martes, 30 de agosto de 2016

Opinión: Cómo correr con maletas y no viajar


Cómo correr con maletas y no viajar

Autor: Julián Trujillo Guerrero - Estudiante de Filosofía y Derecho
¡Saber amargo aquel que se obtiene del viaje!
Monótono y pequeño, el mundo, hoy día, ayer,
mañana, en todo tiempo, nos lanza nuestra imagen:
¡En desiertos de tedio, un oasis de horror!

Baudelaire
Hace unos días estaba a punto de hacer una tarea cuando Facebook me mostró la mejor historia del año. En ella se resume la condición de turista que caracteriza el tiempo que nos tocó vivir: nuestras ganas por llegar rápido a lo que deseamos, de ir siempre hacia adelante, el desespero que nos da cuando hay que pensar bien las cosas, nuestra ridiculez y, en fin, la forma en que nos relacionamos con el mundo. Lo decía en otra nota: somos turistas, no viajeros.

Iba a comenzar la tarea, decía, cuando vi una noticia que no pude dejar de leer. – Ya saben cómo son los preparativos para un trabajo o cualquiera de sus parientes universitarios o laborales: “un rato más, a ver, ahora sí, a las 4 en punto arranco, y pum, a las 4 nos topamos con lo más interesante del día” –. La noticia hablaba sobre otro rasgo de nuestro tiempo, el video viral. En él se podía ver a un señor en el aeropuerto de Barajas, Madrid, que creyendo que su avión se iba, que lo dejaba el vuelo, ¡dios mío, esta vez no! se lanzó a la pista con su equipaje y emprendió una carrera para alcanzarlo. Naturalmente, el estilo del corredor fue el que se practica en un aeropuerto, aunque aquí se tratara de la pista. Ya es costumbre ese caminado con maletas –o como si se cargaran, no importa–, que a cada paso transmite desesperación e impotencia y que desde lejos muestra a un corredor como con una molestia en el culo que quiere salvarse de algo que lo atormenta. Parecido al de la marcha atlética, bueno perdón la comparación, en todo caso diferente en lo ridículo y similar en aquello del meneo.

Las historias, para que sean buenas historias, no terminan sino cuando se tienen que acabar. Como todo viaje fugaz de turista, unos cuantos metros después los guardias de seguridad interrumpieron la marcha de nuestro personaje y, cuenta la noticia, éste supo que todo había sido en vano, que la decisión de perseguir a un avión como en una película de Rambo no había funcionado. Es decir, que el avión no era el suyo.

Mientras tanto en otro lugar de la pista su vuelo estaba siendo abordado. 

En este mundo de aburrimiento en el que al menos una hora del día parece domingo por la tarde, esperamos con ansias al próximo viaje y pensamos que nos salvará de la rutina. Y por eso ahorramos y nos endeudamos y hacemos planes detalladísimos para todo. Ay, los itinerarios... Pero no viajamos: turisteamos. Algunos dirán que el corredor del video es un ejemplo perfecto de un viajero, por ser audaz y atrevido, pero no, fíjense bien: lleva maletas cuando precisamente menos las necesita. Con esto no quiero decir que sin maletas hubiera alcanzado con eficiencia al avión; intento presentar el sentido de un viaje, que puede ocurrir con o sin ellas, fuera de casa o en ella, durar un día o años.

No hay viaje sin misterio ni desgarro. Teniendo la oportunidad para soltar las amarras, el de Barajas agarró bien las maletas y, ridículo, comenzó a correr. Roberto Bolaño, en su Literatura + enfermedad = enfermedad, escribió sobre el poema “El Viaje” de Baudelaire, que “para viajar de verdad los viajeros no deben tener nada que perder.” En cambio, el hombre de nuestra era pretende salvarse de sus males viendo a la Mona Lisa y al regresar encuentra más tedio, el mismo desasosiego con el que partió. Y una lista de tareas, muchas tareas por hacer.


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