La campaña del futuro presidente de Colombia desde el “espejo retrovisor”
Lo bueno, lo malo y lo feo de la campaña de Iván Duque
En esta edición FORO JAVERIANO echa un vistazo en retrospectiva a lo bueno, lo malo y lo feo de la campaña presidencial que convirtió al candidato del Centro Democrático en el nuevo ocupante de la Casa de Nariño.
Por: Natalia Botero y María Paulina Santacruz
Han pasado dos meses desde el triunfo de Iván Duque en los comicios del 17 de junio y en la cafetería del Giraldo por fin cambiamos de tema. Sin embargo, la campaña que llevó a cabo el equipo de este lobo joven puso en evidencia la realidad de la política en Colombia que, independientemente de la ideología que se predique, nos trae a los ciudadanos en ocasiones esperanza, en otros casos indignación, y en muchos otros desilusión.
Lo bueno
No cabe duda del carisma que caracterizó al candidato, hoy presidente de Colombia durante toda su campaña. Desde el inicio se mostró tranquilo, sonriente, y convencido de que proyectando una imagen joven y fresca, lograría contrarrestar los efectos que generaría en el electorado pertenecer a un partido de talante conservador y, en muchos casos, retrógrado. Fue así como logró darle una imagen más humana a su partido, conquistar a una juventud inconforme con voluntad de cambio y, a la vez, atender el clamor de una generación mayormente goda que anhelaba el regreso a los caudales de la “mano dura”, característica del periodo uribista. Con todo, la juventud, desparpajo y poca participación en gobiernos anteriores del candidato de 43 años jugaron a su favor.
Por otro lado, Duque supo beneficiarse del denominado “factor Petro”. Fue inteligente a la hora de morigerar (en campaña) sus propuestas más radicales, que por demás son coherentes con el partido que representa, para conquistar al electorado “tibio” que había sido crítico hacia él, pero de igual manera rechazaba la idea de conceder a Gustavo Petro las riendas del país.
A pesar de que el candidato supo traducir sus propuestas a un lenguaje concreto y certero, en varios debates públicos se hizo evidente que su discurso fue bastante libreteado y poco auténtico, hasta el punto que en ciertas ocasiones sus ojos se alcanzaban a desviar para lograr mantener su argumentación. Para muchos, esto evidenció lo que siempre se le criticó: su falta de experiencia.
Con respecto a los demás aspirantes, su campaña política fue a la que más dinero se le invirtió, pues llegó a un aproximado total de $8.957.918.979. Dicha suma superó por varios millones el costo de campaña de Gustavo Petro quien, irónicamente, fue el candidato que menos invirtió con respecto a los demás aspirantes y aún así logró también clasificar a la segunda vuelta presidencial. Esto, tal vez, podría dejar cierta inquietud con respecto al contenido trascendental de las propuestas de uno y otro candidato.
Ahora, a pesar de que a lo largo de la campaña Duque trató de desmarcarse de la figura casi mesiánica de Álvaro Uribe, lo cierto es que sin su apoyo el candidato no estaría hoy ad portas de la Casa de Nariño. La realidad, es que un alto porcentaje del electorado eligió en las votaciones a este candidato porque a fin de cuentas, fue el que terminó eligiendo Uribe.
Lo feo
De manera general, fue preocupante que no se hicieran debates públicos durante el periodo de la segunda vuelta. Sin embargo, fue incluso más alarmante que en el único y último posible debate, ofrecido en la sede de RTVC, el candidato electo no haya asistido a éste, y hubiere preferido resolver preguntas de los electores a través de su cuenta de Facebook (la cual no tiene, evidentemente, el mismo alcance de espectadores que un canal nacional).
Además, por medio de redes sociales circularon vídeos de personas en Soacha que portaban signos distintivos del partido Centro Democrático y ofrecían $10.000 a los sufragantes para que éstos votaran por Iván Duque. A pesar de que se aclaró que estas actuaciones no tuvieron relación alguna con el candidato en cuestión, sí fue bastante infortunado para este partido que varios de sus seguidores se empeñaran en cometer estas actuaciones deplorables.
Sin embargo, al final del día, el éxito de una campaña política no tiene mejor derrotero que los propios electores, y en este caso, el triunfo de Duque evidenció cómo lo bueno, lo malo y lo feo, se conjugaron para darle un 54% de los votos y su lugar en la Casa de Nariño.
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