El
encanto que ha dejado la edición 2012 de la producción, aparentemente, más
exitosa del país, debe responder a ciertas razones y debemos estudiarlas para
salir de la duda de una buena vez.
Por:
Sebastián Luque Charry
¿Quién
de nosotros no se ha deslizado, como quien no quiere la cosa, a tocar el tema
del ahora programa con más alto rating en Colombia? Con timidez, se comienza
con algún comentario, y luego de un par de risas, habremos de percatarnos que
todos los presentes saben del tema. Todos conocemos aquel sujeto que afirma que
lo habrá visto una vez y que, al encontrar grotesca la experiencia, decidió no
volver a acercarse si quiera al canal. Acto seguido y a forma de compensación,
explayará incisiva crítica sobre la producción, y digo a forma de compensación
porque tengo la convicción que esta clase de sujetos deben tener tremendo
póster de Oscar y Elianis sobre la cama y no pierden uno solo de los capítulos.
La pregunta que surge es, ¿qué tiene esta empalagosa pantomima que
mantiene a tantos colombianos pegados como idiotas a la pantalla del televisor
todas las noches?
Bien,
analicemos en detalle la preparación de un show de este género. Debe usted, en
primera instancia, disponer de una casa de unos mil metros cuadrados con
capacidad para unas veinte personas, organizada y moderna. Una vez el lugar
preparado, introduzca en la misma quince personas, ocho mujeres y siete hombres
que cumplan las siguientes características; deben ser jóvenes, deben ser lindos,
todos, deben tener un mínimo grado de narcisismo y una capacidad de raciocinio
similar, preferiblemente baja. Una vez introducidos los sujetos en el lugar,
debe usted proceder a la instalación de diversas cámaras alrededor de la casa,
en específico, treinta y cinco automáticas y siete manejadas manualmente. Debe
asegurarse de colocarlas estratégicamente de tal manera que no pierda usted ni
un momento de este preciado enjuague neuronal.
A
continuación, asegúrese que los integrantes estén activos y procure, en la
medida de lo posible, que se sientan lo más aprisionados posibles, cree tensión
entre ellos y téngalos al borde de la histeria. Una vez se encuentren en este
estado, encienda las cámaras, espere unos diez minutos y cuando crea que la
situación está por hervir, introduzca a Oscar. Entonces, si ha seguido las
instrucciones con atención, su Casa Estudio estará lista.
Protagonistas
de Nuestra Tele se encarga de explotar el drama humano más básico, la
convivencia social, de la forma más digerible posible, y es ahí, precisamente,
donde encuentra su éxito. Es sencillo, y explota el morbo de la pasión
exacerbada en un ambiente claustrofóbico de tal forma que obtiene la más básica
comedia trágica, de manera absolutamente masticada, evitándole al televidente
la necesidad de pensar. Es perfecto para quien no pretende desgastar la
cabeza y sólo quiere sublimar un largo día de trabajo en un encantador lavado
cerebral.
¡Pero
bueno! No estamos tan mal. A lo menos cumplimos el objetivo de evitar que la
mayor parte de la población colombiana se contagie de la mala influencia que
traía el ya pocas veces mencionado Escobar, Patrón del Mal. Por supuesto que
sí, indudablemente es mucho mejor sumergirnos en melodramas baratos que tener
que lidiar con el mal influjo de una historia fatídica, ¿no?
Pero
ya está, tomemos seriedad en el asunto, de igual forma una obra de arte tiene
su éxito en la clase de representación que haga de la sociedad. Tal vez la Casa
Estudio tiene un trasfondo crítico más profundo de lo que pensamos, es posible
que sea una forma de representación que producción hace de algunas
instituciones, digamos, qué sé yo, el Honorable Congreso de la República.
Pues
bien, si queremos televisión de calidad también debemos esforzarnos en conjunto
por exigirla, aunque, por otra parte, podemos sencillamente conformarnos con
esto que tenemos. Al fin y al cabo, que Protagonistas de Nuestra Tele sea el
programa con más rating en toda Colombia no es lo peor que le está pasando al
país en estos momentos.
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