Una guerra contra el terrorismo y la locura
Los ataques que se han presentado en Europa con regularidad
durante los últimos dos años tienen a occidente en vilo. Líderes y gobernantes
deben hacerle frente a la creciente presencia del extremismo islámico en su
territorio.
Autora: María Paulina Santacruz
Parece
que la tranquilidad y la seguridad que caracterizaron al continente europeo
durante los últimos cincuenta años están en la cuerda floja. Al menos esa es la
sensación que dejan los ataques terroristas ejecutados durante lo corrido del
2016, principalmente en Francia, Bélgica y Alemania. Desde el saldo de más de
ochenta muertos que dejó Mohammed Lahouaiej en Niza la noche del aniversario de
la Toma de la Bastilla, hasta la muerte de un sacerdote en Normandía, que fue
degollado por dos jóvenes islamistas, convierten el pasado julio en un mes de
noticias alarmantes. Estas parecían
inspiradas en películas de terror, cuyos protagonistas son hombres trastornados
que no se alejan mucho de la realidad de los perpetradores extremistas. Cerca
de 280 personas han muerto como consecuencia de las ofensivas del Estado
Islámico en Europa.
En
Alemania, un país que ha recibido aproximadamente un millón de solicitudes de
asilo, se presentó un brote de violencia con cuatro ataques a civiles en menos
de una semana. El común denominador: el extremismo islámico.
En
Wurzburg, un joven afgano de 17 años, valiéndose de un hacha, hirió a cuatro
personas que viajaban en un tren regional. Cuatro días después, murieron en
Múnich nueve personas a raíz de un tiroteo. Como si fuera poco, dos días más
tarde, en el marco de un festival de música en Ansbach, un solicitante de asilo
sirio, cuya petición fue negada, se inmoló dejando un saldo de quince heridos.
Ese mismo día en Reutlingen, otro solicitante sirio mató a una mujer a
machetazos. Estos ataques no parecen estar políticamente motivados, simplemente
son la materialización del ideal extremista consistente en acabar con todo
aquel que no siga su corriente religiosa.
El
Estado Islámico se ha atribuido otros ataques con un mayor nivel de destrucción
como los que han tenido lugar en Siria, Irak, Afganistán y Pakistán. El número
de muertes causadas por el terrorismo en occidente, representa sólo un 2,6% del
total de víctimas (Global Terrorism Index).
Para el EI es irrelevante si los perjudicados son musulmanes. Solo por
pertenecer a una rama diferente del islam, se convierten en el objetivo.
Sin
embargo, las agresiones en Europa tienen características algo diferentes. Lobos solitarios ejecutan acciones de
manera aparentemente individualizada, sin que sea necesario mayor contacto con
los líderes terroristas en Siria.
La
organización toma hombres jóvenes, usualmente inmigrantes con historias de
guerra que generan en ellos inestabilidad emocional, convirtiéndolos en el soldado perfecto para defender su ideología cargada de odio y desprecio
hacia la humanidad infiel. Básicamente, lo que quieren demostrar con sus actos
de violencia desmedida, no es más que su lealtad a la organización.
La
guerra librada por el EI, lejos de concentrarse en una región, se ha atomizado
alrededor del mundo y su capacidad de reclutamiento aumenta de manera
exponencial gracias a los canales de comunicación eficaces que les brinda la
tecnología. Así, el EI tiene garantizada la difusión clara de su mensaje.
¿Cómo
terminó Europa sumida en esta problemática? Las posibles respuestas crean un acentuado
debate, especialmente entre líderes políticos. ¿Será que pasaron por alto las
implicaciones que podían tener las políticas de puertas abiertas para los
refugiados, omitiendo controles de seguridad que habrían ayudado a evitar arremetidas
en su territorio?
Esta
serie de eventos han provocado una disminución drástica en la confiabilidad de
los ciudadanos en el gobierno y sus instituciones. A pesar de haber intentado
viajar en dos oportunidades a Siria, Adel Kerminche, uno de los perpetradores del
crimen contra el sacerdote en Francia, vivía en casa por cárcel y se le
permitía estar durante cuatro horas diarias fuera del control de sus guardias,
lapso de tiempo en el cual cometió el delito. Por otro lado, el terrorista de
Ansbach permaneció en Alemania a pesar de que su solicitud de asilo había sido
denegada.
Son
grandes los retos que tienen que asumir los gobiernos a la hora de instaurar
nuevas políticas de seguridad, justicia y control migratorio. Parece que ha
llegado el momento en que los europeos van tener que cuestionar temas tan
fundamentales que hacen parte de su esencia, tales como la apertura de
fronteras, la privacidad y las libertades individuales. La
batalla contra el extremismo islámico comienza a dar un giro trascendental al
unirse en una mezcla mortal el extremismo, la locura y la conectividad global.
Imagen: http://www.newyorker.com/wp-content/uploads/2016/03/Cassidy-Brussels-Attack-On-All-of-Europe-1200.jpg
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