miércoles, 29 de agosto de 2012

Discusiones éticas llevadas a la práctica


Las discusiones éticas suelen desarrollarse en planos abstractos, por lo que tomar partido por una u otra puede no traer consecuencias reales. Sin embargo, ¿qué pasa cuando un Estado debe hacer una elección en la que existe un conflicto ético?

Por: George Symington

Imagínese la siguiente situación hipotética: Existe una bomba de enorme capacidad en el Centro de Bogotá, cuya detonación causaría la muerte de centenares de personas. Hay un individuo que conoce la clave para impedir que la bomba haga explosión, pero se niega a colaborar con las autoridades y divulgar la información necesaria para desactivar la bomba. ¿Cómo debe actuar el Estado en una situación límite como la descrita anteriormente? ¿Puede el Estado torturar a dicho individuo con la finalidad de salvar cientos de vidas?
Sobre el caso planteado, el jurista Richard Posner, opina que “si la tortura es el único medio para obtener información para prevenir la detonación de una bomba nuclear en Times Square, la tortura debe ser utilizada, y va a ser utilizada, para obtener la información (…). Ninguna persona que afirme que la tortura no debería ser utilizada en este caso concreto podría ocupar una posición de responsabilidad”.
Esta concepción de Posner llama mucho la atención. Ello seguramente obedece a que una respuesta como la que el autor propone, aun cuando razonable, pareciera no ser ética. Lo curioso es que el parámetro de lo ético, a pesar de las sensaciones a priori, puede ser muy relativo, por lo que, tal vez, lo más aconsejable frente a este tipo de problemas sea siempre un análisis crítico y contextualizado. Para efectos de lo anterior, se examinará la posición de Posner, que se basa en una concepción utilitarista y pragmática del deber ser, y luego la de Kant, que refutaría rotundamente a Posner. 
La situación abstracta planteada con anterioridad parece salida de la realidad y de lo cotidiano, pero si uno se pone a pensar, este tipo de decisiones se toman a diario en el ejercicio de la administración pública, en una menor escala, y existen ejemplos históricos en los cuales el argumento esbozado por Posner fue utilizado para justificar acciones estatales altamente controversiales. Qué mejor ejemplo que la justificación de la detonación de las bombas de Nagasaki e Hiroshima por parte de los poderes aliados, después de que los japoneses se negaron ha aceptar los términos de la Declaración Postdam. En palabras de Winston Churchill, esta decisión se justificaba en que, gracias a la detonación de las dos bombas nucleares, se salvaron muchas más vidas humanas de las que murieron con la explosión de la bomba.
Según esta argumentación, es justificable acabar con una vida humana con el objetivo de prevenir la muerte de un número mayor de vidas. Siguiendo la misma línea argumentativa, el filósofo Peter Singer ha desarrollado una teoría filosófica alrededor de las dos premisas fundaméntales del filósofo utilitarista inglés Jeremy Bentham, según las cuales, todos los animales evitan el sufrimiento y es el bien común el que determina lo bueno y lo malo.
Según lo argumentado por Singer, es necesario maximizar los intereses de la sociedad, así deban hacerse ciertos “sacrificios”. Por ejemplo si se tiene la posibilidad de salvar una vida o de salvar diez; se deben salvar las diez vidas. Con base en lo anterior, se puede reflexionar sobre si se justifica el gasto público en tratamientos largos y altamente costosos en pacientes terminales, cuando se podrían utilizar esos recursos en tratamientos médicos para personas que sí tienen la posibilidad de recuperarse, entendiendo que existen recursos escasos y costos de oportunidad.
En contra de lo planteado por Singer, Immanuel Kant desarrolla la teoría de la Ética Deontológica, cuya premisa básica es “existe una obligación de desarrollar la acción correcta, sin importar las consecuencias actuales”. Sus planteamientos éticos giran en torno al concepto de dignidad humana, cuyo eje central radica en tratar a las personas como un fin en sí mismas. La consecuencia de lo anterior es que todas las vidas humanas son igualmente valiosas y se deben respetar sin importar el resultado. Bajo el esquema kantiano sería inconcebible torturar, matar o dejar morir a un individuo, si con ello se busca salvar un número mayor de personas.
Las reflexiones anteriores nos hacen cuestionar los límites de un ordenamiento jurídico basado en el concepto de la inviolabilidad de la vida humana y la integridad física de las personas, cuando el mismo ordenamiento jurídico colombiano permite, en ciertos casos, que un individuo le quite la vida a otro. La discusión sigue abierta;  ¿Realmente se puede causar un mal menor para evitar un mal mayor? ¿Puede el estado matar, torturar o dejar morir a un ser humano con el objetivo de salvarle la vida a más personas?


No hay comentarios:

Publicar un comentario