¿Por
qué comparas tu mandamiento interior con un sueño? ¿Te parece acaso absurdo,
incoherente, inevitable, irrepetible, origen de alegrías o terrores infundados,
incomunicable en su totalidad, pero ansioso de ser comunicado, como son
precisamente los sueños? –Franz Kafka-
Por:
Daniel Estrada Duque
Actualmente carrera como referencia a un programa de
pregrado o posgrado en una universidad se ha convertido en carrera como referencia al afán de conseguir el primer empleo,
apartando a las personas de una de las principales razones por las que se acude
a una universidad: trascender en el conocimiento para la acción en comunidad.
Este es un fenómeno que
se hace presente en todos los programas universitarios, pero de manera más
latente en aquellos que tienen una clara vocación social como el derecho, donde los estudiantes que aspiramos a ejercer la
labor de la abogacía nos debemos preparar, no sólo
para adquirir un título que nos califique en la obtención de un empleo, sino
también para desarrollar todo un recorrido de preparación constructiva y
aprehensiva del conocimiento que nos conduzca a
recibir las herramientas suficientes para poder abogar, es decir, para
interceder por otro, para interceder por la víctima o el victimario, teniendo
en cuenta las coyunturas que generaron el conflicto para poder solucionarlo. La
labor del abogado representa una gran responsabilidad, porque de nosotros
dependerá la defensa y efectividad de los derechos de estas personas.
Pero como lo mencionaba
anteriormente, las facultades de derecho se ven permeadas por este fenómeno de
transfiguración, haciendo que los aspirantes al ejercicio de la abogacía nos
debatamos entre ejercer nuestra profesión como abogados que buscan sobrellevar
su vida en un ámbito de mercado, sujetando nuestros principios a una actividad
económica; o como verdaderos juristas que buscan aportar a la solución de los
problemas en la sociedad, entre lo justo y lo equitativo. Nos vemos entonces enfrentados
a la disyuntiva de escoger entre la comodidad económica o la labor por fuera de
la zona de confort para buscar el respeto y el amor por la verdad.
Las diferencias en el
ejercicio de la profesión al tomar esta decisión son notorias, pues nuestra
realidad actual nos muestra que la mayoría de aspirantes tienden a desistir de
su razón principal y han preferido sujetarse a las leyes del mercado y no a las
leyes del derecho. Los abogados ya no utilizan sus conocimientos para prevenir
los conflictos y buscar soluciones alternativas, sino que confrontan la
capacidad de lucha dentro del pleito, reduciendo la justicia a la comprensión
lógica del lenguaje; como sucede actualmente con los abogados que interpretan
el texto de una ley para sacar provecho personal de la misma, alejándose del
fin esencial de la norma. Sólo se les dijo que el Derecho Penal era la última ratio del Estado, pero no se les
mencionó que el derecho como promotor de conflictos debería ser la ultima ratio del abogado.
La crisis que vive la
justicia en nuestros días es producto de la crisis de nuestra carrera, así como
de todas las otras carreras, pero –nuevamente lo digo- la nuestra tiene
especial responsabilidad pues, si no lo recuerdan, somos nosotros quienes
podemos impartir justicia de manera indirecta como abogados, y de manera
directa como jueces. Hasta el día de hoy, los abogados han sido quienes han
ocupado los puestos en los tribunales y, al día de hoy, son los abogados
quienes están involucrados en este retroceso de la rama judicial, con la crisis
que presenta el tercer poder hoy en día, fruto de las contradicciones por las
gabelas y excesos que ha generado la excesiva politización de estos órganos.
Las irresponsabilidades de los magistrados de hoy son las irresponsabilidades
de los estudiantes de derecho de ayer.
Este el es el panorama
general de los tribunales y las altas cortes, pero como toda generalidad, tiene
sus excepciones (y me alegro que así sea). Del mismo modo en que el panorama
general actual está compuesto por los antiguos estudiantes de derecho que
decidieron ceñirse a las normas del interés personal, a las leyes del mercado;
las excepciones están representadas en esos estudiantes que forjaron su
intelecto bajo los principios de justicia y equidad, aferrándose a las leyes
del derecho y a su interpretación; teniendo en cuenta la realidad social al
momento de su aplicación.
Basados en estos
ejemplos excepcionales –o sea de las excepciones- debemos repensar el ejercicio
de nuestra profesión, buscando la claridad y el orden desde nuestras bases,
pues el mercado y el ejercicio de la actividad económica nos han generado esta
crisis, pero no nos darán la solución.
Debemos empezar desde
nosotros mismos, desde los aspirantes al ejercicio de la abogacía, y propender
porque dicha abogacía no se limite a la
adquisición del título universitario, sino que se vaya construyendo desde el
inicio de la carrera con las ideas y acciones que vayamos aportando. En
escribir esa Declaración de los deberes
del hombre y del ciudadano que los franceses olvidaron escribir; en
redactar un Acta de Independencia real en las palabras y en los hechos; en
diseñar los códigos de manera cuidadosa y excelsa para que todos tengan fácil
acceso a ellos; en darle vida a nuestra Carta Magna en la sobriedad de la
libertad matutina y no en la pesadez de la gula vespertina; en elaborar leyes
dejando de lado el interés particular, buscando el interés general sin
confundir éste último con el interés de las mayorías; en tomar decisiones a la
luz de la verdad y la realidad que nos rodea. En estas
ideas y muchas más acciones se encuentra el inicio del camino que decidamos
tomar hacia una sociedad más justa, más equitativa y más solidaria; donde
podamos convivir en la diversidad y en la pluralidad, donde los abogados sean quienes
contribuyan a la prevención de conflictos y no a la producción de los mismos.
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