El debate que suscitó la
posibilidad de retirar a Millonarios dos victorias de los campeonatos
acumulados por el equipo, creó desde indignaciones hasta fuertes aplausos por
parte del público. ¿No es acaso muy tarde para la discusión?
Por:
Sebastián Luque Charry
En el momento en que el
señor Felipe Gaitán filtró la posibilidad de retornar dos títulos obtenidos
durante la década de los ochenta por haber sido conseguidos con financiación de
dineros que, para nadie es secreto, provinieron de los negocios del
narcotráfico del extinto Gonzalo Rodríguez Gacha, se produce un debate de no
acabar. Desde fanáticos hasta figuras políticas expresaron su opinión y
mientras unos se encargaron de martirizar hasta al cansancio al presidente de
Millonarios, otros buscaban la manera de elogiar la actitud del personaje, y
otros, cautos, se mostraban neutros al mejor estilo del presidente de la
DIMAYOR, quien afirmaba que se trataba de una postura filosófica respetable, afirmación incorrecta en tanto que
más que una posición filosófica, se trata
de una posición política.
Ahora bien, la primera
sensación que parece recurrir consiste en un sinsabor que genera la mezcla de un deporte con consideraciones
políticas. Parecen dos aspectos que no encajan muy bien y que sería preferible
dejar separados para un sano disfrute del primero.
Estudiemos las
implicaciones de la idea. En ningún lugar del mundo se ha planteado tal
propuesta, y no es realmente porque Colombia sea el único país en que el fútbol
se ve impregnado de dineros sucios. El problema de la infiltración de dineros
provenientes de la mafia y del crimen organizado en Italia ha sido un problema
inocultable para la justicia de aquel país, de igual forma que lo es el fraude
en las apuestas aún llegando a las altas esferas en equipos como el Napoli
durante los ochentas.
La idea es innovadora y
envía un mensaje claro. Es evidente que Millonarios no es el único que se vio
engrasado con dineros fraudulentos durante la época en mención. De tomarse la
decisión de devolver los títulos mencionados, se enviaría una señal de alerta a
equipos como Nacional sobre la legitimidad de sus títulos. Pero es entonces
cuando surge la cuestión. ¿Realmente la proveniencia de dineros ilícitos hace
que sea posible desvirtuar el éxito profesional del deporte? Recuérdese que
todos estos equipos fueron en su momento sujetos de importantes acciones de
extinción de dominio sobre paquetes accionarios incluyendo equipos como el
Unión Magdalena y el América de Cali que, como bien se sabe, lleva dieciséis
años como integrante de la llamada Lista Clinton. Pensaría uno, entonces, que
las acciones judiciales correspondientes ya han sido tomadas y que realmente inmiscuir
a la justicia en los resultados de los eventos deportivos sería un exceso
además muy complicado de llevar a cabo jurídicamente hablando.
Es claro, pues, que el
mensaje no responde realmente a una obligación de los diferentes equipos. En
estricto sentido, afirmarán algunos que ninguna relación tiene la financiación
del funcionamiento del equipo en los resultados del mismo, e incluso, como
alegan otros, los títulos pertenecen al fanático y al hincha cuando no al mismo
equipo. Pero no puede dejar de sentirse cierto desasosiego cuando se conoce la
realidad económica que sustentó a muchos de los equipos que lograron el apogeo
que lograron durante la época y que incluso, tal vez a modo de pragmatismo, se
utiliza como argumento para demeritar al rival en discusiones sobre la calidad
de uno u otro.
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