La persecución a nivel internacional que dirigen
los Estados Unidos contra las cabezas de Wikileaks
ha generado un debate en torno a la libertad de prensa a nivel mundial.
Por:
Santiago Osorio Salazar
Para
nadie es un secreto la persecución norteamericana a los colaboradores de Wikileaks que, considerados héroes por
unos y ultravillanos por otros, ha estado entre las prioridades de Estados Unidos.
No obstante, dicha persecución parecía estar estancada luego de que el fundador
de Wikileaks, Julian Assange, en una
hábil movida, lograra escaparse de las garras anglosajonas refugiándose en la
embajada ecuatoriana en Londres el 19 de Julio de 2012, donde permanece hasta
el sol de hoy en un pequeño cuarto con una cocina, claramente una conexión de
internet y una banda trotadora.
Sin
embargo, por estos días la “caza de brujas”, como la ha bautizado Assange, ha
cobrado una nueva dimensión. Esta vez el objetivo es el ex técnico de la CIA,
Edward Snowden, quien reveló programas de espionaje estatal, sobretodo de
agencias de inteligencia como la NSA, y por ello, de ser capturado, enfrentaría
serios cargos en su país natal, que se ha dicho podrían llevarlo incluso a la
pena de muerte. Aunque el caso de Assange es propio de guión de telenovela y
ocasionó tensión en diferentes relaciones diplomáticas -que incluso el
presidente Correa, de forma oportunista, aprovechó para venderse como un gran
defensor de la libertad de prensa a pesar de haber protagonizado serios ataques
a la misma en su propio país-, el efecto Snowden en la diplomacia internacional
ha sido de mucha mayor envergadura. El
país norteamericano ha puesto sus relaciones en juego por su afanosa búsqueda, llevándolo
incluso a sugerir a sus aliados europeos que restringieran su espacio aéreo a
Evo Morales por sospechas de que el ex técnico de la CIA se encontraba en el
avión, violando directamente normas del Derecho Internacional, e incluso,
poniendo la vida del presidente boliviano en riesgo. Así mismo, el asilo
temporal que ha concedido el Kremlin a Snowden ha llevado a la cancelación de
una reunión prevista entre Putin y Obama, así como el recrudecimiento de las
relaciones diplomáticas entre estos dos países, que nos ha recordado las épocas
de la guerra fría. Éste perseguido duró un poco más de un mes en el Aeropuerto
de Moscú, y realizó más de 26 aplicaciones de asilo.
No obstante, quien ha corrido con peor suerte es
el militar estadounidense Bradley Manning, que enfrenta en estos momentos a la
justicia militar, y su pena podría estar alrededor de 90 años. Durante su
estadía en Iraq, Manning filtró miles de cables, entre los cuales se encontraba
el polémico video del bombardeo de Baghdad, en el que murieron varios
periodistas, así como documentos que comprometerían a Estados Unidos como
catalizador de la primavera árabe.
Gracias a estos hechos que tienen a la comunidad
internacional paralizada y a los gigantescos mecanismos gringos trabajando a
todo dar, el debate sobre la libertad de prensa está más vigente que nunca. Si
bien es una verdad casi irrefutable que los países deben tener derecho a
mantener en secreto muchas de sus actuaciones, sobre todo en lo relativo a la
tan venerada “seguridad nacional”, el material que ha sido revelado nos hace
cuestionarnos sobre la extensión de ese derecho, así como la legitimidad de
personajes como los de Wikileaks a
revelar la verdad al mundo entero. Gracias a Assange y a sus colaboradores, se
han revelado atrocidades cometidas en lugares como Irak o Guantánamo; también
se ha mostrado cómo los Estados Unidos han desarrollado, a raíz del 11 de
Septiembre, programas de espionaje que violan completamente la intimidad de los
ciudadanos, realizando una constante vigilancia sobre su vida privada. Incluso
el Wall Street Journal, a partir de los informes de Snowden, ha dicho que la
NSA, principal agencia de inteligencia del país norteamericano, es capaz de
espiar el 75% de todo aquello que ocurre en internet en dicho país. El mismo ex
técnico de la CIA, al justificar sus motivos para publicar toda la información
secreta, dijo: “Yo no quiero vivir en una sociedad que hace ese tipo de cosas
(vigilancia a sus ciudadanos)… Yo no quiero vivir en un mundo donde todo lo que
hago y digo es grabado… Mi único motivo es informar al público sobre lo que es
hecho en su nombre, y lo que es hecho en su contra.”
Todo esto debería hacernos reflexionar sobre la
importancia de proteger la libertad de prensa, e incluso rechazar la cacería
que realizan los Estados Unidos en contra de sus mayores exponentes la cual
crea un mensaje de terror: No te metas con el tío Sam.
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