martes, 7 de mayo de 2013

EL GIGANTE ES LA CORRUPCIÓN



Por: Santiago González Grisales – VII semestre

No es novedoso, cuando decimos que Colombia es un país corrupto, y que cuando parece que hacemos algo bien, para contrarrestar este mal, que nadie se ilusione porque sabemos que pronto llegara el codo para borrarlo. Día a día, en los medios de comunicación nos enteramos de todos los casos de corrupción que a diario ocurren en nuestro país y que lo desangran poco a poco, pero la mayoría se queda solo con eso y con un disgusto pasajero, y son pocos los que se detienen a pensar más allá de lo que dicen los medios de comunicación.

Los casos de corrupción en Colombia son tenebrosos, y muchos recordarán el escándalo de la contratación de Bogotá, los carruseles de las pensiones, los desfalcos de la salud, estupefacientes, el carrusel de las notarías, y cuántos más que no revisten importancia para los medios y que no conocemos, pero que sí logran su cometido: saquear el erario público. ¿Cuáles son las razones para que haya tanta corrupción en el país, y peor aún, que no hagamos nada?

Pues tengo que empezar por decir que la mayoría de nosotros aceptamos, promovemos y ayudamos, a que la corrupción siga cabalgando a gran velocidad frente a nosotros. No hacemos nada para detenerla; en cambio, seguimos promoviéndola, día a día, hasta en las situaciones más insignificantes de la vida como sobornar a un policía para que no imponga un comparendo o, muchísimo más grave, pagar sobornos a altos miembros del Estado para la adjudicación de contratos, porque de otro modo hacerse con estos resulta imposible.

La Universidad Externado realizó una encuesta a 530 empresarios, quienes admitieron que el soborno para asignar  un contrato es de un 13 %, que equivale a 3.9 billones de pesos en total. Con este dinero se podrían construir 2.000 alcantarillados o 1.800 acueductos de sexta categoría, pagarles la universidad a 80.000 jóvenes (a $5’000.000 el semestre) o construir 200.000 viviendas de interés social. 

Nuestro inconsciente acepta la corrupción a tal nivel, que ésta hace parte de la vida diaria de nuestro país, sabemos que la corrupción está ahí pero no denunciamos. ¿Por qué no lo hacemos? Porque la vemos como algo normal y bien hecho, y no se denuncia lo que creemos que está bien hecho. Por otro lado, no denunciamos porque tenemos un aparato judicial inoperante, y esto lleva a que el corrupto tenga claro que el castigo será ínfimo; la impunidad lleva también a que la gente no denuncie, pues saben que poco o nada pasará. Mientras la corrupción no sea eficazmente sancionada, estoy seguro de que no dejará de existir.

Pero no solo la impunidad genera corrupción. La falta de urbanidad y enseñanza de valores en la casa y en la escuela también; la creencia del dinero fácil y de ir por el camino corto para lograr lo que queremos alimenta a la corrupción tanto como lo hace la impunidad. Pero aparte de lo que pueda hacer el Estado para combatir la corrupción, creo que este combate no lo debe librar solo, lo tenemos que librar todos y cada uno de los que hacemos parte de este país, ¿Cómo? Empezando por casa, por el trabajo, por la universidad; tenemos que poner esta lucha en el primer lugar de nuestras prioridades. Seguramente no podemos realizar grandes y costosas campañas para avanzar en este proyecto, pero sí podemos realizar pequeños actos a diario para combatirla. Empecemos por convencernos de qué está mal y qué no hace parte de la vida cotidiana.

En  fin, no importa si se es de derecha o izquierda, si se es santista o uribista, si se es de Millonarios o de Santa Fe: para derrotar este giganta hay que ser uno solo, con  pequeños pero contundentes actos de amor por nuestro país.

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