domingo, 25 de octubre de 2015

De la tierra del olvido a la magia salvaje



En momentos en que el país se hunde en debates, surge una luz de orgullo en forma de documental. Foro Javeriano se arriesga a hacer un análisis distinto de la exitosa producción.

Autores: Silvana Rozo Moreno y Juan Manuel Suárez Murillo

            Algo realmente salvaje, como viene siendo el comportamiento del dólar últimamente, dejó de ser un problema para los productores de la película Colombia, Magia Salvaje. El tema de dividir entre tres la cantidad en pesos, para desilusionarse con el resultado en dólares, se volvió insignificante después de que la película lograra una ganancia de 2,5 millones de dólares un par de días atrás. El proyecto es tan ambicioso, que el hermoso arcoíris que se ha dibujado delicadamente sobre la mágica y salvaje Colombia, busca lograr el objetivo de los dos millones de espectadores.
Paisajes alucinantes con animales inexplicables deslumbran a los colombianos que se rinden ante la estoica y aterciopelada voz de Julio Sánchez.

Aquí comienza nuestra expedición dentro de la inexplorada selva colombiana. Tierra no solo de naturaleza fantástica, sino también de situaciones exóticas y poco congruentes, que fueron omitidas por las cámaras productoras de la exitosa cinta, pero que por suerte nosotros si logramos captar, dejando en evidencia las incongruencias que rodean y ensucian este bello paraíso.

En la primera toma de esta edición inédita, el narrador, con especial grandilocuencia, narra las hermosas maravillas colombianas. Eso sí, tengan plena certeza que detrás de nuestro querido “Julito”, se posa con recelo la sombra enorme de un elefante canadiense que huele a petróleo y gas, un tal Pacific Rubiales, quien le patrocina su querida emisora. Y es justamente él, con esa sombra detrás, el encargado de convencernos de la necesidad de salvar a Colombia de la locomotora minera.

El siguiente escenario nos traslada a un gran palacio rodeado de cemento en el centro del país, que sin ser el paraíso, está habitado por uno de los Santos. Este espécimen ha dejado entrar a miles de animales extranjeros, que buscan extraer los recursos de los verdes campos que muestra el documental. Con toda la viveza de un camaleón, este animal logra transformar su imagen rápidamente y se muestra cómo uno de los más preocupados en impedir el agotamiento de los recursos que están siendo saqueados. A través de sus extremidades, nuestra criatura dejó impresa su huella, al recordarnos permanentemente durante la producción, la participación activa del Ministerio del Medio Ambiente.

El desenlace de nuestra adaptación es exclusiva para ustedes. Aun cuando fue ignorado durante toda la película original, se presentó ante nuestros lentes un personaje que forma parte de todos los ecosistemas recreados y siempre ha demostrado un comportamiento curioso e incoherente. Normalmente actúa por instinto más que por razón y es el causante del daño ambiental que existe en Colombia. Al igual que al colibrí, el “Néctar” es su bebida preferida; su torso está adornado por la camiseta de la selección y en su cabeza lleva puesta la corona de Miss Universo la cual alardea ante el resto del planeta; su sentido del olfato es deficiente, pues solo respira patriotismo afuera del país, jactándose de esa Colombia mágica y salvaje, por la cual no hace mayor esfuerzo… Definitivamente parece que este animal es colombiano de dientes para afuera, pues dentro de su hábitat se comporta de forma voraz. Prueba de ello es el lamentable estado en que quedaron las salas de cine al final del espectáculo, ya que después de llenarse de satisfacción por el extraordinario patrimonio natural de Colombia, las criaturas no recogieron los envases de comida utilizados, demostrando además que también se parecen al oso perezoso de la película.


Ahora bien, esta versión no-oficial de la película deja entrever que hay muchas partes fangosas de Colombia Magia Salvaje, pero es imposible ignorar el poderoso y necesario mensaje de auxilio por el medio ambiente que nos deja a los colombianos. Hay que enfatizar que la conciencia ambiental tiene su base en la solidaridad, en reconocer que hay más especies con las que compartimos el planeta. Los colombianos debemos comenzar a cambiar el paradigma interno, pues no tiene sentido caer en la moda de lo “eco-friendly” y al mismo tiempo colarse en el semáforo cuando se tiene la oportunidad, sin pensar en quienes hacen la fila, o gastar litros de agua al bañarnos, importándonos poco la sequía producida por el Niño, porque así, Colombia solo seguirá siendo lo que es actualmente, un país de salvajes, sin magia.

No hay comentarios:

Publicar un comentario