Isagén: Entre falacias y desinformación
Aunque
la venta de Isagén se concretó hace más de un mes, las críticas no paran, ni
parece que vayan a hacerlo. Sin embargo, ¿qué tan bien fundamentados están todos
los argumentos en contra?
Autor: Santiago Osorio S.
Como
era de esperarse, la venta de Isagén generó un alto costo político para el
gobierno. Tan es así, que Robledo, Uribe y las FARC se pusieron de acuerdo para
criticar con todas sus fuerzas la privatización de una de las empresas de
energía más grandes del país.
Hay
algunos argumentos que son tan falaces y absurdos, que no vale la pena
dedicarles más que un par de líneas. Por ejemplo, no hay que ser abogado
ambientalista para saber que con la venta de Isagén no se vendieron –ni mucho
menos se regalaron- los recursos hídricos del país. Isagén, independientemente
de su dueño, es una empresa que cuenta con una concesión para la explotación de
algunos recursos naturales; pero eso no significa que con el cambio de
titularidad de la empresa los ríos ya no sean de todos colombianos. Lo son y lo
seguirán siendo.
Por
otro lado, hay otros opositores que tienen algunos reparos más serios, y que
merecen una mayor atención. Hay quienes defienden que la empresa energética era
de importancia estratégica para la Nación, y que su venta fue injustificada. No
obstante, para responder a esa inquietud, es importante entender el porqué de
la venta de Isagén.
Como
casi todos saben, la privatización se dio con el objetivo de financiar las vías
4G que son hoy en día de vital importancia, pues en temas de infraestructura y
de transporte terrestre, Colombia se ubica por debajo de Ecuador y Nicaragua, y
apenas supera a Honduras y Bolivia, mientras que el PIB colombiano es bastante
mayor que la suma de estas cuatro naciones. Para corregir lo anterior, el Plan
Maestro de Transporte Intermodal preparado por el Gobierno en colaboración con
Fedesarrollo y Steer & Davies, ha señalado que por cada 1% de reducción en
los costos de transporte, se incrementarían en un 8% las exportaciones
agrícolas y manufactureras. Resulta entones de mayor importancia mejorar las
vías para reducir los costos de transporte, y así mejorar la competitividad de
nuestro país.
Pareciera
entonces de mayor prioridad la inversión de los recursos del Estado en el
desarrollo de las vías nacionales, que conservar tercamente una empresa que
puede funcionar perfectamente sin intervención estatal, y cuya venta no afecta
a los consumidores por la estricta regulación de los precios de electricidad
que lleva a cabo la CREG. Claro, sería óptimo poder desarrollar la
infraestructura nacional y conservar Isagén, pero si toca escoger, primero lo primero.
Además, privatizar Isagén no significa evaporar ese activo; más bien significa
utilizar los recursos resultantes de su venta para invertirlos en otro activo que
es quizás más importante –las vías-.
Aunque
hay muchos que comparten la idea de que hay que mejorar las vías, argumentan sin embargo que había mejores
maneras de financiamiento; sin embargo, como lo dijo Guillermo Perry, no es
deseable aumentar la deuda externa del país, y es poco probable que algún
colombiano esté dispuesto a ver sus impuestos aumentados solo por mantener la
propiedad accionaria de Isagén en cabeza de la Nación. Hay otros que incluso están
de acuerdo con que el desarrollo de las vías se financie con la venta de un
activo estatal, pero rechazan el hecho de que probablemente los fondos
obtenidos se vuelvan “plata de bolsillo”, y se terminen desapareciendo; no
obstante, eso es poco probable pues, precisamente con el fin de asegurar que
eso no ocurra, ya se acordó que dichos recursos sean administrados por la
Financiera de Desarrollo Nacional, un banco de desarrollo calificado
internacionalmente, y que está en cabeza del financiamiento de las vías 4G.
Ahora,
tampoco es cierto que la hubieran “regalado”, o que se hubiera vendido “la
gallina de los huevos de oro a precio de gallina flaca”, como apuntó un
senador. En realidad, el precio de venta fue de $6.49 billones de pesos, lo que
quiere decir que Brookfield pagó $4.130 pesos por acción, mientras que el
precio de dicha acción se encontraba antes de la venta en $3.260 pesos. Tan es
así que Colbún, la empresa chilena que quedaba junto con Brookfield, decidió no
presentar oferta “en parte por el aumento del precio mínimo en un 21,5%”, como
señalaron en un comunicado de prensa.
En
fin, aunque es cierto que el hecho de que hayan decidido subastar Isagén con un
único proponente puede generar algunas dudas, y que nada asegura que la
decisión de venderla haya sido la mejor, la transacción está lejos de ser tan
mala como la pintan, y la mayoría de los ataques dirigidos contra ella han sido
puras falacias, o carecen de fundamento.
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