Por: Jean-Paul Lastre
A finales de la década
de los setentas, un famoso cantante español escribía una canción sobre su
‘vecino de arriba’. La canción narra la difícil convivencia de uno de esos jóvenes que con el tiempo se han convertido en una
especie de cliché que describe la época: de guitarra en mano, con barba sin
afeitar, con el pelo largo y sin peinar. Un desafío abierto, explícito e
insolente al sistema. Por su parte, el vecino de arriba, era uno de esos caballeros
que defendían las costumbres, era una permanencia de aquellos viejos valores. La evidente tensión que se desprende de
esta extraña convivencia, en donde esos dos polos opuestos tienen que compartir
un cierto escenario cotidiano de vida, termina con una exclamación resginada: “los
vecinos de arriba/ inundan la ciudad,/si tu vives abajo,/ no te dejan en paz”.
La repulsión mutua que estos dos personajes se guardaban, sirve como plataforma
para retomar el problema de esos vecinos de arriba, los que inundan la ciudad. En
otras palabras: sirve para retomar el problema de la convivencia.
Hay un asunto de particular interés con las redes sociales.
Esa especie de contrato que se firma cuando se acepta una solicitud de amistad
o cuando se sigue a alguien –todo depende de la red- genera una forma de extraña
convivencia. Esa nueva persona en una lista virtual de conocidos, se vuelve
parte de uno. Su rutina se vuelve descifrable y sus publicaciones, muchas veces,
son algo así como una puerta abierta a una intimidad “que yo no quería conocer”.
Ese que en un principio se consideraba como un amigo virtual –simple y llanamente-
pasa a ser, después de un par de publicaciones incómodas, un vecino detestable,
como el vecino de arriba de la canción. Las personalidades intensas son las
primeras que caen en esta desgracia. El trastorno que los TL (Time Line) o NF
(News Feed) sufren por culpa de estas vecindades, es irreversible: en mi caso,
gracias a una personalidad intensa de la que me volví ‘vecino’, he podido saber
cómo durmió, qué comió y con quién, de igual forma, cómo lo digirió y por
último cómo lo absorbió. De igual forma, supe todos los detalles de una ruptura
amorosa, que pasó por cachos, retorno, terminada y finalmente una amarga
despedida que se tradujo en canciones, poemas, fotos, memes etc.
Sin embargo, convertirse en un vecino de arriba virtual no
termina ahí. Las personalidades intensas son solo una especie de las muchas que
hay. Un carácter común que comparten los vecinos de arriba es el de la
espontaneidad desbordada –que es similar al vecino ruidoso-. Por enumerar unos
pocos, no deben olvidarse aquellos especialistas –virtuales- en Política
Internacional, en Procesos Electorales, en Relaciones Internaciones, incluso en
Historia Contemporánea, que se devanan los sesos y los dedos por producir un
lamento de unos cuantos caracteres que sea tan lúcido y original como para
recibir el mayor número de likes o RT –que son dados por sus pares: otros
vecinos de arriba-. Además de estos, está el comentarista deportivo, que
cuestiona el futbol cuando se gana una medalla olímpica pero que sale antes de
clase y del trabajo cuando juega la selección. El existencialismo también tiene
su cabida: frases de cajón, quotes
(que no son otra cosa que grandes ideas cortadas y manipuladas), fotos en
sepia, blanco y negro: expresiones todas que invitan a la reflexión y a la
conmiseración con la juventud perdida.
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