Sin duda, la
vida de Hernando Yepes Arcila constituye un testimonio del valor del esfuerzo,
que es justamente aquello que permite llegar a ser no sólo un destacado
estudiante sino un ciudadano ejemplar dispuesto a servirle a la sociedad.
Por: Andrés Díaz Grillo
Sea lo primero
señalar que el doctor Hernando Yepes Arcila es uno de aquellos colombianos que
vivieron de cerca los más duros años de la violencia partidista. Su nacimiento
se produjo el 6 de octubre de 1942 en Génova (Quindío). En ese entonces, el
municipio no sólo hacía parte del departamento de Caldas, sino que estaba en el
epicentro de los enfrentamientos entre los liberales, llamados Chusmeros,
provenientes del Tolima, y los conservadores, denominados Pájaros, procedentes
del Valle del Cauca.
Con nitidez,
Yepes recuerda la noche en que los dirigentes de la población, incluido su
padre, un serio militante del Partido Conservador, encabezaban un movimiento de
autodefensa popular, esto es, un auténtico vivac ciudadano, en virtud del
cual los vecinos de la comunidad esperaban armados el ataque de Modesto Ávila,
un celebérrimo jefe de los Chusmeros. Finalmente, al conocer que su ofensiva no
sería sorpresiva, los guerrilleros decidieron abstenerse de consumarla. Lo
cierto es que la infancia de Yepes, si bien es cierto incluye gratos recuerdos,
propios de esa idílica fase de la vida, también contiene imágenes de cadáveres
de campesinos ignotos, así como de amigos de familia y padres de sus compañeros
de juegos que eran asesinados por miembros de las filiaciones políticas en
pugna.
Años después,
durante su adolescencia, tuvo que enfrentar un fracaso académico que, a la
postre, le sirvió de acicate para convertirse en el disciplinado hombre de estudio
que todos conocemos. Tal revés tuvo lugar cuando, como era lo usual para todos
los hijos de las familias acomodadas del departamento de Caldas, fue enviado a
estudiar en el Colegio de Nuestra Señora
de la ciudad de Manizales. En este internado diocesano, consumido por la tristeza y nostalgia
derivada de estar separado de su entorno familiar, Yepes no logró aprobar su
primer año de bachillerato. Sin embargo, gracias a semejante desilusión, una
vez reiniciado el bachillerato, y particularmente desde que entró a cursar sus
estudios en el Colegio San Luis de la Compañía de Jesús, se empezó a forjar la
personalidad de este gran hombre reconocido por su disciplina y agudeza
intelectual. Durante su permanencia en este colegio, gracias a los padres
jesuitas Gonzalo Ortiz Lozano y Pedro Elías Serrano, quienes no sólo profesaban
con lealtad preciosos valores y principios, sino que lograban contagiar con
ellos a sus discípulos, llegó a ser un notable bachiller, acreedor de
innumerables medallas, tal como lo recuerda su esposa, la doctora Ángela María
Botero.
Ahora bien, no
es posible entender semejante transformación, y particularmente el surgimiento
en él de un reconocido amor por la lectura, sin tener en cuenta la notable
influencia de su hermano mayor, Miguel, quien tenía tal vez la mejor biblioteca
del municipio de Génova. Fue justamente en ese recinto, dedicado a la lectura,
en donde, gracias a una obra de miscelánea, El Tesoro de la Juventud, Yepes
tuvo su primer encuentro con la historia, la geografía. En fin, con las
ciencias humanas. De modo que fue su hermano mayor quien le inculcó el amor por
la lectura y por tanto el culpable de que hoy sea uno de los más asiduos
clientes de la librería Lerner de la Calle 92. Vale anotar que según nos contó
Zoraida Hernández, su diligente secretaria, este ilustre jurista puede llegar a
comprar hasta 15 libros por semana.
Convertido en un
destacado bachiller, le fue imposible desprenderse del ambiente político del
momento. Fue así como junto con otros pocos de sus compañeros lideró, al
interior de su colegio, la defensa de las ideas conservadoras de Laureano Gómez
frente a las de la mayoría aglutinada alrededor de Mariano Ospina Pérez. Sin
duda, fue su fascinación por la figura histórica de Gómez, que, a su vez, lo
condujo a tener una inclinación temprana por la política, lo que lo llevó a
iniciar en 1960 sus estudios en la Facultad de Derecho de la Universidad de
Caldas. Eso sí, su primera opción era nuestra facultad, pero su padre, en aras
de salvaguardar su vocación, prefirió que siguiera participando de la vida del
hogar en Manizales. Vale la pena destacar que nuestro conspicuo profesor no
sólo fue sino que sigue siendo laureanista. Pues tal como lo reconoce: “El
laureanismo es una condición que imprime carácter.” Un talante que se traduce
en una preocupación constante por la moral pública. Por lo mismo, no es extraño
que Yepes sea un bolivariano ferviente.
De su época como
universitario Yepes recuerda con inmensa gratitud a sus profesores César Gómez Estrada, Alberto Mendoza Hoyos,
Hernando Gómez Mejía, Humberto Arango Jiménez y Ramón Marín Vargas. Abogados
que no sólo participaban en la vida política departamental y nacional sino que
eran eminencias en el orden científico. Fue justamente Ramón Marín Vargas, un
valioso ser humano, liberal de recia militancia, quien lo introdujo, de la mano
de los juristas Carré de Malberg (Con
su libro Teoría del Estado) y Georg
Jellinek, en el campo del derecho constitucional, que es, desde luego, la
disciplina a la que le ha dedicado el mayor tiempo de su vida.
Ahora bien,
puesto que para el momento en que obtuvo su título como abogado el derecho
constitucional no ofrecía una posibilidad de subsistencia, los inicios de su
ejercicio profesional se dieron en el campo del derecho civil, comercial y
administrativo. Sin embargo, al no haberse desprendido de su inclinación
política, durante estos años también fue Concejal de la ciudad de Manizales en
representación de una agrupación de jóvenes conservadores. El ejercicio de este
cargo público constituyó para él, además de un altísimo honor, valga anotar que
para ese entonces ésta era una actividad no remunerada, una gran experiencia.
Aunque durante los tres periodos para los que fue elegido participó en diversas
empresas, destaca su intervención en la gran renovación urbana de la ciudad
llevada a cabo durante la alcaldía de Ernesto Gutiérrez Arango.
Precisamente el
ejercicio de la profesión lo llevó a conocer a quien, para él, es el más grande
constitucionalista colombiano, el doctor Carlos Retrepo Piedrahita, ínclito
jurista a quien le gustó su tesis de grado, titulada “La reforma Constitucional
de 1968 y el Régimen Político Colombiano”,
y quien decidió pedirle que lo acompañara en su misión como embajador de
Colombia en Italia. Yepes recuerda esos años como los mejores de aquella etapa
de su vida, y aun hoy cultiva sus conocimientos de italiano, leyendo tanto literatura
como temas relacionados con el derecho constitucional.
Tras una larga
temporada dedicada al ejercicio profesional como litigante y consultor, fue
nombrado Magistrado vitalicio de la Sala Constitucional de la Corte Suprema de
Justicia, momento que él considera como el más gratificante de su vida. En esa época, una vez más, la política tocó a
su puerta, esta vez con ocasión de la convocatoria a la Asamblea Nacional
Constituyente. A ella llegó como miembro de la lista del Partido Social Conservador,
encabezada por el expresidente Misael Pastrana Borrero, quien, a su juicio, fue
el mejor constituyente.
Fue justamente
gracias a su participación en la Asamblea que este bachiller de colegio jesuita
llegó, no sólo a descubrir su vocación como docente universitario, sino que
terminó una vez más en una institución educativa de la Compañía de Jesús, en
nuestra universidad. Ello por cuanto fue en ese escenario que conoció al doctor
Juan Carlos Esguerra, quien pertenecía a la lista del Movimiento de Salvación
Nacional. Esguerra, su contradictor favorito y más frecuente en la Asamblea,
fue nombrado después de la Constituyente decano de nuestra facultad y tras
empeñarse en lograr que Yepes asumiera la cátedra de derecho constitucional,
éste no tuvo otra opción que aceptar.
Ahora bien, su
papel como destacado maestro de nuestra casa de estudios no fue un obstáculo
para participar del gobierno de Andrés Pastrana, administración de la que fue
Ministro del Trabajo. Con emoción, nuestro profesor destaca dos significativos
logros obtenidos durante el ejercicio del cargo. El primero, haber logrado
salvar a la nación de tener que atender reclamaciones fraudulentas por valor de
un billón y medio de pesos en el tristemente célebre caso de Foncolpuertos. El
segundo, asumir con éxito la defensa de Colombia ante el reclamo del
sindicalismo mundial por el supuesto intento de exterminación de la actividad
sindical.
Aun cuando una
merluza negra, pescada en aguas argentinas y cocida a la brasa en el
restaurante Las Lilas de Buenos Aires, un buen puchero, el libro sobre la historia
del poder de Bertrand de Jouvenel o la película
Doce Hombres en Pugna (en sus dos versiones) pueden hacerlo feliz, es
justamente “no tener grandes deudas acumuladas a lo largo de la vida en el
plano moral, tener cinco nietos, una gran esposa, inmejorables amigos y dos
perros (Plutarco y Lia)” lo que resume su noción de la felicidad. Para quienes
han tenido el honor de conocer a Plutarco y todavía no les han presentado a Lia,
la pueden encontrar en You Tube escribiendo “Belgium Terrier”, que es
justamente la raza creada especialmente para ella por la esposa del doctor
Yepes.
Como lo ilustra
este breve homenaje, más que un insigne jurista, Yepes es un ciudadano ejemplar
empeñado en servirle a la sociedad.
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