La desconcertante realidad Capitalina
Por:
Juan Felipe Jiménez Segura
Noveno
semestre
Ciertamente la ciudad está
sumida en un caos desde cualquier óptica que analicemos: tanto la inseguridad,
como la movilidad y la contaminación ambiental son solo algunas de las
problemáticas que día a día tenemos que soportar. De la misma manera, las
desastrosas administraciones de los últimos gobernantes de la ciudad han
acentuado el desorden. Los caprichos y los intereses particulares de los mismos
no solo perjudicaron a sus contradictores, sino tristemente a toda la población
capitalina.
Sumado a lo anterior, sale a
relucir una problemática mucho más compleja y es la falta de conciencia de los
ciudadanos sobre los problemas que nos aquejan; hay que decir que el resultado
de la Bogotá (in)Humana que tenemos hoy en día no es solo fruto de la
paupérrima labor de los que se han hecho llamar nuestros burgomaestres en los
últimos tres periodos, sino de todos los que con su carencia de cultura
ciudadana contribuyen al caos.
Esta difícil situación
comunitaria se ve materializada en casi todos los aspectos cotidianos. Basta
con salir a manejar por las calles para darnos cuenta que muchas veces el
problema de tanto desorden radica en nosotros mismos: cosas tan tristemente
banales en nuestra sociedad como no usar las direccionales, no ceder el paso a
los peatones, no respetar los pares, entre mucha otras cosas que parecieran
insignificantes, van sumando y van aportando al desorden que ya existe aunado a
muchos otros factores. Esto en materia de movilidad, pero si magnificamos el
espectro a otros escenarios, vemos que el denominador común de la intolerancia
y de la carencia de pensamiento colectivo se repite y se arraiga en la forma de
actuar de la gran mayoría de habitantes de la ciudad. Las máximas de
solidaridad y bienestar colectivo se reducen al papel porque, en resumidas
palabras, en esta ciudad cada quien hace lo que se le antoja sin importarle lo
que pase con el de al lado. Lo realmente preocupante radica en que este no es
solo un problema de Bogotá, es un problema nacional. Mientras no pensemos de
manera colectiva sino de manera individual sin tener en cuenta a los demás,
este país nunca va a poder salir adelante y no habrá proceso de paz que valga,
ni ningún “superalcalde” que rescate a la ciudad.
Es claro que las mismas
dinámicas de la ciudad nos van conduciendo a volvernos parte de esta falta de
cultura y civismo que gobierna Bogotá, pero lo cierto es que las cosas pequeñas
que cada quien realiza en su entorno, los pequeños cambios en pos de la cultura
ciudadana sirven y de una ínfima proporción, pero aportan para generar una
mejoría. Por último es preciso recordar una vez más el inmenso poder e
incidencia que tiene el futuro ejercicio de nuestra profesión en la sociedad
para generar profundos cambios; es por ello que nosotros tenemos un deber mayor
de aportar nuestro liderazgo y capacidad para darle un nuevo rumbo no solo a
Bogotá sino a Colombia.
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