domingo, 17 de marzo de 2013

Magistrado Made in Pasto



FORO JAVERIANO visitó a Luis Guillermo Guerrero en su despacho para conocer mejor a la persona que hay detrás del abogado, profesor y ahora magistrado. Tras una vida profesional consagrada al derecho público, llega a la Corte Constitucional con la intención de seguir viviendo ese sueño que lleva construyendo desde hace varias décadas.

Por: Daniel Londoño, Santiago Osorio y Sebastián Solarte.


En la facultad de derecho de la Universidad Javeriana fue recibida con júbilo la noticia del nombramiento de Luis Guillermo Guerrero como magistrado de la Corte Constitucional. La llegada a la Corte Constitucional de este  javeriano, recordado por introducir a los primíparos en el mundo del derecho público, es el resultado de una serie de actividades que han ayudado a moldear el derecho constitucional en Colombia, así como de una calidad humana que va más allá de lo jurídico.

Además del derecho, este orgulloso pastuso es aficionado al periodismo y a la aviación. En su despacho exhibe con orgullo una colección de aviones. El gusto lo heredó de su padre, quien, pese a ser abogado javeriano, lo vinculó desde pequeño con estos, al punto que, cuando niño, ayudó a cargar piedras para la ampliación de las pistas del aeropuerto Antonio Nariño de Pasto. Como le decía su padre, con ello podría decir en el futuro que había ayudado en la construcción del aeropuerto. 

Decidió estudiar en la Universidad Javeriana porque se había identificado con los valores de su colegio, el Javeriano de Pasto, y además, por seguir el ejemplo de su padre. Sin embargo, su primera opción no fue el derecho. Inició estudios de arquitectura porque, además de haberle cogido el gusto durante su infancia, quería atender las necesidades sociales de la gente, pero pronto se dio cuenta de que dicha carrera estaba enfocada hacia el diseño. Migró a la facultad de derecho poco tiempo después, donde se encontró con la que sería su profesión y su pasión.

De la universidad, recuerda con cariño su paso por Ágora, periódico que fundó con unos amigos y que buscaba crear un espacio de debate para los estudiantes. Su universidad era muy distinta a la de hoy en día, pues, entre otras cosas,  los cursos eran anualizados, no había casi mujeres profesoras y recibían clase en el edificio central en un mismo salón siempre. Destaca el hecho de permanecer con el mismo curso durante casi toda la carrera como uno de los activos más importantes de la facultad –para él, insustituible- pues permite crear unos vínculos personales que difícilmente se crearían en otros espacios.

La pasión por el periodismo lo siguió mucho después de haberse graduado. Tras finalizar sus estudios, volvió  a Pasto, donde, además de trabajar en la Universidad de Nariño, dirigió el periódico El Derecho y fundó más adelante su propia revista, donde se tocaban, más que temas jurídicos, asuntos regionales.

A comienzos de los noventa, aplicó, a través de la Universidad Mariana, a una beca que lo llevó a estudiar a Estados Unidos. Sin embargo, su estancia en ese país fue corta, pues ya se empezaba a gestar el proceso de la nueva constitución. Recibió el llamado del doctor Juan Carlos Esguerra, quien había sido elegido constituyente, y sin vacilarlo regresó a Colombia para contribuir con el proceso y  trabajar con quien había sido su profesor en la universidad. Recuerda con emoción el poder trabajar en la histórica Asamblea Nacional Constituyente que dio origen a la progresista Constitución Política de 1991.

Era imposible hablar de su labor en la Asamblea sin preguntarle por la bien conocida anécdota acerca de cómo fue que a él se le ocurrió nombrar “tutela” al mecanismo de protección que contempla la Carta de 1991. La tarea de encontrar un nombre nuevo se la encargó Esguerra. La idea era no hacer uso del título “amparo” dado que ello implicaba cargar con lo bueno pero también con lo malo de esta figura, ampliamente desarrollada en otros países. Reconoce que no recuerda exactamente de dónde surgió la idea del nombre, pero que fue tras haber leído ampliamente sobre el tema y de analizar casos como el español, donde se hablaba de la “tutela judicial efectiva”. Una vez escogido el nombre, les tocó defenderlo incluso hasta los últimos debates, donde algunos constituyentes insistían en mantener el nombre de “amparo” para seguir con la tendencia exterior, pero concibieron una serie de argumentos para sustentar que el cambio a “tutela”, más que un formalismo, tenía una explicación material trascendental.

Una vez finalizada la Asamblea, decide regresar a Pasto. Estando allá, recibió una llamada del doctor Hernando Yepes, constituyente con el que trabajó muy estrechamente durante las últimas jornadas de la Asamblea, quien lo invitó a trabajar con él en la Sala Administrativa del Consejo Superior de la Judicatura. Para Guerrero, este órgano cumple un papel importante dentro de la independencia judicial. Con Yepes se fueron después a la Federación Nacional de Cafeteros, en un breve lapso de servicio dentro del sector privado.

Empezó a dictar clase en la universidad durante la decanatura de Juan Carlos Esguerra, y tuvo que sortear una prueba de fuego, como lo menciona él entre risas, que fue dictar, en la carrera de administración de empresas, jornada nocturna, en horario de 8 a 10 de la noche, los viernes. Luego trabajó como auxiliar de Hernando Yepes en la cátedra de derecho constitucional hasta que le fue asignada la labor de recibir a los estudiantes de primer semestre con la clase de derecho constitucional general I, clase que sigue dictando hoy en día. 

Más adelante nombraron al doctor Rodrigo Escobar Gil como magistrado de la Corte Constitucional, quien lo invitó a trabajar en su despacho en lo que él reconoce fue “el sueño de llegar a trabajar en la Corte”, y posteriormente trabajó con el magistrado Gabriel Eduardo Mendoza. Desde su punto de vista, trabajar en este tribunal es una experiencia muy interesante, ya que se manejan temas de todo tipo, lo que obliga a estar en permanente actualización. Sin embargo, existe un riesgo de tratar temas que no se dominan de manera imprudente, por lo que la labor debe desempeñarse de manera reflexiva, algo que aprendió cuando tuvo que entrevistar al entonces presidente de la Corte Suprema, José María Esguerra para el periódico Ágora. Como buen primíparo, recuerda, estudió de pies a cabeza la reforma constitucional de 1979 –tema del que querían hablar en la entrevista-, pero apenas llegaron al despacho, Esguerra les advirtió que de ese tema no iba hablar para evitar tener que inhibirse más adelante si el tema llegaba a la Corte.

La mesura y la objetividad son aspectos que caracterizan a Guerrero. De las sentencias en las que ha participado, reconoce que entre las que mayor impacto han tenido en la sociedad se encuentran las que reconocen derechos a las parejas del mismo sexo. Considera que los fallos deben ser objetivos y no derivados de las ideologías de las personas, y es ahí donde radica el verdadero valor de magistrados como Guerrero. Tras su nombramiento, un estudiante le preguntó por las líneas que defendería en la Corte, a lo que respondió que su objetivo era ir un poco en contra de todo. La forma de llegar a la mejor solución posible es a través de un ejercicio dialéctico en el que la contraposición de ideas lleve a la respuesta más atinada en el caso concreto, y por lo tanto, considera que su función como magistrado es darle continuidad al debate.

Como consejo para los estudiantes, Guerrero recalca la necesidad de asumir con confianza y positivismo los diferentes proyectos de la vida, manteniendo siempre ese entusiasta espíritu joven que lleva a creer que las cosas son posibles.

Su trabajo como magistrado titular acaba de comenzar, y prueba de ello es que su despacho se encuentra todavía en proceso de decoración. Eso sí, no podía faltar la presencia, en una de las repisas, de un cuy vestido con el uniforme de su Deportivo Pasto. Poco a poco, ese despacho se llenará de expedientes y de casos que tendrán el honor y la suerte de ser resueltos por este insigne magistrado, motivo de orgullo para la facultad de derecho de la Universidad Javeriana.

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