martes, 27 de octubre de 2015

La tierra del olvido

Por: Sara Gaviria Álvarez - Quinto semestre

A principios del pasado septiembre todos nos indignamos al ver la desgarradora foto de Aylan, el niño sirio muerto sobre la playa turca. Esta imagen fue el tema de conversación durante un par de días para después ser olvidada. Esta situación muestra perfectamente nuestro cinismo frente a la realidad del mundo y la falta de interés por las problemáticas actuales. Nos entristecemos por el tiempo necesario para no parecer desinteresados y luego volvemos a nuestra rutina como si nada. Además evidencia cómo nosotros, como colombianos, prestamos más atención a un suceso que aconteció al otro lado del mundo antes de detenernos a reflexionar sobre la crisis humanitaria que está sufriendo nuestro país, como lo es por ejemplo la situación de La Guajira. 

Cuando nos mencionan La Guajira, generalmente se nos viene a la cabeza el departamento al norte de nuestro país, que parece estar condenado a la pobreza por las administraciones corruptas y el abandono. Por las noticias tenemos una idea de lo que está pasando, pero la gran mayoría no es completamente consciente de la gravedad y la delicadeza de la situación que se está viviendo en esta región. 

Desde hace cuatro años esta zona, la más árida del país, viene siendo golpeada por una fuerte sequía. Las lluvias son nulas y los arroyos casi inexistentes. Para acceder a un poco de agua, los wayuu deben caminar mínimo tres horas hasta el abastecimiento de agua más cercano pero no pueden beberla directamente, ya que no es potable. Los indígenas deben volver con el agua hasta las rancherías, donde la filtran un poco. Para que esta sea completamente potable, debe adicionársele cloro, pero en La Guajira esto es imposible. El cloro puede acarrear diarrea y un simple episodio de esta enfermedad basta para ocasionar la muerte de un niño guajiro. 

Según el DANE, la tasa de mortalidad de los niños entre uno y cinco años es del 45%. Esto quiere decir que casi la mitad de los niños wayuu no alcanzan a cumplir los cinco años de edad. En este momento hay aproximadamente treinta y siete mil niños enfermos y con peligro de muerte inminente. En cada una de las rancherías, aproximadamente el 95% de los niños está desnutrido. Y no son solo los niños los que se encuentran en peligro. La prolongada sequía ha ocasionado que una cantidad grande de la población padezca de asma. Los problemas son mayores a los que cualquiera de nosotros pueda imaginarse y aún así no se hace nada al respecto. Los servicios médicos no llegan hasta donde los necesitan y los indígenas que no tienen para comer, mucho menos tienen cómo acceder a los medicamentos necesarios. 

Cuando pensamos que la situación no podía empeorar, cerraron la frontera colombo-venezolana en la zona de la Alta Guajira. Esta frontera era transitada recurrentemente por los wayuu para acceder a comida en territorio venezolano. Ahora les es imposible acceder a una serie de bienes y servicios que antes podían tener con facilidad. Es hora de que todos tomemos consciencia de la situación que están viviendo los indígenas en La Guajira. 

Es hora de que nos demos cuenta que son nuestros niños, niños colombianos que mueren uno tras otro por falta de alimentos básicos. Es hora de dejar a un lado el cinismo y tomar acción sobre esta crisis. Esta es una lucha que todos deberíamos dar. Hacer donaciones, organizar brigadas de salud, difundir la voz, concientizar a las personas son pequeñas acciones que no cuestan mucho, pero que pueden tener una repercusión importante y muy positiva en la vida y en la situación de la comunidad wayuu.

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