La
sensibilidad y humanización de los toros, como un acto cultural de dolor y
gloria.
Juan Sebastián García
Sierra
Tercer Semestre de Literatura
Tercer Semestre de Literatura
El pasado 24 de septiembre La
Sección Quinta del Consejo de Estado, en su función de alto tribunal, revocó el
fallo del Tribunal Administrativo de Cundinamarca que convocaba para las
elecciones del 25 de octubre la consulta anti taurina en Bogotá. A causa de esto el concejal Marco Fidel
Ramírez radico dos acciones jurídicas que buscarían revivir la consulta
ciudadana, debido al indebido proceso que la Sección Quinta abría ejercido en
su fallo.
La consulta anti taurina
promulgada por el Alcalde Mayor de Bogotá ha sabido movilizar distintos
conglomerados sociales, enfrentando así: la defensa de un acto cultural ante la
defensa de un ser vivo. Si en los próximos días se falla a favor del concejal
Ramírez, el 25 de octubre Bogotá se enfrentara en papel ante la pregunta: ¿Está
de acuerdo, SI o NO, con que se realicen corridas de toros y novilladas en
Bogotá?
Esta decisión que parece tener un margen sumamente
polarizado nacerá en cada ciudadano de la misma vivencia sensible de lo taurino.
La actual defensa de los derechos
de los animales es un lucha social que culturalmente ha nacido de la
disposición sensible del ciudadano ante otro ser vivo. Defender un animal es
ver en él y en su sufrir un dolor que tomamos como nuestro, es permitirle a
nuestra sensibilidad que convierta en sujeto sensible y racional a dicho animal
por el simple hecho de que podemos imaginarnos su dolor. No defendemos al
animal sino la lectura de su dolor en nosotros mismos. ¿Sufre entonces el toro?
Sin duda lo hace, pero la verdadera angustia ante el dolor no nace en él, sino
en nuestra predisposición sensible para que cada cosa nos resulte cercana y
viva. Aquella impotencia e ira que se siente al ver como
entra la lanza (rejón) del rejoneador en el toro, es una sensación nacida en
nuestra capacidad de sintonizarnos con el dolor, pero es solo imaginación y
sensibilidad.
Esta capacidad de sintonizarnos
va más allá de los toros y el dolor. Sufríamos de pequeños la muerte de
Platero, pues todo hacía que la tristeza
se nos hiciese cercana. Humanizamos nuestro alrededor de la misma forma que lo
hace un niño al sentir tristeza porque una vela, que él pesaba viva, se ha
extinguido. Y por ende si sentimos dolor, en el tarjetón querremos detener
aquello que nos hace sentir culpables, y marcaremos un NO.
Curiosamente aquel que marque SI
habrá convivido de igual forma con una sensibilidad sintonizada, solo que no
tan culposa. Esta persona vera al toro no como animal, sino como sujeto. Toro y
torero en la narrativa del toreo no son posiciones jerárquicas, sino meros
lugares donde se perfilan los enemigos. El Torero pacta con su sensibilidad y
humaniza al toro, ve en él un ser capaz de ser su enemigo: no hay nada más
elevado y halagador que ser un enemigo, y saber que extiendo ante un otro la
posibilidad de mi muerte.
De esta forma, aquella persona
querrá poner un SI, pues ve un acto “cultural”, un rito de sacrificio y gloria
(muy religioso tal vez). Pondrá SI pues ha humanizado al animal, no hacia el
dolor, sino hacia la gloria; o así creerá verlo, pues otros dirían que él se ha
animalizado a sí mismo. Una vez más todo a causa de la imaginación y la
sensibilidad.
Por ende salvar al animal o brindarle
muerte son las dos caras de una misma moneda, son solo las direcciones a las
que nuestra sensibilidad se ha enrrutado. Si en algún momento llegamos a las urnas marquen
SÍ o NO como gusten, de poderlo, yo me inclinare al voto en blanco.
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