La semana pasada tuve la oportunidad de ver la maravillosa película La mujer de oro de Simon Curtis, donde
se narran las peripecias de María Altmann, una judía-austriaca a la que los
nazis le arrebataron el cuadro de su tía Adele Bloch-Bauer: la Mujer de Oro de
Gustav Klimt. En toda la película se
muestra la tragedia que sufrieron los judíos tras la anexión de Austria al territorio nazi en 1938, donde no solo los
privaron de sus bienes sino también de sus derechos. Fueron obligados a
abandonar el país que amaban porque podían ser asesinados en cualquier momento.
Tal fue el caso de María, quien escap ó junto con su esposo, dejando a sus ancianos padres en
Austria donde fueron asesinados por los nazis.
También muestra el conflicto latente que hubo en la sociedad
austriaca tras el fin de la Segunda Guerra Mundial donde conviven el
remordimiento y un negacionismo colectivo frente a la tragedia del Holocausto.
Esta es una cuestión que divide el alma de una nación que pretende ser
civilizada y democrática, a la que atormentan los fantasmas del pasado y que
debe lidiar con dichos demonios para curarse y emerger como una nueva nación
con un espíritu renovado.
Ver esta película me recordó los constantes peligros que
agobian a las sociedades actuales donde una crisis política y económica nos
puede llevar a buscar culpables donde no los hay, a buscar chivos expiatorios
como lo hizo Hitler con los judíos; situación que hoy tristemente se presenta
en Venezuela y en menor medida en Colombia.
El presidente Nicolás
Maduro, ante una crisis económica incontrolable y una posible derrota electoral
en los comicios que se aproximan, decidió espolear la bandera del nacionalismo
y de la xenofobia, deportando a los colombianos que viven en su país, bajo la
premisa de que eran criminales que destruían su país y por ello debían ser
expulsados. Lo anterior con el fin de desviar la atención de su pueblo hacia
los desmanes de su gobierno. Bajo esta premisa expulsó a familias enteras, los
privó de sus bienes y de sus derechos.
Claramente ante este atropello muchos colombianos
reaccionaron bruscamente ante los ultrajes sufridos por nuestros compatriotas.
Empezaron a exigir una política de retaliación donde pedían la expulsión de los
venezolanos que viven en nuestro país,
en su mayoría exiliados políticos de la
dictadura de Maduro. Muchas de ellas, personas decentes y trabajadoras
que aportan mucho a nuestro país.
Qué equivocados estamos al creer que las expresiones
xenófobas eran cenizas del pasado. Estamos igual a cuando nos negamos a recibir
inmigrantes chinos y japoneses en el siglo XIX bajo la premisa de que eran
ateos y perturbarían la unidad de una nación de mayoría católica. También en
los años treinta del siglo XX negamos la presencia de judíos europeos con unas
muestras de antisemitismo comparables a las de los nacionalsocialistas alemanes
y sabemos que muchos que pudimos haber acogido en nuestro país terminaron en Auschwitz
y Treblinka. Este debate surge en un momento en que estamos definiendo qué tipo
de país queremos: un país intolerante, patriotero y xenófobo o un país
pluralista, tolerante y democrático.
Estamos en la lucha por el alma de nuestra nación. El
resultado de esta batalla espiritual nos definirá a futuro, el país que
legaremos a nuestros descendientes.Me aterra oír que algunos colombianos propongan como
retaliación deportar a los venezolanos que viven en Colombia para “devolver” el
golpe a Maduro. Esas expresiones xenófobas nos rebajan al nivel de ignorancia del presidente vecino y nosotros
como país somos mejor que eso. Los venezolanos que viven en nuestro país no
tienen la culpa de tener un presidente intolerante e ignorante. No agreguemos
más víctimas a esta tragedia. Recuerdo a Martin Luther King diciendo: “Devolver
odio por odio multiplica el odio, añade una oscuridad más profunda a una noche
ya desprovista de estrellas. La oscuridad no puede expulsar a la oscuridad:
sólo la luz puede hacer eso. El odio no puede expulsar al odio: sólo el amor
puede hacer eso.”, y sus palabras resuenan
en mi cabeza y debería resonar en la de todos los colombianos.
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