De Venezuela y una humilde propuesta para el uribismo
Autor: Juan David Torres – Estudiante de V semestre de
Economía.
Lo
acaecido hace un tiempo en la frontera colombo-venezolana habla por sí solo:
123,684 ciudadanos procedentes de Venezuela, cruzando atiborrados la frontera
en busca de lo que no existe, o simplemente es carísimo al otro lado, es prueba
fehaciente de uno de los fracasos institucionales más alucinantes de la
historia. Fracaso digno de un capítulo entero en el brillante libro de Acemoglu
y Robinson, ¿Por qué fracasan los países?
Una inflación que tomará valores entre el 200 % y 700 % y una caída del
producto de alrededor del 10 % para este año, según apunta el FMI, son datos
bastante dicientes de este fracaso, justo en un país inundado de petróleo.
Ahora
bien, partidaria del modelo en el que estriba el fracaso institucional de
nuestro vecino es la guerrilla de las Farc. Sin lugar a dudas, el proyecto
bolivariano será su caballo de batalla durante los próximos años en el Congreso;
de sus afiches, su discurso político, su última conferencia,
sus estatutos
y el nombre de sus milicias urbanas, se puede llegar a esta conclusión. Que no
quepa duda de que nos venderán el proyecto bolivariano como lo último en
guarachas. De igual manera lo harán los muchos civiles que simpatizan con este
modelo, esos que niegan el fracaso institucional disfrazándolo
de “proyecto humanista que defienden los pueblos del mundo”.
Y aquí
es donde entra a jugar el uribismo y mi propuesta. Señores, los invito a darle
una espera a su “resistencia civil” a los acuerdos.
En primer
lugar, porque un acuerdo de paz no tendría sentido si no hay una apertura
política de por medio. Uribe sabía esto cuando propuso
modificar la constitución para llevar a los ex guerrilleros al Congreso; igualmente
el senador Alfredo Rangel, cuando defendió
la naturaleza política de la guerrilla para justificar el intercambio
humanitario y un ulterior proceso de paz. Es menester que la guerrilla llegue a
hacer política, eso sí, saldando primero sus cuentas con la JEP para luego
acceder a curules directas transitorias en el Congreso, como sucedió en los 90
con otras guerrillas. En segundo lugar, porque hay que tener una pésima
comprensión lectora para aseverar que, a merced de los acuerdos de paz, llegará
el comunismo al país. ¿Que crear un fondo de tierras para repartir es una
afrenta a la propiedad privada? Desde los liberales como Carlos Lleras hasta
los neoliberales de los 90 se han repartido tierras gratis en este país, como
lo constata la investigación sobre el INCORA de la misma senadora Cabal y, a
pesar de esto, el comunismo nunca llegó. ¿Por qué no aceptan el acuerdo de paz
que próximamente se firmará, con todos los beneficios que esto supone, y
guardan esa resistencia civil, “pública, pacifica, persistente y argumentada”
para enfrentarse, en franca lid, a los futuros congresistas ex guerrilleros y
al resto de mercachifles del proyecto bolivariano?
Las
fuerzas que invierten en oponerse de manera inane a la paz con la guerrilla las
podrían utilizar para una labor más loable que andar pregonando la guerra. “Porque
los hombres mueren pero las ideas siguen ahí”, como decía Galán. Esas deben ser
el objetivo de combatir por parte de los que creemos en las instituciones
políticas y económicas inclusivas. De esas ideas que nos venderán, las cuales
destruyeron a todo un país, debemos asegurarnos, como demócratas, que nunca nos
sean impuestas, y es ese tipo de resistencia la que debemos ejercer. Es un
desafío emocionante del posconflicto.
Ya
convencimos a Iván Márquez de dejar las armas y entrar a política. Mi propuesta
es dejar que esto sea así, respetando la justicia transicional, y dar el
siguiente paso: recibirlo para persuadirlo de que el camino que tomó el vecino
país no será el que arregle a Colombia.
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