lunes, 7 de marzo de 2016

Una crítica a la película de la que todos están hablando.



 La serpiente que se deja abrazar.


¿Cuándo me iba a imaginar que yo, que no tengo el coraje para tocar a una lombriz, iba a recibir con tanta emoción el abrazo de una serpiente? Siéntase libre de leer el siguiente artículo, las alarmas del spoiler alert no se activarán.

Autora: Silvana Rozo

Estoy segura de que no fui la única a la que, al enterarse de que una película colombiana estaba nominada a un Óscar, le fue inevitable estremecerse por ese orgullo nacionalista, casi chauvinista, que aún subsiste de forma agonizante en los corazones de los colombianos. Claro, y cómo no sentirse así cuando los únicos Óscares que abundan en este país son del estilo de Óscar Naranjo, polémico y atrevido cordobés de hablado arrebatado y melena curtida, que Protagonistas de nuestra tele lanzó al estrellato hace un par de años. Es excitante ver un panorama tan esperanzador en el cine nacional; no me atrevo a afirmar con total seguridad que los días de exitosas superproducciones como El paseo o de Muertos de susto habrán llegado a su fin pero parece que el cine local comienza a trascender como nunca antes. Otras películas del 2015, como La tierra y la sombra o Siembra también han dado mucho de qué hablar y han alcanzado festivales y premios de reconocimiento mundial.

El abrazo de la serpiente, de Ciro Guerra, es una película difícil de describir. Está basada en una historia real, donde un científico anda viajando por la jungla, buscando una planta alucinógena capaz de curarlo de una enfermedad selvática que lo zarandea entre la vida y la muerte. Ayudado en vano por un indígena de una tribu ya extinta, muere en la profundidad de la selva. 50 años después llega otro joven científico, buscando esa misma planta. Tiene la suerte de toparse con el mismo indígena, ya convertido en un anciano, a quien le pide ayuda para lograr su cometido. Para no dañar la película a los lectores que no hayan tenido la oportunidad de verla, dejaré mi descripción aquí. Aún así, algo que sí puedo soplar es que tanto su mensaje como su producción dejan anonadado a cualquiera.

Los logros visuales del film son extraordinarios. La película es en blanco y negro pero se pueden percibir múltiples colores. La imagen es tan exquisita que el espectador logra percibir la selva en su esencia. Agobiante pero majestuosa, armónica y hostil, la selva se presenta como un escenario difícil. Es un lugar sagrado y adentrarse en ella es ambicioso, pues quien no la conoce desafía sus reglas así no quiera hacerlo. Aquí no solo habita una inmensidad de fauna y flora, también es el escenario de situaciones excéntricas donde el hombre se comporta de maneras inusuales. Así, la selva es la encargada de moldear los sujetos. El local, es decir el indígena, es un guerrero que busca conservar su cosmovisión y sus raíces. El hombre blanco (en esta casilla entra cualquiera que venga de la civilización) es siempre un intruso. Un confundido que nunca comprendió el verdadero significado del universo ni de la vida, que jamás entendió que la naturaleza no se puede domar sino que solo se puede comprender y por eso se presenta como un “vencido por la naturaleza”. No es la selva la que agobia a los sujetos, es la transformación de su mente al estar en ella. Aún así, no creo que la película quiera transmitir una demonización del hombre blanco como tal, pues precisamente sus protagonistas, los científicos, son europeos que intentan comprender las creencias, la cosmovisión y las diferentes culturas indígenas. Es claro entonces que hay un mensaje muy poderoso sobre la naturaleza. Además de la jungla, el río parece tener un papel protagónico en la película, no solo por las múltiples tomas de él, sino porque precisamente tiene la forma de una serpiente. El río se muestra en todas sus facetas; quieto y calmado o agitado y agresivo, pero es siempre el encargado de introducir a los personajes a sus aventuras venideras. Podríamos considerar al río como el creador de la trama, que separa los sucesos pero a la vez se encarga de conectarlos.

Con todo, esta película es una reconciliación con nuestras raíces. Desde las primeras tomas de la película es evidente, pues inclusive está hablada en los dialectos nativos. Para nadie es un secreto que en Colombia ha habido un rechazo generalizado hacia las culturas indígenas, en parte por la tradición española, católica y conservadora que heredamos de nuestros conquistadores, donde la cosmovisión indígena fue tildada de “hereje”. Además la ciencia también ha sido un obstáculo para aceptar las tradiciones nativas, cosa que la película esgrime de forma genial al enfrentar dos culturas para reconciliarlas al final: la prueba empírica frente a la magia.





No hay comentarios:

Publicar un comentario