Las discusiones éticas
suelen desarrollarse en planos abstractos, por lo que tomar partido por una u
otra puede no traer consecuencias reales. Sin embargo, ¿qué pasa cuando un
Estado debe hacer una elección en la que existe un conflicto ético?
Por:
George Symington
Imagínese la siguiente
situación hipotética: Existe una bomba de enorme capacidad en el Centro de
Bogotá, cuya detonación causaría la muerte de centenares de personas. Hay un
individuo que conoce la clave para impedir que la bomba haga explosión, pero se
niega a colaborar con las autoridades y divulgar la información necesaria para
desactivar la bomba. ¿Cómo debe actuar el Estado en una situación límite como
la descrita anteriormente? ¿Puede el Estado torturar a dicho individuo con la
finalidad de salvar cientos de vidas?
Sobre el caso
planteado, el jurista Richard
Posner, opina que “si la tortura es el
único medio para obtener información para prevenir la detonación de una bomba
nuclear en Times Square, la tortura debe ser utilizada, y va a ser utilizada,
para obtener la información (…). Ninguna persona que afirme que la tortura no
debería ser utilizada en este caso concreto podría ocupar una posición de
responsabilidad”.
Esta concepción de
Posner llama mucho la atención. Ello seguramente obedece a que una respuesta
como la que el autor propone, aun cuando razonable, pareciera no ser ética. Lo
curioso es que el parámetro de lo ético, a pesar de las sensaciones a priori,
puede ser muy relativo, por lo que, tal vez, lo más aconsejable frente a este
tipo de problemas sea siempre un análisis crítico y contextualizado. Para
efectos de lo anterior, se examinará la posición de Posner, que se basa en una
concepción utilitarista y pragmática del deber ser, y luego la de Kant, que
refutaría rotundamente a Posner.
La situación abstracta planteada con anterioridad parece salida de la
realidad y de lo cotidiano, pero si uno se pone a pensar, este tipo de
decisiones se toman a diario en el ejercicio de la administración pública, en
una menor escala, y existen ejemplos históricos en los cuales el argumento
esbozado por Posner fue utilizado para justificar acciones estatales altamente
controversiales. Qué mejor ejemplo que la justificación de la detonación de las
bombas de Nagasaki e Hiroshima por parte de los poderes aliados, después de que
los japoneses se negaron ha aceptar los términos de la Declaración Postdam. En
palabras de Winston Churchill, esta decisión se justificaba en que, gracias a
la detonación de las dos bombas nucleares, se salvaron muchas más vidas humanas
de las que murieron con la explosión de la bomba.
Según esta argumentación, es justificable acabar con una vida humana con el
objetivo de prevenir la muerte de un número mayor de vidas. Siguiendo la misma
línea argumentativa, el filósofo Peter Singer ha desarrollado una teoría
filosófica alrededor de las dos premisas fundaméntales del filósofo utilitarista
inglés Jeremy Bentham, según las cuales, todos los animales evitan el
sufrimiento y es el bien común el que determina lo bueno y lo malo.
Según lo argumentado
por Singer, es necesario maximizar los intereses de la sociedad, así deban
hacerse ciertos “sacrificios”. Por ejemplo si se tiene la posibilidad de salvar
una vida o de salvar diez; se deben salvar las diez vidas. Con base en lo
anterior, se puede reflexionar sobre si se justifica el gasto público en
tratamientos largos y altamente costosos en pacientes terminales, cuando se
podrían utilizar esos recursos en tratamientos médicos para personas que sí
tienen la posibilidad de recuperarse, entendiendo que existen recursos escasos
y costos de oportunidad.
En contra de lo planteado por Singer, Immanuel Kant desarrolla la teoría de
la Ética Deontológica, cuya premisa básica es “existe una obligación de desarrollar la acción correcta, sin importar
las consecuencias actuales”. Sus planteamientos éticos giran en torno al
concepto de dignidad humana, cuyo eje central radica en tratar a las personas
como un fin en sí mismas. La consecuencia de lo anterior es que todas las vidas
humanas son igualmente valiosas y se deben respetar sin importar el resultado. Bajo
el esquema kantiano sería inconcebible torturar, matar o dejar morir a un
individuo, si con ello se busca salvar un número mayor de personas.
Las reflexiones anteriores nos hacen cuestionar los límites de un
ordenamiento jurídico basado en el concepto de la inviolabilidad de la vida
humana y la integridad física de las personas, cuando el mismo ordenamiento
jurídico colombiano permite, en ciertos casos, que un individuo le quite la
vida a otro. La discusión sigue abierta; ¿Realmente se puede causar un mal menor para evitar un mal mayor? ¿Puede el estado matar,
torturar o dejar morir a un ser humano con el objetivo de salvarle la vida a más
personas?
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