Por: Santiago
González Grisales – VII semestre
No es novedoso, cuando decimos que
Colombia es un país corrupto, y que cuando parece que hacemos algo bien, para
contrarrestar este mal, que nadie se ilusione porque sabemos que pronto llegara
el codo para borrarlo. Día a día, en los medios de comunicación nos enteramos
de todos los casos de corrupción que a diario ocurren en nuestro país y que lo
desangran poco a poco, pero la mayoría se queda solo con eso y con un disgusto
pasajero, y son pocos los que se detienen a pensar más allá de lo que dicen los
medios de comunicación.
Los casos de corrupción en Colombia
son tenebrosos, y muchos recordarán el escándalo de
la contratación de Bogotá, los carruseles de las pensiones, los desfalcos de la
salud, estupefacientes, el carrusel de las notarías, y cuántos
más que no revisten importancia para los medios y que no conocemos, pero que sí
logran su cometido: saquear el erario público. ¿Cuáles son las razones para que haya
tanta corrupción en el país, y peor aún, que no hagamos nada?
Pues tengo que empezar por decir que
la mayoría de nosotros aceptamos, promovemos y ayudamos, a que la corrupción
siga cabalgando a gran velocidad frente a nosotros. No hacemos nada para
detenerla; en cambio, seguimos promoviéndola, día a día, hasta en las
situaciones más insignificantes de la vida como sobornar a un policía para que
no imponga un comparendo o, muchísimo más grave, pagar sobornos a altos
miembros del Estado para la adjudicación de contratos, porque de otro modo
hacerse con estos resulta imposible.
La Universidad
Externado realizó una encuesta a 530 empresarios, quienes admitieron que el soborno para asignar un contrato es de un 13 %, que equivale a 3.9
billones de pesos en total. Con este dinero se
podrían construir 2.000 alcantarillados o 1.800 acueductos de sexta categoría,
pagarles la universidad a 80.000 jóvenes (a $5’000.000 el semestre) o construir
200.000 viviendas de interés social.
Nuestro inconsciente acepta la
corrupción a tal nivel, que ésta hace parte de la vida diaria de nuestro país,
sabemos que la corrupción está ahí pero no denunciamos. ¿Por qué no lo hacemos?
Porque la vemos como algo normal y bien hecho, y no se denuncia lo que creemos
que está bien hecho. Por otro lado, no denunciamos porque tenemos un aparato
judicial inoperante, y esto lleva a que el corrupto tenga claro que el castigo
será ínfimo; la impunidad lleva también a que la gente no denuncie, pues saben
que poco o nada pasará. Mientras la corrupción no sea eficazmente sancionada,
estoy seguro de que no dejará de existir.
Pero no solo la impunidad genera
corrupción. La falta de urbanidad y enseñanza de valores en la casa y en la
escuela también; la creencia del dinero fácil y de ir por el camino corto para
lograr lo que queremos alimenta a la corrupción tanto como lo hace la
impunidad. Pero aparte de lo que pueda hacer el Estado para combatir la
corrupción, creo que este combate no lo debe librar solo, lo tenemos que librar
todos y cada uno de los que hacemos parte de este país, ¿Cómo? Empezando por
casa, por el trabajo, por la universidad; tenemos que poner esta lucha en el
primer lugar de nuestras prioridades. Seguramente no podemos realizar grandes y
costosas campañas para avanzar en este proyecto, pero sí podemos realizar
pequeños actos a diario para combatirla. Empecemos por convencernos de qué está
mal y qué no hace parte de la vida cotidiana.
En
fin, no importa si se es de derecha o izquierda, si se es santista o
uribista, si se es de Millonarios o de Santa Fe: para derrotar este giganta hay
que ser uno solo, con pequeños pero
contundentes actos de amor por nuestro país.
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