FORO
JAVERIANO visitó a Luis Guillermo Guerrero en su despacho para conocer mejor a
la persona que hay detrás del abogado, profesor y ahora magistrado. Tras una
vida profesional consagrada al derecho público, llega a la Corte Constitucional
con la intención de seguir viviendo ese sueño que lleva construyendo desde hace
varias décadas.
Por:
Daniel Londoño, Santiago Osorio y Sebastián Solarte.
En la facultad de
derecho de la Universidad Javeriana fue recibida con júbilo la noticia del
nombramiento de Luis Guillermo Guerrero como magistrado de la Corte
Constitucional. La llegada a la Corte Constitucional de este javeriano, recordado por introducir a los
primíparos en el mundo del derecho público, es el resultado de una serie de
actividades que han ayudado a moldear el derecho constitucional en Colombia,
así como de una calidad humana que va más allá de lo jurídico.
Además del derecho,
este orgulloso pastuso es aficionado al periodismo y a la aviación. En su
despacho exhibe con orgullo una colección de aviones. El gusto lo heredó de su
padre, quien, pese a ser abogado javeriano, lo vinculó desde pequeño con estos,
al punto que, cuando niño, ayudó a cargar piedras para la ampliación de las
pistas del aeropuerto Antonio Nariño de Pasto. Como le decía su padre, con ello
podría decir en el futuro que había ayudado en la construcción del
aeropuerto.
Decidió estudiar en la
Universidad Javeriana porque se había identificado con los valores de su
colegio, el Javeriano de Pasto, y además, por seguir el ejemplo de su padre.
Sin embargo, su primera opción no fue el derecho. Inició estudios de
arquitectura porque, además de haberle cogido el gusto durante su infancia,
quería atender las necesidades sociales de la gente, pero pronto se dio cuenta
de que dicha carrera estaba enfocada hacia el diseño. Migró a la facultad de derecho
poco tiempo después, donde se encontró con la que sería su profesión y su
pasión.
De la universidad,
recuerda con cariño su paso por Ágora,
periódico que fundó con unos amigos y que buscaba crear un espacio de debate
para los estudiantes. Su universidad era muy distinta a la de hoy en día, pues,
entre otras cosas, los cursos eran
anualizados, no había casi mujeres profesoras y recibían clase en el edificio
central en un mismo salón siempre. Destaca el hecho de permanecer con el mismo
curso durante casi toda la carrera como uno de los activos más importantes de
la facultad –para él, insustituible- pues permite crear unos vínculos
personales que difícilmente se crearían en otros espacios.
La pasión por el
periodismo lo siguió mucho después de haberse graduado. Tras finalizar sus
estudios, volvió a Pasto, donde, además
de trabajar en la Universidad de Nariño, dirigió el periódico El Derecho y fundó más adelante su
propia revista, donde se tocaban, más que temas jurídicos, asuntos regionales.
A comienzos de los
noventa, aplicó, a través de la Universidad Mariana, a una beca que lo llevó a
estudiar a Estados Unidos. Sin embargo, su estancia en ese país fue corta, pues
ya se empezaba a gestar el proceso de la nueva constitución. Recibió el llamado
del doctor Juan Carlos Esguerra, quien había sido elegido constituyente, y sin
vacilarlo regresó a Colombia para contribuir con el proceso y trabajar con quien había sido su profesor en
la universidad. Recuerda con emoción el poder trabajar en la histórica Asamblea
Nacional Constituyente que dio origen a la progresista Constitución Política de
1991.
Era imposible hablar de
su labor en la Asamblea sin preguntarle por la bien conocida anécdota acerca de
cómo fue que a él se le ocurrió nombrar “tutela” al mecanismo de protección que
contempla la Carta de 1991. La tarea de encontrar un nombre nuevo se la encargó
Esguerra. La idea era no hacer uso del título “amparo” dado que ello implicaba
cargar con lo bueno pero también con lo malo de esta figura, ampliamente
desarrollada en otros países. Reconoce que no recuerda exactamente de dónde
surgió la idea del nombre, pero que fue tras haber leído ampliamente sobre el
tema y de analizar casos como el español, donde se hablaba de la “tutela
judicial efectiva”. Una vez escogido el nombre, les tocó defenderlo incluso
hasta los últimos debates, donde algunos constituyentes insistían en mantener
el nombre de “amparo” para seguir con la tendencia exterior, pero concibieron una
serie de argumentos para sustentar que el cambio a “tutela”, más que un
formalismo, tenía una explicación material trascendental.
Una vez finalizada la
Asamblea, decide regresar a Pasto. Estando allá, recibió una llamada del doctor
Hernando Yepes, constituyente con el que trabajó muy estrechamente durante las
últimas jornadas de la Asamblea, quien lo invitó a trabajar con él en la Sala
Administrativa del Consejo Superior de la Judicatura. Para Guerrero, este
órgano cumple un papel importante dentro de la independencia judicial. Con
Yepes se fueron después a la Federación Nacional de Cafeteros, en un breve
lapso de servicio dentro del sector privado.
Empezó a dictar clase
en la universidad durante la decanatura de Juan Carlos Esguerra, y tuvo que
sortear una prueba de fuego, como lo menciona él entre risas, que fue dictar,
en la carrera de administración de empresas, jornada nocturna, en horario de 8
a 10 de la noche, los viernes. Luego trabajó como auxiliar de Hernando Yepes en
la cátedra de derecho constitucional hasta que le fue asignada la labor de
recibir a los estudiantes de primer semestre con la clase de derecho
constitucional general I, clase que sigue dictando hoy en día.
Más adelante nombraron
al doctor Rodrigo Escobar Gil como magistrado de la Corte Constitucional, quien
lo invitó a trabajar en su despacho en lo que él reconoce fue “el sueño de
llegar a trabajar en la Corte”, y posteriormente trabajó con el magistrado
Gabriel Eduardo Mendoza. Desde su punto de vista, trabajar en este tribunal es
una experiencia muy interesante, ya que se manejan temas de todo tipo, lo que
obliga a estar en permanente actualización. Sin embargo, existe un riesgo de
tratar temas que no se dominan de manera imprudente, por lo que la labor debe
desempeñarse de manera reflexiva, algo que aprendió cuando tuvo que entrevistar
al entonces presidente de la Corte Suprema, José María Esguerra para el
periódico Ágora. Como buen primíparo, recuerda, estudió de pies a cabeza la
reforma constitucional de 1979 –tema del que querían hablar en la entrevista-,
pero apenas llegaron al despacho, Esguerra les advirtió que de ese tema no iba
hablar para evitar tener que inhibirse más adelante si el tema llegaba a la
Corte.
La mesura y la
objetividad son aspectos que caracterizan a Guerrero. De las sentencias en las
que ha participado, reconoce que entre las que mayor impacto han tenido en la
sociedad se encuentran las que reconocen derechos a las parejas del mismo sexo.
Considera que los fallos deben ser objetivos y no derivados de las ideologías
de las personas, y es ahí donde radica el verdadero valor de magistrados como
Guerrero. Tras su nombramiento, un estudiante le preguntó por las líneas que
defendería en la Corte, a lo que respondió que su objetivo era ir un poco en
contra de todo. La forma de llegar a la mejor solución posible es a través de
un ejercicio dialéctico en el que la contraposición de ideas lleve a la
respuesta más atinada en el caso concreto, y por lo tanto, considera que su
función como magistrado es darle continuidad al debate.
Como consejo para los
estudiantes, Guerrero recalca la necesidad de asumir con confianza y
positivismo los diferentes proyectos de la vida, manteniendo siempre ese
entusiasta espíritu joven que lleva a creer que las cosas son posibles.
Su trabajo como
magistrado titular acaba de comenzar, y prueba de ello es que su despacho se
encuentra todavía en proceso de decoración. Eso sí, no podía faltar la
presencia, en una de las repisas, de un cuy vestido con el uniforme de su
Deportivo Pasto. Poco a poco, ese despacho se llenará de expedientes y de casos
que tendrán el honor y la suerte de ser resueltos por este insigne magistrado,
motivo de orgullo para la facultad de derecho de la Universidad Javeriana.
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