martes, 7 de mayo de 2013

La paz que nos divide


La realidad política que vive hoy el país, dividida entorno al propósito común de la paz, está acabando con su posibilidad. Los discursos políticos encontraron en la paz una nueva herramienta de disputa, y no la soltarán mientras le puedan sacar provecho.


Por: Laura Roldán Castellanos – VI semestre


Desde hace varios meses se adelantan en La Habana las conversaciones sobre lo que podría convertirse en la salida para la paz, que desde hace varias décadas se ha buscado en el país. Simultáneamente, en Colombia han surgido diversos tipos de manifestaciones sobre esta situación. Sin embargo, no podría afirmarse que ellas son del todo positivas y en apoyo de esta salida dialogada para la paz. Por el contrario, al lado de quienes apoyan esta iniciativa están aquellos que procuran derrumbarla a toda costa a punta de argumentos frágiles, sesgados y parciales.

El gobierno, con la ayuda de la Alcaldía de Bogotá, promovió el pasado 9 de abril una marcha que convocaba a los colombianos a unirse en las calles con un mismo propósito: la paz y las víctimas de la violencia. En apariencia, éste sería un propósito que nos uniría a todos como colombianos, sin importar el partido ni las preferencias políticas. No obstante, una vez convocada la marcha, empezaron a aflorar comentarios negativos y desafortunados sobre la misma; argumentos que, paradójicamente, unían a la ultraderecha de Álvaro Uribe y sus partidarios y a los miembros de los partidos de izquierda, como el Polo Democrático. Dichas manifestaciones provenientes de orillas opuestas, coincidían en una sola cosa: los fines reeleccionistas de la marcha convocada por el Presidente Juan Manuel Santos.

Muy a mi pesar, considero que esa tendencia de los extremos de ver un enemigo en todas partes, un "pero" en cada propuesta de gobierno y, en general, de verle el lado negativo a todo y no proponer nada sensato y coherente para el desarrollo político del país es lo que tiene a la nación en este limbo social. No es posible salir adelante de ninguna forma si no existe una unión en lo que, se supone, debiese unirnos como país.

Éste es, lastimosamente, el caso de la paz. Un asunto que, en teoría, debería unir al país entornó no está logrando nada distinto a dividir al país y al interior de los mandos políticos. Todos opinan, todos cuestionan, pero nadie propone nada nuevo (que no sea la insensata obtención de la paz a través de las armas o incluir soluciones insostenibles al largo plazo). Estos extremos políticos, días antes de la marcha, se tomaron los medios de comunicación y las redes sociales para desincentivar a los colombianos a hacer parte de ella, alegando que las verdaderas intenciones de Santos con ella no era la paz, sino que detrás de ella se escondían sus propósitos reeleccionistas, y que, además, dicha marcha estaba financiada por las FARC.

Lo curioso es ver cómo esta proliferación de opiniones diversas de los políticos respecto de un mismo punto sobre el cual el imaginario social pensó habría un consenso general, género un choque en la sociedad en cuanto a la cuestión de si asistir o no a la marcha. Hubo, en forma general, tres grupos sociales manifestados este día: aquellos que, de forma determinante, salieron a marchar o se hicieron sentir de algún modo a favor de la paz y de las víctimas; los que, guiados por esas visiones nubladas y desafortunadas de los extremos políticos mencionados, prefirieron no salir o manifestar su desinformación a través de las redes sociales; y por último quienes, motivados por una inmensa confusión, prefirieron guardar silencio y no marchar por temor a ser considerados o "miembros de las FARC" o "partidarios de la impunidad" o por simple desinterés.

No se trata, pues, de una cuestión de pertenecer a una posición política u otra, de amistades o enemistades. La paz es un asunto de todos, independientemente de las convicciones políticas, sociales, económicas, etc. Semejantes posiciones tan paranoicas e infundadas, como las mencionadas previamente, constituyen parte de lo que es el fracaso político de país y de su propio desarrollo social, al tiempo que bloquean una sensata posibilidad de paz.

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