En momentos en que el
país se hunde en debates, surge una luz de orgullo en forma de documental. Foro
Javeriano se arriesga a hacer un análisis distinto de la exitosa producción.
Autores: Silvana Rozo Moreno y Juan Manuel
Suárez Murillo
Algo realmente salvaje, como viene siendo el comportamiento del dólar últimamente, dejó de ser un problema para los productores de la película Colombia, Magia Salvaje. El tema de dividir entre tres la cantidad en pesos, para desilusionarse con el resultado en dólares, se volvió insignificante después de que la película lograra una ganancia de 2,5 millones de dólares un par de días atrás. El proyecto es tan ambicioso, que el hermoso arcoíris que se ha dibujado delicadamente sobre la mágica y salvaje Colombia, busca lograr el objetivo de los dos millones de espectadores. Paisajes alucinantes con animales inexplicables deslumbran a los colombianos que se rinden ante la estoica y aterciopelada voz de Julio Sánchez.
Aquí comienza nuestra
expedición dentro de la inexplorada selva colombiana. Tierra no solo de
naturaleza fantástica, sino también de situaciones exóticas y poco congruentes,
que fueron omitidas por las cámaras productoras de la exitosa cinta, pero que
por suerte nosotros si logramos captar, dejando en evidencia las incongruencias
que rodean y ensucian este bello paraíso.
En la primera toma de
esta edición inédita, el narrador, con especial grandilocuencia, narra las
hermosas maravillas colombianas. Eso sí, tengan plena certeza que detrás de
nuestro querido “Julito”, se posa con recelo la sombra enorme de un elefante
canadiense que huele a petróleo y gas, un tal Pacific Rubiales, quien le
patrocina su querida emisora. Y es justamente él, con esa sombra detrás, el
encargado de convencernos de la necesidad de salvar a Colombia de la locomotora
minera.
El siguiente escenario
nos traslada a un gran palacio rodeado de cemento en el centro del país, que
sin ser el paraíso, está habitado por uno de los Santos. Este espécimen ha
dejado entrar a miles de animales extranjeros, que buscan extraer los recursos
de los verdes campos que muestra el documental. Con toda la viveza de un
camaleón, este animal logra transformar su imagen rápidamente y se muestra cómo
uno de los más preocupados en impedir el agotamiento de los recursos que están
siendo saqueados. A través de sus
extremidades, nuestra criatura dejó impresa su huella, al recordarnos
permanentemente durante la producción, la participación activa del Ministerio
del Medio Ambiente.
El desenlace de nuestra
adaptación es exclusiva para ustedes. Aun cuando fue ignorado durante toda la
película original, se presentó ante nuestros lentes un personaje que forma
parte de todos los ecosistemas recreados y siempre ha demostrado un comportamiento
curioso e incoherente. Normalmente actúa por instinto más que por razón y es el
causante del daño ambiental que existe en Colombia. Al igual que al colibrí, el
“Néctar” es su bebida preferida; su torso está adornado por la camiseta de la
selección y en su cabeza lleva puesta la corona de Miss Universo la cual
alardea ante el resto del planeta; su sentido del olfato es deficiente, pues
solo respira patriotismo afuera del país, jactándose de esa Colombia mágica y
salvaje, por la cual no hace mayor esfuerzo… Definitivamente parece que este
animal es colombiano de dientes para afuera, pues dentro de su hábitat se
comporta de forma voraz. Prueba de ello es el lamentable estado en que quedaron
las salas de cine al final del espectáculo, ya que después de llenarse de
satisfacción por el extraordinario patrimonio natural de Colombia, las
criaturas no recogieron los envases de comida utilizados, demostrando además
que también se parecen al oso perezoso de la película.
Ahora bien, esta versión
no-oficial de la película deja entrever que hay muchas partes fangosas de
Colombia Magia Salvaje, pero es imposible ignorar el poderoso y necesario
mensaje de auxilio por el medio ambiente que nos deja a los colombianos. Hay
que enfatizar que la conciencia ambiental tiene su base en la solidaridad, en
reconocer que hay más especies con las que compartimos el planeta. Los colombianos
debemos comenzar a cambiar el paradigma interno, pues no tiene sentido caer en
la moda de lo “eco-friendly” y al mismo tiempo colarse en el semáforo cuando se
tiene la oportunidad, sin pensar en quienes hacen la fila, o gastar litros de
agua al bañarnos, importándonos poco la sequía producida por el Niño, porque
así, Colombia solo seguirá siendo lo que es actualmente, un país de salvajes,
sin magia.
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