurre en qué estaba pensando cuando creyó que una conversación de esas podría ser de interés público”-. Y es entonces, en este punto, cuando mi respaldo e identificación total con cada palabra de ese escrito cae en declive.

Si entendemos interés público de la manera tal que el receptor espere recibir con ansias una noticia trascendente de temas que comprometan a la Nación, entonces, sí, “Señora Vicky… No hay nada de interés público en lo que usted ha hecho viral”. Pero, lastimosamente, si ese gran concepto base de Astrid es aterrizado a la realidad, encontraremos que el interés público en Colombia, se ajusta más a aquello que alimente una parte interna que todos tenemos, donde la banalidad lleva izada la bandera.
Lastimoso, sí; pero así es. El morbo se ha convertido en los puntos que elevan el famosisímo raiting, en el sustento de los periodistas, en el alimento del ego de estos por ganar protagonismo mediático  y, de hecho, muy seguramente a través de él, han creído llenar expectativas tanto de receptores como la de ellos mismos.  La verdad, en esa medida, no los juzgo. Al final del día, deben estar acostumbrados a ser aplaudidos por su excelente labor.

Esta vez, todo ha llegado muy lejos; o como dirían por ahí, se tocaron fibras delicadas.
 
Entiendo que cuando hay una verdadera intención de colaborar con la justicia, la publicación de un video que evidencia tanta intimidad, cobra un poquito de legitimidad, -no mucha, pero algo-.  Pero, la verdad sea dicha: el video no es indicio de nada. No hay muestras de  que el Sr. Ferro estuviera involucrado en una supuesta red de prostitución; por el contrario, se quiso forzar la conversación con claras intenciones de obtener respuestas que comprometieran al ex viceministro, pero el objetivo, evidentemente, no se logra.

Contra todo pronóstico, la publicación del video fue, primero, un error, y segundo, una estrategia, según mi parecer, para mover a las masas del país;  utilizando al implicado como un peón en un gran juego de ajedrez.

Hay un ambiente de desasosiego, incertidumbre y tristeza. No dejo de preguntarme,  ¿Cómo será de la cotidianidad de esta familia luego de ser el blanco de un país entero? ¿Será que seguirá vigente el matrimonio entre Ferro y su esposa Marcela? ¿Serán sus hijos objeto de bullying? O mejor aún, ¿si entienden sus hijos que podrán pasar  a ser recordados por lo sucedido con su padre?
Quién sabe.

Para mi gusto, todas las declaraciones dadas por la pareja, no son más que un libreto preparado de común acuerdo, que contiene conclusiones a las que debieron llegar luego de mucho discutir. Todo como si fueran a dar ambos, una rueda de prensa.

Sin embargo, aunque cada palabra haya sido calculada, no se puede negar lo pertinente que estas fueron para bajar los ánimos, y,  tampoco, puede negarse que la heroína de toda esta historia es Marcela, la esposa, quien hoy resulta ser el lado positivo de un oscuro episodio. Ella, tuvo el decoro y la valentía de proteger a su familia antes que seguir alimentando el morbo que muchos colombianos deseaban escuchar, lo que muestra una gran lección de entereza y decencia.
Y por si se nos olvida… Un fósforo o una colilla de cigarrillo generan un incendio.

Deseo que este triste momento quede grabado en el corazón y memoria de quienes hoy ejercen el periodismo y de nosotros los colombianos, de tal forma que ese concepto de interés público que ha venido tergiversándose por el amarillismo y morbo al que nos hemos acostumbrado, sea lo que debió ser desde un inicio, y así, las noticias puedan darse de una forma comedida, guardando la integridad de los intervinientes y terceros implicados.


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