¿Estarán contados los
días de Pretelt?
El
magistrado en su laberinto
Autor: Juan Manuel Suárez M. - Director FORO JAVERIANO
Con los escándalos que
se han presentado en las últimas semanas se ha reavivado el debate de si deben
o no renunciar los altos funcionarios del Estado sobre quienes recaigan
investigaciones.
El 2016 inició
turbulento y lleno de escándalos en el ámbito de la política nacional. Enero se
cobró un Defensor del Pueblo investigado por un acoso sexual y laboral por
diferentes denuncias publicadas por la prensa nacional. Febrero se llevó
consigo a un insostenible e investigado Director de la Policía con más de 38
años de servicio a la institución y a un Viceministro que tristemente tuvo que
pagar los platos rotos de una irresponsable divulgación mediática.
Alguien ajeno a
nuestra historia política pensaría que tenemos funcionarios públicos que ponen
a la institución por encima de ellos mismos. Funcionarios que renuncian cuando
estallan escándalos y se abren investigaciones en su contra que puedan poner en
duda la labor de su institución. Seguramente ellos no estarán enterados del
caso del magistrado de la mundialmente reconocida Corte Constitucional, Jorge
Ignacio Pretelt Chaljub.
El 27 de
febrero del año 2015 –hace ya más de un año- su colega y compañero de
magistratura, Mauricio González Cuervo, instauró una denuncia ante la Comisión
de Acusación de la Cámara de Representantes. Denuncia en virtud de la cual, el
cuestionado magistrado habría solicitado el pago de 500 millones a la empresa
Fidupetrol S.A. por el supuesto favorecimiento en una tutela.
En el momento
en que se empezaron a ventilar más y más hechos del mencionado escándalo, se
generó un casi que generalizado sentimiento de rechazo y sorpresa, en la
opinión pública, frente a las graves acusaciones. Desde editoriales de
importantes diarios hasta estudiantes de facultades de derecho del país pedían
la renuncia para quien ese entonces se desempeñaba en la Presidencia de la
importante Corporación. Extrañamente, y yendo en contra de cualquier principio,
Pretelt se atornilló en su puesto y decidió no renunciar para seguir peleando
su batalla jurídica desde la comodidad de una silla de las nueve más
importantes del Palacio de Justicia.
Naturalmente la
presunción de inocencia, el acceso a la administración de justicia y el debido
proceso son derechos fundamentales que tienen todos los sujetos dentro del ordenamiento
colombiano. Pero es también cierto que las instituciones políticas prevalecen
sobre los intereses arrogantes de quienes las conforman y representan; es
precisamente por esto que la responsabilidad política de quienes conforman
estas instituciones afecta directamente el buen funcionamiento e imagen de las
mismas. Lo cual obliga a quien manche o ponga en duda la labor que éstas
realizan, a dar un paso al costado para lograr aumentar la legitimidad de la
labor que desempeña la afectada institución. Es por esto que la actitud del
Doctor Pretelt es más que reprochable y lo único que hace es perjudicar su
imagen y la de toda la Corte Constitucional.
Desde la
primera sentencia que uno lee en Derecho Civil Personas, le siembran la idea a
uno en la cabeza, que las decisiones de la Corte se encuentran llenas de
legitimidad y los magistrados que las toman son de la mayores calidades
personales e intelectuales del universo jurídico colombiano. Lo más seguro es
que eso sea completamente cierto. Pero es también cierto, que desde que este
escándalo estalló cada vez que uno abre una sentencia cuyo magistrado ponente
es el cuestionado Pretelt, un cierto malestar ronda el cuerpo de quien se
dispone a leer el fallo. Demuestra precisamente lo anterior la pérdida de legitimidad
de la que ha venido siendo víctima la honorable Corte Constitucional en el
último año.
Es por esto que
desde estas sentidas líneas de este periódico estudiantil que le solicitó a
usted Doctor Jorge Ignacio Pretelt que por favor renuncié. Que la dilación
injustificada de los procesos mediante artimañas no es digna de un magistrado
del tribunal encargado de salvaguardar la Constitución del 91. Que la
ilegitimidad de la que goza hoy en día la Corte no corresponde de ninguna
manera con las decisiones que ha realizado y mucho menos con las que se le
vienen en un futuro cercano. Que las excusas de montaje y complot político ya
están más que gastadas y nadie las cree. Que el seguir atornillado a esa silla no
es sano para la administración de justicia en su caso específico; tener el
poder político de un magistrado presionando las decisiones que se tomen lo
único que generará será ilegitimidad frente a la respectiva decisión que se
tome frente a sus denuncias. Y finalmente, que su actitud le quita las ganas a
cualquiera de ser abogado y arrebata ese sueño de alguna vez ocupar ese
honorable cargo que usted ocupa.
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