La realidad política que vive hoy el país, dividida entorno al propósito común de la paz, está acabando con su posibilidad. Los discursos políticos encontraron en la paz una nueva herramienta de disputa, y no la soltarán mientras le puedan sacar provecho.
Por: Laura Roldán Castellanos – VI semestre
Desde hace varios meses se adelantan en La Habana las conversaciones sobre lo que podría convertirse en la salida para la paz, que desde hace varias décadas se ha buscado en el país. Simultáneamente, en Colombia han surgido diversos tipos de manifestaciones sobre esta situación. Sin embargo, no podría afirmarse que ellas son del todo positivas y en apoyo de esta salida dialogada para la paz. Por el contrario, al lado de quienes apoyan esta iniciativa están aquellos que procuran derrumbarla a toda costa a punta de argumentos frágiles, sesgados y parciales.
El gobierno, con la
ayuda de la Alcaldía de Bogotá, promovió el pasado 9 de abril una marcha que
convocaba a los colombianos a unirse en las calles con un mismo propósito: la paz
y las víctimas de la violencia. En apariencia, éste sería un propósito que nos
uniría a todos como colombianos, sin importar el partido ni las preferencias
políticas. No obstante, una vez convocada la marcha, empezaron a aflorar
comentarios negativos y desafortunados sobre la misma; argumentos que,
paradójicamente, unían a la ultraderecha de Álvaro Uribe y sus partidarios y a
los miembros de los partidos de izquierda, como el Polo Democrático. Dichas
manifestaciones provenientes de orillas opuestas, coincidían en una sola cosa:
los fines reeleccionistas de la marcha convocada por el Presidente Juan Manuel
Santos.
Muy a mi pesar,
considero que esa tendencia de los extremos de ver un enemigo en todas partes,
un "pero" en cada propuesta de gobierno y, en general, de verle el
lado negativo a todo y no proponer nada sensato y coherente para el desarrollo
político del país es lo que tiene a la nación en este limbo social. No es
posible salir adelante de ninguna forma si no existe una unión en lo que, se
supone, debiese unirnos como país.
Éste es,
lastimosamente, el caso de la paz. Un asunto que, en teoría, debería unir al
país entornó no está logrando nada distinto a dividir al país y al interior de
los mandos políticos. Todos opinan, todos cuestionan, pero nadie propone nada nuevo
(que no sea la insensata obtención de la paz a través de las armas o incluir
soluciones insostenibles al largo plazo). Estos extremos políticos, días antes
de la marcha, se tomaron los medios de comunicación y las redes sociales para
desincentivar a los colombianos a hacer parte de ella, alegando que las
verdaderas intenciones de Santos con ella no era la paz, sino que detrás de
ella se escondían sus propósitos reeleccionistas, y que, además, dicha marcha
estaba financiada por las FARC.
Lo curioso es ver cómo
esta proliferación de opiniones diversas de los políticos respecto de un mismo
punto sobre el cual el imaginario social pensó habría un consenso general,
género un choque en la sociedad en cuanto a la cuestión de si asistir o no a la
marcha. Hubo, en forma general, tres grupos sociales manifestados este día:
aquellos que, de forma determinante, salieron a marchar o se hicieron sentir de
algún modo a favor de la paz y de las víctimas; los que, guiados por esas
visiones nubladas y desafortunadas de los extremos políticos mencionados,
prefirieron no salir o manifestar su desinformación a través de las redes
sociales; y por último quienes, motivados por una inmensa confusión,
prefirieron guardar silencio y no marchar por temor a ser considerados o
"miembros de las FARC" o "partidarios de la impunidad" o
por simple desinterés.
No se trata, pues, de
una cuestión de pertenecer a una posición política u otra, de amistades o
enemistades. La paz es un asunto de todos, independientemente de las
convicciones políticas, sociales, económicas, etc. Semejantes posiciones tan
paranoicas e infundadas, como las mencionadas previamente, constituyen parte de
lo que es el fracaso político de país y de su propio desarrollo social, al
tiempo que bloquean una sensata posibilidad de paz.
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