martes, 30 de agosto de 2016

Ataques en Europa

 Una guerra contra el terrorismo y la locura


Los ataques que se han presentado en Europa con regularidad durante los últimos dos años tienen a occidente en vilo. Líderes y gobernantes deben hacerle frente a la creciente presencia del extremismo islámico en su territorio.

Autora: María Paulina Santacruz

Parece que la tranquilidad y la seguridad que caracterizaron al continente europeo durante los últimos cincuenta años están en la cuerda floja. Al menos esa es la sensación que dejan los ataques terroristas ejecutados durante lo corrido del 2016, principalmente en Francia, Bélgica y Alemania. Desde el saldo de más de ochenta muertos que dejó Mohammed Lahouaiej en Niza la noche del aniversario de la Toma de la Bastilla, hasta la muerte de un sacerdote en Normandía, que fue degollado por dos jóvenes islamistas, convierten el pasado julio en un mes de noticias alarmantes.  Estas parecían inspiradas en películas de terror, cuyos protagonistas son hombres trastornados que no se alejan mucho de la realidad de los perpetradores extremistas. Cerca de 280 personas han muerto como consecuencia de las ofensivas del Estado Islámico en Europa.

En Alemania, un país que ha recibido aproximadamente un millón de solicitudes de asilo, se presentó un brote de violencia con cuatro ataques a civiles en menos de una semana. El común denominador: el extremismo islámico.

En Wurzburg, un joven afgano de 17 años, valiéndose de un hacha, hirió a cuatro personas que viajaban en un tren regional. Cuatro días después, murieron en Múnich nueve personas a raíz de un tiroteo. Como si fuera poco, dos días más tarde, en el marco de un festival de música en Ansbach, un solicitante de asilo sirio, cuya petición fue negada, se inmoló dejando un saldo de quince heridos. Ese mismo día en Reutlingen, otro solicitante sirio mató a una mujer a machetazos. Estos ataques no parecen estar políticamente motivados, simplemente son la materialización del ideal extremista consistente en acabar con todo aquel que no siga su corriente religiosa.

El Estado Islámico se ha atribuido otros ataques con un mayor nivel de destrucción como los que han tenido lugar en Siria, Irak, Afganistán y Pakistán. El número de muertes causadas por el terrorismo en occidente, representa sólo un 2,6% del total de víctimas (Global Terrorism Index). Para el EI es irrelevante si los perjudicados son musulmanes. Solo por pertenecer a una rama diferente del islam, se convierten en el objetivo.

Sin embargo, las agresiones en Europa tienen características algo diferentes. Lobos solitarios ejecutan acciones de manera aparentemente individualizada, sin que sea necesario mayor contacto con los líderes terroristas en Siria.

La organización toma hombres jóvenes, usualmente inmigrantes con historias de guerra que generan en ellos inestabilidad emocional, convirtiéndolos en el soldado perfecto para defender su ideología cargada de odio y desprecio hacia la humanidad infiel. Básicamente, lo que quieren demostrar con sus actos de violencia desmedida, no es más que su lealtad a la organización.

La guerra librada por el EI, lejos de concentrarse en una región, se ha atomizado alrededor del mundo y su capacidad de reclutamiento aumenta de manera exponencial gracias a los canales de comunicación eficaces que les brinda la tecnología. Así, el EI tiene garantizada la difusión clara de su mensaje.

¿Cómo terminó Europa sumida en esta problemática? Las posibles respuestas crean un acentuado debate, especialmente entre líderes políticos. ¿Será que pasaron por alto las implicaciones que podían tener las políticas de puertas abiertas para los refugiados, omitiendo controles de seguridad que habrían ayudado a evitar arremetidas en su territorio?

Esta serie de eventos han provocado una disminución drástica en la confiabilidad de los ciudadanos en el gobierno y sus instituciones. A pesar de haber intentado viajar en dos oportunidades a Siria, Adel Kerminche, uno de los perpetradores del crimen contra el sacerdote en Francia, vivía en casa por cárcel y se le permitía estar durante cuatro horas diarias fuera del control de sus guardias, lapso de tiempo en el cual cometió el delito. Por otro lado, el terrorista de Ansbach permaneció en Alemania a pesar de que su solicitud de asilo había sido denegada.


Son grandes los retos que tienen que asumir los gobiernos a la hora de instaurar nuevas políticas de seguridad, justicia y control migratorio. Parece que ha llegado el momento en que los europeos van tener que cuestionar temas tan fundamentales que hacen parte de su esencia, tales como la apertura de fronteras, la privacidad y las libertades individuales. La batalla contra el extremismo islámico comienza a dar un giro trascendental al unirse en una mezcla mortal el extremismo, la locura y la conectividad global.

Imagen: http://www.newyorker.com/wp-content/uploads/2016/03/Cassidy-Brussels-Attack-On-All-of-Europe-1200.jpg

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