“Claro, exigente y todo, pero nunca cafre. De pronto
un poquito cascarero”
En esta edición, FORO JAVERIANO realiza un pequeño
homenaje a uno de los grandes catedráticos de Derecho Procesal, el doctor José Fernando
Mestre Ordoñez, quién nos invitó a su oficina para contarnos un poco sobre su
vida.
Autores: Stephanie Yepes G. y
Santiago Osorio S.
El doctor Mestre nació y
creció en Bucaramanga, ciudad que, en sus palabras, “es la maravilla”. Según
él, puede ser mucho más rico vivir allá que en Bogotá, pero que desafortunadamente
las oportunidaes académicas y laborales más importantes están en la capital.
Además, acá hizo socios y familia, por eso tampoco se va. Igualmente, nos
aclaró que la nostalgia de dejar su tierra natal no fue tan grande, pues ‘uno
debe tomar decisiones y no mirar atrás’. Como dice el himno: “Santandereano
siempre adelante, Santandereano ni un paso atrás”. Recientemente abrió una oficina
en Bucaramanga, por lo que ahora tiene más excusas para ir.
Sobre
su infancia nos contó que solía ser muy deportista, lo que abandonó en Bogotá.
De vez en cuando se metía en algún equipo, pero cuadrar partidos y mover a los
jugadores no es tan fácil como allá. “Todo cambia y por eso también cambié
mucho físicamente”, agregó jocosamente apuntado la mirada a su abdomen
capitalino. En el colegio era marcador derecho, pero en su primer año en la
universidad quisieron armar el equipo de fútbol del curso y todos eran
defensas. Cuando se dio cuenta de que lo iban a banquear dijo que era
delantero. Su primer partido fue contra un equipo pésimo y metió cuatro goles. Aunque
nunca hubiera sido delantero, el resto de su vida terminó jugando así. Ya
siendo profesor, se metió al equipo de la Facultad con otros y ahí ya era gordito,
por lo que le pusieron el tanque. Luego de un tiempo, colgó los guayos, se
retiró de las canchas y aclaró que por el momento no le han hecho el partido de
despedida.
En cuanto a por qué estudiar
en Bogotá, por qué Derecho y por qué la Javeriana, nos advirtió que era una
historia muy larga y que íbamos a tener que poner en práctica un gran poder de
síntesis. En el colegio era científico: le encantaban las matemáticas, la física,
la química y, de hecho, iba a estudiar alguna ingeniería en los Andes. Tan es
así, que cuando dijo que iba a estudiar Derecho la rectora del colegio lo mandó
a llamar a decirle que lo pensara, que si estaba seguro y que sería un
desperdicio. No logró cambiar su opinión. La verdadera razón de por qué estudiar
Derecho no la sabe. Afirma que fue un llamado, un llamado maravilloso porque
siempre se ha sentido feliz desde el primer día que tuvo clase de Introducción
al Derecho, un lunes de enero a las 6 de la tarde con Pacho Herrera. Desde ese
momento sintió que estaba donde le correspondía.
Se iba a presentar a la Javeriana, Externado, Rosario y Andes. Vino a
radicar los papeles y fue primero a la Javeriana. Como le fue muy bien en el ICFES,
le dieron una “notica” y le dijeron que buscara al Padre Álvarez, el decano del
medio universitario. El Padre quedó muy sorprendido y le preguntó que si quería
entrar a la entrevista de una vez, pues el decano Juan Carlos Esguerra ya iba a
llegar, así que se quedó esperando. Sentado en el sexto piso vio la agradable
interacción entre profesores, estudiantes y el personal administrativo tan
característica de nuestra Facultad. Finalmente no llegó el decano, así que la
entrevista se la hizo el Padre Álvarez junto con el doctor Hernando Gutiérrez.
Gratamente sorprendido por nuestra universidad, continuó con su tarea y
fue a los Andes, pero no sintió el mismo vínculo emocional que pensó iba a
sentir, que creía iba a ser la suya. Luego fue al Rosario, pero estando allí tampoco
se sintió identificado, así que ni siquiera radicó los papeles; hoy en día, es
profesor en esa facultad y es muy amigo de su actual decano. Por último, se
dirigió al Externado, pero después de subir caminando durante un buen tiempo,
se cansó y se devolvió. Al día siguiente volvió a la Javeriana, un poco más
confundido, para encontrarse con el decano. Al llegar, éste lo recibió y después
de una charla le dijo que tenía madera de abogado pues “no se dejaba fregar”; le
dio la noticia de que estaba admitido, a lo cual el doctor Mestre le respondió
con cierta valentía que todavía no estaba seguro. Afirma que afortunadamente
tomó la decisión y desde enero de 1995 no han pasado dos meses en que no haya
estado algún momento haciendo algo por la Facultad. Cuando terminó la carrera
estuvo en el consultorio jurídico, luego fue monitor del doctor Sampedro y al
terminar la especialización de Derecho Procesal en la Nacional, quedó como
titular de la cátedra que hoy en día dicta. Desde enero de 1995 no ha salido
nunca de la Facultad, su casa.
En su paso por la Universidad
recuerda especialmente a su curso. Eran muy unidos, compartían un mismo salón
todos los días y a toda hora. Para él fue delicioso estudiar en la Javeriana: “uno
aprende, estudia, y además genera lazos con los compañeros y los profesores”.
De su curso son sus tres socios y su esposa, por lo cual anota que entrar a
estudiar Derecho, le cambió la vida. También habló sobre su experiencia en
Obligaciones con el doctor Barrera. Hoy en día son amigos, pero en esa época le
dio “palo”. Llegó al final necesitando 4,0 para pasar. Entró y con tan buena
suerte que el doctor Barrera le hizo la misma pregunta que le había hecho a su (hoy
en día) socio el día anterior. Sin
embargo, Barrera se dio cuenta de que se sabía todo y le dijo “espérate, más
bien te voy a hacer otra pregunta”, y le puso un caso dificilísimo tratado
por la jurisprudencia francesa, pero logró sacar la nota que necesitaba,
dejando la materia en 3,1. En cuanto a su esposa, nos contó que eran amigos
desde primero, todo comenzó porque ella empezó a patinar en juzgados y el
también. Su grupo de amigas estudiaba de día y Sarita se quedó sin el grupo de
estudio. Se encontraban en los juzgados y le decía, “ah, yo que voy a hacer”, y
él le respondió: “si quieres estudiemos juntos”. Recuerda que todo floreció
estudiando una noche para Contratos. En tercer y cuarto año patinó en la
oficina de un abogado que se llama Andrés Ordoñez, un primo de su mamá que
conoció en ese momento. En quinto año, el doctor Sampedro, que era ya su amigo,
le dijo que no fuera bobo, que desde el próximo año iba a trabajar toda su vida,
y que éste era el último año en el que podía decidir no trabajar, añadiendo que
el quinto año de derecho es “para gozarlo”. Siempre le ha hecho caso a los
consejos de “Julio”, así que renunció. Luego trabajó con un profesor, pero no
era un trabajo fijo. En agosto del 2001 fundaron M&P abogados, pasaba medio
tiempo en la universidad y medio tiempo trabajando en la firma. Desde ahí
siempre ha tenido la vinculación como profesor de cátedra y su ejercicio como
profesional.
Sobre sus primeras
experiencias como profesor, recuerda particularmente la época en la que era
profesor auxiliar de Procesal Penal con el doctor Sampedro. Cuando le decía que
no podía ir, se preparaba cuatro horas para dictar clase y poder contestar
todo. Una vez le avisó 10 minutos antes que no podía ir a clase, diciéndole: “tú
sabes de medidas de aseguramiento”. Ese día se dio cuenta de que realmente para
dictar clase también implica saber del tema, confiar en su criterio y en su
conocimiento. Dictar clase no era cuestión de repetir algo que preparó con
anterioridad sino que es también una especie de formación en la medida en que
van interactuando el profesor y los alumnos: “por eso yo insisto en que
participen”. Recomienda que “si
no tiene nada inteligente que decir, por lo menos que suene bonito, usted no
puede contestar no sé”. Respecto a la fama de su clase, afirma que no “le
para muchas bolas”. Según él, “si la fama que uno tiene no es voluntaria,
es porque uno es medio bobo, porque uno sabe qué se crea”. Es
importante generar una idea en los estudiantes, lo que piensen cuando salen de la
clase, no cuando la están recibiendo, pues un estudiante recuerda con mucho más
cariño y respeto a los profesores que le exigieron, que a los profesores con
los que pasó rico y la clase fue divertidísima, pero que no aprendió nada. “Yo
si quiero que aprendan Teoría General del Proceso, pero también en el otro
aspecto, que ese recuerdo a largo plazo, sea de una persona que fue responsable
con lo que estaba haciendo, que se tomó en serio ser profesor de la Facultad de
Ciencias Jurídicas”. Resaltó también: “Claro, exigente y todo, pero no cafre. De pronto un poquito
cascarero, pero es que la vida está llena de cáscaras que tenemos que aprender
a manejar como abogados y ese es uno de los mensajes que le quiero dejar a los
estudiantes”.
Por último, nos compartió lo
que dice siempre en su última clase: “hay que gozarse la carrera en todas las
dimensiones, no solamente en la rumba”. Los que sólo estudian y no rumbean,
mal; los que sólo rumbean y no estudian, también mal. ¿Cómo es gozarse la carrera?
Es también cogerle el gusto a lo que decidió dedicarle toda su vida, pues, de
lo contrario, va a ser infeliz el resto de sus días. Siempre va a haber
profesores y materias que le gusten o disgusten, se trata de ser conscientes
del valor que tiene todo: hay que rumbear, conocer gente, ir a clase y estudiar.
“Vamos a la rumba y vamos a clase,
así lo hicimos todos, es parte del encanto. No es que por hacer una se
deja de hacer la otra. Hay que gozarse todas las etapas, no sólo esta. Gozársela
quiere decir, hacer las lecturas, ir a clase y disfrutar todo, porque es lo que
están viviendo”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario