El sistema
penitenciario requiere de modificaciones que permitan su sostenibilidad y que
aseguren la garantía de los derechos de los condenados, por lo que resulta
fundamental analizar este tema como uno de los problemas más importantes del
país.
Por:
Pablo A. Corredor Gómez
Ante la crisis que vive
el sistema penitenciario del país, toda propuesta parece insuficiente y poco
efectiva. Las cárceles ya no dan a basto y en la mayoría de centros de reclusión
del país se vive una sobrepoblación que alcanza límites alarmantes. Por esta
razón, el ministerio de Justicia ha encarado una carrera contra reloj para tratar
de solventar este problema; su reacción no se ha hecho esperar y ha presentado
varios proyectos encaminados a solventar esta situación.
Dentro de las propuestas
principales, se encuentran la modificación del Código Carcelario y Penitenciario
basándose en un sistema carcelario como el chileno, el cual se caracteriza por
manejar cuatro estilos de prisión, semiabierta, semicerrada, abierta y cerrada,
aplicándose el modelo dependiendo del delito cometido, de la condena y de la
peligrosidad del preso en cuestión. Esta propuesta ha sido altamente criticada
por diferentes sectores de la sociedad, críticas que se encarrilan a demostrar
que este tipo de sistema generaría un riesgo para la sociedad, pues se supone
que quien debería estar en una cárcel pagando una condena, de aplicarse estas
modificaciones, podría estar en las calles como un individuo más de la sociedad.
Ante estas críticas, sólo cabe decir que quienes sostienen este argumento son
personas que no han analizado a fondo la propuesta, ya que esta posibilidad
procedería únicamente para condenados cuyos delitos no sean catalogados de “peligrosos
para la sociedad”, es decir, que quienes cometieron asesinatos, atracos,
secuestros, entre otros, no podrán gozar de este nuevo cambio en el
ordenamiento.
Seguida de esta
propuesta, el Gobierno le solicitó al Consejo Superior de la Judicatura que
habilite más jueces de ejecución de penas y medidas de seguridad en el país
para que tomen las decisiones pertinentes en los más de 20 mil procesos que ya
han cumplido con la mayoría de la condena y que podrían ser merecedores de
beneficios como la casa por cárcel. Con esta medida, se podría disminuir
considerablemente el número de presos que se encuentran en centros de reclusión,
en vista de que el ordenamiento jurídico les permite pagar el resto de la condena
por fuera de los reclusorios.
Una propuesta adicional
se quiere efectuar en materia de política criminal. El Ministerio ha afirmado
que el aumento de presos en el país se debe, en principio, a que del 2004 a la
fecha se han expedido 34 leyes que han generado más judicializaciones y penas
más prolongadas y severas. Si bien el sistema penitenciario tiene como
finalidad que cada año la población que se encuentra encarcelada disminuya,
puesto que se entiende que las finalidades de la pena se cumplen, esto no ha
ocurrido en los últimos ocho años; por el contrario, el índice de población recluida
ha aumentado.
Todas estas propuestas
han sido criticadas por diversos aspectos que no terminan de convencer a la
sociedad en general. Entre éstos, el que más preocupa es que sus resultados se
verían a largo plazo, de manera que, para cuando se empiece a reformar el
sistema penitenciario, estas propuestas serán insuficientes, pues el problema
ya abarcará otras dimensiones.
Estas tres propuestas
hacen parte de un grupo mayor de proyectos que el Gobierno ha venido presentando
para solventar la crisis del sistema penitenciario del país. Las propuestas
aquí expuestas son proyectos que buscan eliminar los problemas de hacinamiento
de las cárceles y garantizar los mínimos
constitucionales de quienes hoy se encuentran en estos centros. Como se puede
ver, son iniciativas interesantes e innovadoras y que, con un buen manejo,
prometen cambiar el sistema penitenciario del país.
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