martes, 15 de septiembre de 2015

La Mujer de Oro



Por: Carlos Randazzo- estudiante de X semestre

La semana pasada tuve la oportunidad  de ver la maravillosa película La mujer de oro de Simon Curtis, donde se narran las peripecias de María Altmann, una judía-austriaca a la que los nazis le arrebataron el cuadro de su tía Adele Bloch-Bauer: la Mujer de Oro de Gustav Klimt.  En toda la película se muestra la tragedia que sufrieron los judíos tras la anexión de Austria  al territorio nazi en 1938, donde no solo los privaron de sus bienes sino también de sus derechos. Fueron obligados a abandonar el país que amaban porque podían ser asesinados en cualquier momento. Tal fue el caso de María, quien escapñññ﷽﷽﷽﷽﷽﷽﷽apomento por los nazisóñññ﷽﷽﷽﷽﷽﷽﷽apomento por los nazis junto con su esposo, dejando a sus ancianos padres en Austria donde fueron asesinados por los nazis.

También muestra el conflicto latente que hubo en la sociedad austriaca tras el fin de la Segunda Guerra Mundial donde conviven el remordimiento y un negacionismo colectivo frente a la tragedia del Holocausto. Esta es una cuestión que divide el alma de una nación que pretende ser civilizada y democrática, a la que atormentan los fantasmas del pasado y que debe lidiar con dichos demonios para curarse y emerger como una nueva nación con un espíritu renovado.

Ver esta película me recordó los constantes peligros que agobian a las sociedades actuales donde una crisis política y económica nos puede llevar a buscar culpables donde no los hay, a buscar chivos expiatorios como lo hizo Hitler con los judíos; situación que hoy tristemente se presenta en Venezuela y en menor medida en Colombia.

El presidente Nicolás Maduro, ante una crisis económica incontrolable y una posible derrota electoral en los comicios que se aproximan, decidió espolear la bandera del nacionalismo y de la xenofobia, deportando a los colombianos que viven en su país, bajo la premisa de que eran criminales que destruían su país y por ello debían ser expulsados. Lo anterior con el fin de desviar la atención de su pueblo hacia los desmanes de su gobierno. Bajo esta premisa expulsó a familias enteras, los privó de sus bienes y de sus derechos. 

Claramente ante este atropello muchos colombianos reaccionaron bruscamente ante los ultrajes sufridos por nuestros compatriotas. Empezaron a exigir una política de retaliación donde pedían la expulsión de los venezolanos que  viven en nuestro país, en su mayoría exiliados políticos de la  dictadura de Maduro. Muchas de ellas, personas decentes y trabajadoras que aportan mucho a nuestro país.

Qué equivocados estamos al creer que las expresiones xenófobas eran cenizas del pasado. Estamos igual a cuando nos negamos a recibir inmigrantes chinos y japoneses en el siglo XIX bajo la premisa de que eran ateos y perturbarían la unidad de una nación de mayoría católica. También en los años treinta del siglo XX negamos la presencia de judíos europeos con unas muestras de antisemitismo comparables a las de los nacionalsocialistas alemanes y sabemos que muchos que pudimos haber acogido en nuestro país terminaron en Auschwitz y Treblinka. Este debate surge en un momento en que estamos definiendo qué tipo de país queremos: un país intolerante, patriotero y xenófobo o un país pluralista, tolerante y democrático.

Estamos en la lucha por el alma de nuestra nación. El resultado de esta batalla espiritual nos definirá a futuro, el país que legaremos a nuestros descendientes.Me aterra oír que algunos colombianos propongan como retaliación deportar a los venezolanos que viven en Colombia para “devolver” el golpe a Maduro. Esas expresiones xenófobas nos rebajan al nivel  de ignorancia del presidente vecino y nosotros como país somos mejor que eso. Los venezolanos que viven en nuestro país no tienen la culpa de tener un presidente intolerante e ignorante. No agreguemos más víctimas a esta tragedia. Recuerdo a Martin Luther King diciendo: “Devolver odio por odio multiplica el odio, añade una oscuridad más profunda a una noche ya desprovista de estrellas. La oscuridad no puede expulsar a la oscuridad: sólo la luz puede hacer eso. El odio no puede expulsar al odio: sólo el amor puede hacer eso.”, y sus palabras resuenan  en mi cabeza y debería resonar en la de todos los colombianos. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario