martes, 30 de agosto de 2016

Opinión: De Venezuela y una humilde propuesta para el uribismo

De Venezuela y una humilde propuesta para el uribismo

Autor: Juan David Torres – Estudiante de V semestre de Economía.

Lo acaecido hace un tiempo en la frontera colombo-venezolana habla por sí solo: 123,684 ciudadanos procedentes de Venezuela, cruzando atiborrados la frontera en busca de lo que no existe, o simplemente es carísimo al otro lado, es prueba fehaciente de uno de los fracasos institucionales más alucinantes de la historia. Fracaso digno de un capítulo entero en el brillante libro de Acemoglu y Robinson, ¿Por qué fracasan los países? Una inflación que tomará valores entre el 200 % y 700 % y una caída del producto de alrededor del 10 % para este año, según apunta el FMI, son datos bastante dicientes de este fracaso, justo en un país inundado de petróleo.

Ahora bien, partidaria del modelo en el que estriba el fracaso institucional de nuestro vecino es la guerrilla de las Farc. Sin lugar a dudas, el proyecto bolivariano será su caballo de batalla durante los próximos años en el Congreso; de sus afiches, su discurso político, su última conferencia, sus estatutos y el nombre de sus milicias urbanas, se puede llegar a esta conclusión. Que no quepa duda de que nos venderán el proyecto bolivariano como lo último en guarachas. De igual manera lo harán los muchos civiles que simpatizan con este modelo, esos que niegan el fracaso institucional disfrazándolo de “proyecto humanista que defienden los pueblos del mundo”.
Y aquí es donde entra a jugar el uribismo y mi propuesta. Señores, los invito a darle una espera a su “resistencia civil” a los acuerdos.
En primer lugar, porque un acuerdo de paz no tendría sentido si no hay una apertura política de por medio. Uribe sabía esto cuando propuso modificar la constitución para llevar a los ex guerrilleros al Congreso; igualmente el senador Alfredo Rangel, cuando defendió la naturaleza política de la guerrilla para justificar el intercambio humanitario y un ulterior proceso de paz. Es menester que la guerrilla llegue a hacer política, eso sí, saldando primero sus cuentas con la JEP para luego acceder a curules directas transitorias en el Congreso, como sucedió en los 90 con otras guerrillas. En segundo lugar, porque hay que tener una pésima comprensión lectora para aseverar que, a merced de los acuerdos de paz, llegará el comunismo al país. ¿Que crear un fondo de tierras para repartir es una afrenta a la propiedad privada? Desde los liberales como Carlos Lleras hasta los neoliberales de los 90 se han repartido tierras gratis en este país, como lo constata la investigación sobre el INCORA de la misma senadora Cabal y, a pesar de esto, el comunismo nunca llegó. ¿Por qué no aceptan el acuerdo de paz que próximamente se firmará, con todos los beneficios que esto supone, y guardan esa resistencia civil, “pública, pacifica, persistente y argumentada” para enfrentarse, en franca lid, a los futuros congresistas ex guerrilleros y al resto de mercachifles del proyecto bolivariano?

Las fuerzas que invierten en oponerse de manera inane a la paz con la guerrilla las podrían utilizar para una labor más loable que andar pregonando la guerra. “Porque los hombres mueren pero las ideas siguen ahí”, como decía Galán. Esas deben ser el objetivo de combatir por parte de los que creemos en las instituciones políticas y económicas inclusivas. De esas ideas que nos venderán, las cuales destruyeron a todo un país, debemos asegurarnos, como demócratas, que nunca nos sean impuestas, y es ese tipo de resistencia la que debemos ejercer. Es un desafío emocionante del posconflicto.

Ya convencimos a Iván Márquez de dejar las armas y entrar a política. Mi propuesta es dejar que esto sea así, respetando la justicia transicional, y dar el siguiente paso: recibirlo para persuadirlo de que el camino que tomó el vecino país no será el que arregle a Colombia.

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