miércoles, 18 de septiembre de 2013

El arte no es un crimen



Por: Elia B. Sampayo Meza

¡El arte no es un crimen! Gritaban los manifestantes entre las lágrimas y el dolor, frente a un restaurante abandonado en Miami Beach. Todos protestaban ante el despiadado disparo de un Taser (arma que administra descargas eléctricas) descargado sobre el cuerpo de un joven colombiano de apenas dieciocho años. El inhumano percusor fue un policía del departamento de Miami-Dade, quien trágicamente le habría quitado la vida a Israel Hernández, Lito, como lo llamaban en el colegio donde estudiábamos en Barranquilla.

Según las versiones, Israel estaba pintando un Grafiti junto a otros amigos en la madrugada del pasado martes 6 de agosto cuando en medio del “acto delincuente” fueron descubiertos por los policías. Inundado de temor, salió corriendo intentando escapar. Sin embargo, falló en el intento, con tan  mala suerte que se encontró cara a cara con aquellos policías que lo perseguían, quienes le ordenaban que se detuviera. El joven errabundo tomó una decisión apresurada e incorrecta, al igual que aquel violento oficial que sin compasión y abusando del poder, la fuerza y la autoridad decidió disparar hacia el pecho del Grafitero ocasionándole la muerte.

Cuando me enteré de la noticia me quedé sin aliento. Sentí un dolor insoportable que invadió mi cuerpo no sólo porque tenía toda una vida por delante sino también porque lo conocía desde muy pequeña en el colegio. Todos los estudiantes del Colegio Británico de Barranquilla sabían quién era “Lito”. Tal vez por su forma de ser tan extrovertida y particular, o sencillamente por que no había día que algún estudiante llegara a la oficina de la directora de primaria en el horario del recreo, sin que el tan popular Lito, no estuviera castigado por cometer alguna travesura. Y murió por travieso. Ahora todos lo recuerdan como un gran bromista “mamador de gallo” y para nadie es un secreto que tenia el corazón más grande y noble de todos.

Mi indignación por la pérdida de Israel aumentó cuando me enteré de la medida que había tomado el Departamento Policial de Florida con el desalmado que le había disparado: una suspensión por tres días de su cargo, a sabiendas que en medio de risas junto a otros colegas, celebraba el triunfo de su actuación cometida. A decir verdad, esto desbocó la furia en mí y decidí mostrar mi inconformismo en esta corta columna de opinión. ¿Acaso esta actuación no demuestra unos indicios de impunidad hacia con las autoridades públicas por sus crímenes cometidos?

Es irónico, que ante el crimen de un agente de la DEA, asesinado recientemente en la ciudad de Bogotá tras un intento fallido de paseo millonario, Estados Unidos aclame la extradición del homicida, y cuando un colombiano lo matan por pintar una pared, su presunto homicida de Florida recibe un descanso remunerado de tres días.

Si bien es cierto, que aún no se tiene conocimiento pleno de la causa de la muerte del joven, la Unión Americana de Libertades Civiles de Florida (ACLUF) ha declarado públicamente que: “Éste es el último de una larga y trágica serie de incidentes en los que la Policía de Miami Beach parece haber hecho un uso excesivo, desproporcionado y letal de la fuerza”.  A mi juicio, y creo que a juicio de todos los conocedores de la noticia, pintar una pared con un estilo de arte urbano, no debe traer este tipo de consecuencias fatales. Más que un acto de vandalismo, pintar un grafiti en los muros de una propiedad privada es una contravención y la última no guarda proporción alguna con el castigo infligido por el oficial. Este tipo de reacciones desproporcionadas indican un uso abusivo y desmesurado de la fuerza y la autoridad pública. Israel simplemente estaba haciendo efectiva su forma de expresarse en el arte; y el arte sólo anida en los corazones nobles como el de Lito. Un artista no es un delincuente, sino un soñador inofensivo.

Lo que se avecina, además del desconsuelo y la tristeza de una familia, es una gran demanda contra el estado de Florida, contra su departamento de policía y sobre todo contra Jorge Mercado, el oficial que disparo el arma. Sin embargo, nada devuelve la vida promisoria de nuestro querido Israe-lito.

Por otro lado, en mi mente habitan unas preguntas ¿Qué pasaría si fuese el caso contrario, un ciudadano Estadounidense asesinado presuntamente por un policía Colombiano en la ciudad de Bogotá? ¿Qué tipo de sanciones habría para este oficial? ¿Qué tan rápido se desarrollaría la investigación? Les aseguro que las respuestas y actuaciones serían distintas.


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