domingo, 28 de octubre de 2012

El cuento de Millonarios



El debate que suscitó la posibilidad de retirar a Millonarios dos victorias de los campeonatos acumulados por el equipo, creó desde indignaciones hasta fuertes aplausos por parte del público. ¿No es acaso muy tarde para la discusión?

Por: Sebastián Luque Charry


En el momento en que el señor Felipe Gaitán filtró la posibilidad de retornar dos títulos obtenidos durante la década de los ochenta por haber sido conseguidos con financiación de dineros que, para nadie es secreto, provinieron de los negocios del narcotráfico del extinto Gonzalo Rodríguez Gacha, se produce un debate de no acabar. Desde fanáticos hasta figuras políticas expresaron su opinión y mientras unos se encargaron de martirizar hasta al cansancio al presidente de Millonarios, otros buscaban la manera de elogiar la actitud del personaje, y otros, cautos, se mostraban neutros al mejor estilo del presidente de la DIMAYOR, quien afirmaba que se trataba de una postura filosófica respetable, afirmación incorrecta en tanto que más que una posición filosófica, se trata  de una posición política.

Ahora bien, la primera sensación que parece recurrir consiste en un sinsabor que genera la  mezcla de un deporte con consideraciones políticas. Parecen dos aspectos que no encajan muy bien y que sería preferible dejar separados para un sano disfrute del primero.

Estudiemos las implicaciones de la idea. En ningún lugar del mundo se ha planteado tal propuesta, y no es realmente porque Colombia sea el único país en que el fútbol se ve impregnado de dineros sucios. El problema de la infiltración de dineros provenientes de la mafia y del crimen organizado en Italia ha sido un problema inocultable para la justicia de aquel país, de igual forma que lo es el fraude en las apuestas aún llegando a las altas esferas en equipos como el Napoli durante los ochentas.

La idea es innovadora y envía un mensaje claro. Es evidente que Millonarios no es el único que se vio engrasado con dineros fraudulentos durante la época en mención. De tomarse la decisión de devolver los títulos mencionados, se enviaría una señal de alerta a equipos como Nacional sobre la legitimidad de sus títulos. Pero es entonces cuando surge la cuestión. ¿Realmente la proveniencia de dineros ilícitos hace que sea posible desvirtuar el éxito profesional del deporte? Recuérdese que todos estos equipos fueron en su momento sujetos de importantes acciones de extinción de dominio sobre paquetes accionarios incluyendo equipos como el Unión Magdalena y el América de Cali que, como bien se sabe, lleva dieciséis años como integrante de la llamada Lista Clinton. Pensaría uno, entonces, que las acciones judiciales correspondientes ya han sido tomadas y que realmente inmiscuir a la justicia en los resultados de los eventos deportivos sería un exceso además muy complicado de llevar a cabo jurídicamente hablando.

Es claro, pues, que el mensaje no responde realmente a una obligación de los diferentes equipos. En estricto sentido, afirmarán algunos que ninguna relación tiene la financiación del funcionamiento del equipo en los resultados del mismo, e incluso, como alegan otros, los títulos pertenecen al fanático y al hincha cuando no al mismo equipo. Pero no puede dejar de sentirse cierto desasosiego cuando se conoce la realidad económica que sustentó a muchos de los equipos que lograron el apogeo que lograron durante la época y que incluso, tal vez a modo de pragmatismo, se utiliza como argumento para demeritar al rival en discusiones sobre la calidad de uno u otro.  

Los jugadores del equipo, por supuesto, también ofrecieron su opinión, algunos con indignación. Mario Vanemerak no dudó en expresar su desconcierto con la idea y su inamovible negación a devolver sus títulos. Es evidente que debe ser muy frustrante para un jugador que se desconozca su esfuerzo en la cancha de tal manera. Es por ello que se reitera lo que más arriba se mencionaba: mezclar aspectos políticos en el fútbol genera un sinsabor no muy agradable. Sin embargo, tampoco puede dejarse totalmente de lado la fatídica realidad que azotó al país y hacernos los sordos a los reproches que puedan recibirse. Como en todo, parece tarde para tomar acciones y aquellas que se adopten servirán únicamente de mensaje pedagógico a la comunidad más que a una real justicia material. El simple anuncio hizo recordar la realidad a que se alude, y parece suficiente para concretar el mensaje sin llevar las cosas a extremos que desemboquen en agrias discusiones sin conclusión alguna

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