jueves, 17 de septiembre de 2015

LA LUCHA CONTRA LA TAUROMAQUIA: ¿EN CONTRA DE LA DEMOCRACIA?

Daniel Barrios-Séptimo Semestre

LA LUCHA CONTRA LA TAUROMAQUIA: ¿EN CONTRA DE LA DEMOCRACIA?

Durante la última administración bogotana se ha visto cómo se intenta acabar con la tauromaquia. Como aficionado a la fiesta brava he tenido siempre presente que en algún momento, muy posiblemente más pronto que tarde, los animalistas ganarán la batalla y dejaré de contar con las corridas de toros como una posibilidad dentro de mi agenda cultural. Estoy dispuesto a aceptar esto, pues las transformaciones sociales ocurren y unas veces se está en el afortunado grupo que se beneficia de ellas, pero otras se cae en el desdichado grupo contrario. Lo que sí no estoy dispuesto a aceptar es que se deteriore la democracia y  que a un grupo de ciudadanos se les viole sus derechos en nombre de la maltratada democracia.

La Alcaldía no puede prohibir las corridas de toro por medio de una simple decisión administrativa ya que estas se encuentran protegidas por medio de una ley expedida por el Congreso. Por este motivo, la creatividad ha sido amplia por parte del alcalde y ha intentado lograr su objetivo por todos los medios posibles. Primero dio por terminado unilateralmente, mediante un decreto, el contrato de arrendamiento de la Plaza de Toros La Santamaría que tenía la Corporación Taurina con el distrito. La Corte Constitucional tumbó esta decisión y ordenó a la Alcaldía, en un término no mayor a seis meses, reanudar el espectáculo y que se garantizaran mecanismos contractuales para la continuidad del arrendamiento de la plaza.  Haciéndole el quite a esta decisión, Petro aprovechó que La Santamaría necesitaba de ciertas obras de restauración e inició un proceso de contratación para poderlas ejecutar. A diferencia de todas las otras obras que se llevaron a cabo durante su administración (en la que improvisó hasta más no poder debido a su desespero por contratar y ejecutar para mostrar resultados de manera rápida a la opinión pública) el alcalde decidió dilatar todo lo que pudo dicho proceso.

Viendo que ya se le acaba la gestión y que no ha ganado su lucha personal antitaurina, Petro ha convocado a una consulta popular para que sean los bogotanos quienes decidan sobre el tema. He aquí donde encuentro mi mayor distanciamiento ideológico con todo este proceso. Pienso que no se le puede otorgar a un grupo mayoritario el poder de decidir sobre los gustos culturales de uno minoritario. En Colombia hemos confundido la democracia con la voluntad de las mayorías, cuando lo que verdaderamente convierte a una democracia valiosa es el respeto hacia los derechos de las minorías.


Aparte de causarme disgusto, me es difícil creer que el actual alcalde procede de manera autoritaria frente a este tema. Gustavo Petro es una persona que durante toda su carrera política ha pertenecido a movimientos y partidos políticos que conforman siempre la minoría en el Congreso y entiende muy bien que para el sano funcionamiento de la democracia hay que respetar el derecho a ejercer la oposición. Por eso estoy convencido de que la tauromaquia sí se puede acabar en Bogotá y en Colombia pero jamás desconociendo al ordenamiento jurídico o disminuyendo la democracia.

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