domingo, 28 de octubre de 2012

Lo grande que es perdonar


Las barreras que impiden que algunos colombianos acepten el proceso de paz están íntimamente ligadas, más que a argumentos, a emociones que surgen de un horrible pasado. Ese "no porque no" pasional es lo que hay que cambiar, y solo podemos cambiarlo con la poderosa, y no tan simple, palabra "perdon".


Por: Santiago Osorio Salazar – II Semestre


A los defensores acérrimos del proceso de paz nos parece lógico y casi obvio que la negociación con las FARC es la mejor forma de lograr la paz, por no decir la única, y que para que la negociación sea fructífera, es legítimo y necesario cederles algunas cosas por más guerrilleros, terroristas y asesinos que sean. Y digo que es necesario ceder algunas cosas porque una negociación es bilateral, y para lograr la voluntad guerrillera de dejar las armas, se necesita más que una rebaja de penas; aquellos opositores que dicen estar de acuerdo con una negociación donde no haya beneficios para las FARC pasan por melifluos, pues ellos mismos saben que eso no es más que un saludo a la bandera,  y que una guerrilla con el bagaje de las FARC no se va a rendir así como así.
Sin embargo esa obviedad respecto a la negociación se nos facilita a muchos defensores por una simple razón: no hemos sido víctimas directas del conflicto. Es cierto que a mí no me afecta en nada que, como consecuencia del rendimiento del grupo subversivo, se les otorguen indultos, curules o subsidios, incluso admito la posibilidad de ver a Timochenko debatiendo en el Congreso. No obstante, una persona que ha sufrido directamente el accionar de las FARC no podría soportarlo, ¿Por qué? Porque no. Y es exactamente el “porque no” lo que hay que cambiar. Es totalmente entendible que una persona que le hayan matado al papa rechace rotundamente que los asesinos de su padre no tengan que pagar la pena que en verdad se merecen como consecuencia de la negociación, pero que sea entendible no significa que no haya que cambiarlo. Al fin y al cabo, si se rechazan este tipo de posibilidades y no hay acuerdos, no va a haber un fin del conflicto y los guerrilleros quedarían sin pagar penas y cometiendo mas delitos.
Sin duda, lo ideal sería que pagaran a cabalidad por todos sus delitos, pero hay que ser realistas y entender que no es solo el Estado como institución el que tiene que ceder, sino que somos todos, especialmente las personas más afectadas, los que debemos ceder, ¿Y cómo cedemos? Perdonando. Si bien es cierto que la paz no puede darse a cualquier precio, hay que pagar un precio de todas formas, y si uno de los puntos a tratar es la participación política de este grupo guerrillero, esto no significa que les entreguemos el Senado, significa que hay que negociar. Aquellos que atacan el proceso critican los puntos de negociación argumentando que la agenda política del gobierno no se puede negociar con terroristas, y que ciertos puntos son igualmente absolutamente innegociables;  yo opino que todo es objeto de deliberación, y cuando digo que todo es objeto de deliberación no digo que todo es objeto de concesión. Es el deber de todos los colombianos aprender a perdonar, dejar el egoísmo y la sed de venganza, y ponerse en disposición de oír sin prejuicios, de no rechazar propuestas o posibilidades porque sí, sino abrirse mentalmente y explorar nuevas posibilidades en aras de lograr el fin del conflicto.
Creo que es nuestro deber dar vía libre al proceso e intentar llegar a un acuerdo justo que determine la paz que tanto anhelamos. Eliminemos entonces el “porque no” de nuestro diccionario, motivado por el rencor,  y cambiémoslo por un “depende”, y ese cambio es solo posible si usamos como nunca antes la palabra “perdón”.
Posdata: A los opositores les recomiendo que no digan aún que Santos le está entregando el país a las FARC, al fin y al cabo ni siquiera han empezado a negociar.

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