Un
año después de la muerte de Gabriel García Márquez, recuerdo todo lo que este
personaje significa para mí y lo que realmente significa Macondo para Colombia.
Autor: Catalina Sojo Molina - publicado en mayo de 2015
Muchos años después
frente a la pantalla de este computador, recuerdo aquella tarde remota en que
mi padre me llevó a conocer La Cueva. Estaba tan fascinada como cuando llevaron
al coronel Aureliano Buendía a conocer el hielo. Desde que llegamos y vi las
pisadas del elefante que llevó Alejandro Obregón para que le permitieran el
ingreso al bar, sabía que estaba entrando a un lugar único. Pero, sobretodo, al vislumbrar las fotos de
Gabriel García Márquez entendí que La Cueva no solo era única, sino mágica.
Pensar que en ese lugar se reunían algunos de los personajes más influyentes que
ha tenido nuestro país me hizo querer aprender más sobre ello. Desde ese día,
cuando tenía tan solo trece años, empecé a obsesionarme con los escritos de
aquel que cariñosamente llamamos Gabo. Recuerdo el deseo frustrado que tenía de
conocer Macondo, ver el camino de las mariposas amarillas, abordar un barco que
recorriera el río Magdalena donde quizás pudiera encontrarme con Florentino
Ariza, conocer a un personaje tan fantástico como la Mamá Grande e, incluso,
escribirle una carta al Coronel. Años después comprendí porqué se dice que todo
esto que Gabo logró plasmar en letras tan fantásticas y cautivantes se conoce como
realismo mágico. Este es el mundo actual en el que vivimos, nuestra realidad,
por más mágica e irrealista que en ocasiones parezca. Macondo está alrededor de
todos nosotros. Macondo es la perfecta metáfora para describir a Colombia:
refleja nuestro origen, evolución y costumbres. Lo anterior desde la
explotación colonial, las muertes que siguen aumentando con las guerras y violencia,
la pérdida de recursos de nuestro país e incluso cuando los "países
avanzados" nos tildan de estar alejados de la civilización al tener
"años de retraso". Sin embargo, así como Macondo, Colombia se está
transformando y está en nuestras manos aprovechar de nuestra oportunidad en la
tierra y unirnos como país o, de lo contrario, vivir otros cien años de
soledad.
El 17 de abril se
cumplió un año desde su muerte. Desde que se fue parece que se hubieran
marchado también las mariposas amarillas. Recordando el discurso de aceptación
del Premio Nobel, García Márquez habla sobre cómo la realidad descomunal en la
que vivimos hace que los escritores tengan que pedirle poco a la imaginación,
ya que el mayor desafío para estos sea la insuficiencia de recursos
convencionales que logren hacer creíble nuestra historia. Gabo recuerda como
William Faulkner, en su propio discurso de aceptación del Premio Nobel, decía
que se negaba a admitir el fin del hombre.
Sin embargo, esta frase parece ser posible. Cada vez más los hombres se
matan unos a otros y las ideologías van perdiendo su poder. Los escritores como
Gabo tenían la firme convicción de que todavía no es demasiado tarde para
llegar a una nueva utopía de la vida, donde sea cierto el amor y posible la
felicidad. Comparto firmemente la opinión de estos dos grandes pensadores. No
creo en las armas sino en el poder de la palabra. Para mí, toda revolución
debería empezar desde un escritorio, porque no hay nada que pueda más que la
palabra. Pienso que la palabra llega a un lugar donde las armas nunca han
logrado aterrizar. La pluma entra en los corazones de cientos de miles,
mientras que las armas no hacen más que destruirlos.
Son escritores como
García Márquez los que nos hacen querer cambiar el mundo, los que nos inspiran
a hacer más allá de lo imposible por mejorar nuestra sociedad y a nosotros
mismos. Gracias a ese día que mi papá me llevó a La Cueva me fasciné con un
mundo vasto hasta entonces desconocido. Me inspiró a leer a los autores que al
mismo Gabo le habían fascinado. Me inspiró a querer estudiar Literatura y
quizás algún día escribir una gran novela.
Ahora bien, llegó la
hora de buscar las mariposas amarillas. Puede parecer utópico, pero realmente considero
que si todos leyéramos entre las letras de lo escrito por García Márquez y
recordáramos nuestro pasado aún estamos a tiempo de salir de ese ciclo
repetitivo, lleno de promesas infundadas e incumplidas. De esta forma, en las
palabras de Gabo, nuestra sociedad condenada a cien años de soledad podrá tener
de una vez por todas una segunda oportunidad en esta tierra.
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