sábado, 2 de junio de 2018

Nuestros pequeños actos de corrupción


Nuestros pequeños actos de corrupción

En medio de la corrupción en la que estamos, la mayoría de personas han decidido tomar el papel de víctimas y criticarla, pero ¿qué pasaría si intentáramos entenderla? En este artículo le demostramos que caer en la corrupción es más fácil de lo que cree.  
Camila Solano Mantilla

Falsedad en documento público, violación a los derechos de propiedad intelectual y cohecho o soborno a un servidor público son delitos que pueden llegar a significar de 48 a 108 meses en prisión y que la mayoría de nosotros hemos cometido. Foro Javeriano le hizo una encuesta a 100 personas de 15 a 30 años para demostrar lo fácil que es caer en la corrupción.
Entre los entrevistados, 60% ha usado una cédula falsa, 86% ha apoyado la piratería, 31% ha sobornado a un policía y 82% se ha copiado en un examen. Aunque no todos son delitos, todos muestran actos que podemos considerar insignificantes, pero son el inicio de la inmoralidad.  
No deberíamos estar divididos entre “los buenos” y “los malos”; somos solo personas con miles de facetas, situaciones y matices. Todos hemos cometido actos de maldad así como también los terroristas más atroces han hecho cosas buenas.
“Mi padre era muy amoroso y me daba buenos consejos, a pesar de que no los ponía en práctica fuera de casa. Su rol como papá fue cumplido a cabalidad”, dijo Juan Pablo Escobar, hijo de Pablo Escobar, para una entrevista en ABC[1].
Stanley Milgram, psicólogo de la universidad de Yale, quiso entender los crímenes contra la humanidad que se vivieron en la segunda guerra mundial. A partir de esto, se preguntó ¿bajo qué condiciones una persona seguirá ciegamente una órden y cometerá acciones que traicionen su ética y valores? Llevó a cabo un experimento en el campus de Yale en 1962 con 40 hombres entre 20 y 50 años. A los hombres que participaron en el experimento les dijo que era para medir que tan efectivos eran los castigos en el aprendizaje (en este caso, el castigo era una decarga eléctrica). Ellos tenían que actuar como profesores  y pracicarle unos ejercicios de memoria a otra persona, el estudiante, que en realidad era un actor. Cada vez que el estudiante respondiera mal, el profesor le debía hacer una descarga eléctrica que iba subiendo el voltaje paulatinamente. Realmente lo que Milgram intentaba averiguar era quienes estarían dispuestos a llegar a 450 voltios. Cabe resaltar que el estudiante no recibía ningún shock eléctrico, pero parecía que si.
El 65% llegó a los 450 voltios y TODOS a 300 voltios[2]. Seguramente la mayoría de personas pensarán “yo jamás haría eso” y pensarán que los que lo hicieron son unos sádicos y violentos, pero realmente solo estaban siguendo órdenes. Como cualquier corrupto, traicionaron sus valores y su ética porque alguien les dijo. Pongámonos en esta situación, ¿cuántas veces hemos hecho algo porque una figura con poder y autoridad nos dice que debemos hacerlo? Puede ser un doctor, un abogado, un jefe, un profesor o incluso, un sacerdote. No debemos subestimar la obediencia en el comportamiento.
Philip Zimbardo, psicólogo e investigador del comportamiento, ha intentado explicar los factores que determinan que una “buena persona” cometa actos de maldad. Se ha enfocado en entender las situaciones a las que se exponen los individuos en vez de estudiar al mismo individuo. En su libro El efecto Lucifer[3] dice que hay 7 factores y uno de ellos es tomar un primer paso. Este puede ser un acto “que todo el mundo hace”, como comprar películas piratas o sobornar a un policía, pero pongámoslo en el contexto de la justicia. Si usted ya iba a fallar a favor de alguna de las partes y le ofrecen una platica para asegurarlo y usted la necesita, y además, “todo el mundo lo hace” pues es posible que rompa un poquito sus principios y acepte. Puede que usted sea una buena persona en una mala situación. El contexto también determina el comportamiento de una persona.
Otro de los factores que menciona Zimbardo es la tolerancia pasiva del mal. Hemos crecido con la idea de no meternos en lo que no nos corresponde. Hemos desarrollado un sentido de indiferencia hacia los demás y sus problemas. Preferimos no intervenir en situaciones incómodas y tomamos un rol pasivo; nos hacemos los locos.
Es importante reflexionar sobre estos temas porque habrá un momento en el que debemos decidir si las situaciones en las que estamos van a definir la persona que somos. Piense dos veces antes de tomar un primer paso. Así se tenga que dejar poner una multa, así saque cero en un examen aunque estuviera al lado del más pepa del salón, así le toque pagar un huevo más por su FIFA 2018. No deje que nuestros pequeños actos de desonestidad sean imperceptibles. La corrupción existe, y si tanta gente ha caído en ella, es porque dejaron que un momento de debilidad definiera sus principios. Debemos conocer lo fácil que es caer en la corrupción para poder evitarla.


















[1] http://www.abc.es/play/television/noticias/abci-pablo-escobar-amoroso-como-padre-y-luego-terrorista-201803051011_noticia.html
[2] https://www.youtube.com/watch?v=xOYLCy5PVgM

[3] Zimbardo, P. (2014). El efecto Lucifer. Barcelona: Paidós.


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