lunes, 23 de abril de 2012

Las drogas en los diferentes escenarios- Informe especial


Las drogas en los diferentes escenarios


Prohibición, despenalización o legalización de las drogas


Foto de: Catalina Aristizábal 
Los argumentos de quienes están en contra o a favor de la legalización o despenalización de las drogas se evidencian a diario en los medios de comunicación. En esta oportunidad, FORO JAVERIANO quiso, para no caer en lo mismo, adentrarse en la realidad de las drogas en varias de las áreas del conocimiento, buscando que sus lectores analicen los pros y los contras de la legalización, despenalización o prohibición de estas sustancias.


Por: FORO JAVERIANO

La discusión en torno a las drogas nunca ha sido un tema pacífico en el país. Hace unos años, únicamente se hablaba de la despenalización de éstas en un contexto social y político que no permitía hablar de una legalización de las mismas. El debate alrededor de estas sustancias, aunque presenta dos extremos bien definidos como lo son, por un lado, la legalización de las drogas en un concepto social de aceptación y con algunas restricciones definidas (como ocurre en el caso del alcohol) y por otro lado, la prohibición total de ellas en un contexto de imagen negativa y peyorativa de las mismas, presenta también un inmenso panorama de matices, en el que los países han encontrado la solución en la despenalización de ciertas conductas relacionadas con estas sustancias.

Sin embargo, últimamente, los conceptos de despenalización y legalización se han venido fusionando en uno solo en el debate en torno a las drogas, ya que, como afirma el forense Michael Spontz “no se puede hablar de la despenalización de todas las conductas relacionadas con drogas cuando en la conciencia colectiva se sigue percibiendo una antijuridicidad material de ellas, ni se puede hablar únicamente de una despenalización de estas conductas cuando se le está abriendo la puerta a una política de Estado que deje de concebir como ilícitas estas sustancias y pretenda integrarlas como parte del mercado·” Pues bien, hablar de una legalización o de una despenalización implicaría entrar a analizar la conciencia colectiva que se tenga frente al tema y las cesiones o restricciones que pretenda guardarse para sí el sistema jurídico de un país.

En Colombia, en la Sentencia C-221 de 1994, la Corte debió entrar a decidir la constitucionalidad de las normas de la Ley 30 de 1986 que definían la dosis personal de estupefacientes y establecían las sanciones por portar la mencionada dosis. Se concluyó en esta sentencia que la Constitución ordena que prevalezca la autonomía individual a través del derecho al libre desarrollo de la personalidad, de modo que el consumidor individual no puede ser considerado sujeto de sanciones penales, sino digno de apoyo y orientación.  En el año 2002, el congreso aprobó la ley 745, que tipificó como contravención el porte y consumo de la dosis personal pero esto fue declarado inexequible por la sentencia C-101 de 2004.  En el 2008 ocurrió lo mismo con la Ley 1153 de 2007. Posteriormente, mediante Acto Legislativo Nº2 de 2009, el Congreso de la República adicionó el artículo 49 de la Constitución Política y señaló que “el porte y consumo de sustancias estupefacientes o sicotrópicas está prohibido salvo prescripción médica.”Sin embargo, esta prohibición, más que orientarse hacia el aspecto represivo de la conducta, pretendía orientar al legislador y las políticas públicas. A finales de 2011  fue publicada la Sentencia C-574 de 2011, con la que la Corte rechazó una demanda de inconstitucionalidad presentada por un grupo de estudiantes y profesores de la Universidad de los Andes que argumentaba que la modificación de la Constitución durante el gobierno de Uribe para “prohibir” la dosis personal (Acto Legislativo 02 de 2009) daba pie para que las personas sorprendidas con sustancias ilegales fueran a parar a la cárcel. La Corte negó esta tesis y afirmó que, aunque el porte y consumo de drogas esté “prohibido”, las únicas medidas terapéuticas que se pueden tomar contra quienes incumplan esta norma serán de carácter “administrativo”.

Foto de: Catalina Aristizábal
En ese mismo semestre el Presidente Juan Manuel Santos comenzó a decir que se debía abrir el debate sobre una posible legalización de las drogas a nivel internacional como una política de grupo, y estableció que ese sería uno de los temas a tratar en la Cumbre de las Américas, no como un escenario para llegar a una solución, sino como un escenario para abrir el debate frente a otros países de la región, e incluso, frente a Estados Unidos. Por otro lado, a finales de marzo de este año, se presentó en la Secretaría de la Cámara un proyecto de ley que terminó de expandir el debate sobre drogas a todas las áreas de la sociedad al encontrarse frente a un gobierno que afirmó no estarlo impulsando. En este proyecto de ley los términos de despenalización y legalización se usan indistintamente  e incluso, durante la cumbre de las Américas, éstos dos no se diferenciaron ni siquiera en la intención de aquellos que mencionaron el tema bajo la premisa del “sí pero no”. 

Es este pues el panorama normativo, político y social que tenemos hoy en día en nuestro país frente al tema.

Desde las artes

Los paraísos artificiales: ¿malditos o divinos?

Por: Emilio Calderón Reyes.
Estudiante de literatura de la Universidad de los Andes.

Si la historia de la literatura puede aportarle algo “útil” a la sociedad, esto sería que puede hacerla caer en cuenta de cómo la vasta mayoría de sus problemas no son exclusivos de la actualidad. Sino que, por el contrario, estos generalmente ya han sido discutidos en el pasado. Es así que se puede hacer del estudio de la literatura una búsqueda en el pasado para ampliar nuestras perspectivas para afrontar los dilemas que se nos presentan más urgentes.

Si bien el debate legal sobre la despenalización de las drogas es relativamente reciente en este país, el consumo de sustancias que afectan el nivel de conciencia y la percepción de la realidad no es, de ningún modo, un tema nuevo. A continuación, me referiré al canon  de la literatura de las drogas. Ahora bien, está fuera de la brevedad de este texto y de los conocimientos de su autor dar una exposición exhaustiva sobre el tema. Por otro lado, no tomo partido en ningún bando. Este texto es, simplemente,  una invitación al lector para que conozca la literatura de las drogas y que, a partir de su lectura, saque por sí mismo sus propias conclusiones. En una sociedad como la nuestra, en la que los debates públicos tienden a la polarización y a la repetición de los mismos lugares comunes, la literatura del pasado puede aportarnos creatividad para avivar nuestras discusiones. En particular, acá hablaré de unos testimonios literarios extraordinarios sobre el uso de alucinógenos, que aportan una perspectiva reflexiva para analizar un tema que, generalmente, se discute con un exceso de estadísticas y cifras y poquísima introspección.

La escritura para Thomas de Quincey era, antes que nada,  una cuestión de supervivencia. Tras dilapidar toda su fortuna familiar y quedar en la miseria, no tuvo otro remedio que ganarse la vida como escritor. Una de sus obras es Las confesiones de un comedor de opio, un relato autobiográfico en el que narra, en primera persona, sus igualmente terribles y sublimes  experiencias con las drogas. En esta obra está presente la voz de un hombre arruinado, cuyos tormentos y deleites son igualmente producto de una profunda adicción.  

Otro escritor que siguió el camino de De Quincey fue el poeta maldito Charles Baudelaire, también para él las drogas fueron un tema literario y una experiencia personal. Baudelaire llamó a estas sustancias los paraísos artificiales, porque consideraba que, especialmente en las circunstancias más difíciles, brindaban un refugio imperturbable de las durezas de la vida. Este poeta exaltó especialmente las drogas que estimulaban la sensibilidad, como el hachís y el opio, y en su obra los efectos de esta son un tema recurrente, como la cinestesia, en la que: “Los sonidos tienen color, los colores tienen música”.

Tanto De Quincey como Baudelaire describen detalladamente los placeres de los alucinógenos,  que ellos consideraban acercaban al hombre a lo divino. Pero en sus obras se reconoce la  capacidad demoniaca de estos para corromper al hombre, para sumirlo en la apatía, la pasividad y el hastío. No en vano,  Baudelaire criticaba los paraísos malditos, a los que la humanidad recurría en su afán por traspasar los límites de lo mundano, y razonaba que: “Un estado razonable nunca podría subsistir con el uso del hachís. Este no produce ni guerreros ni ciudadanos. En efecto, al hombre le está prohibido, so pena de decaimiento y de muerte intelectual, alterar las condiciones primordiales de su existencia y romper el equilibrio de sus facultades con el medio ambiente”

Desde la Medicina
Orientación médica para consumidores y legisladores

Por Ricardo Luque Núñez.
Médico y Magister en Bioética de la Universidad Javeriana. Asesor en la Dirección de Promoción y Prevención del Ministerio de Salud y Protección Social.

El consumo de sustancias psicoactivas per se no es una enfermedad. El consumo de drogas, legales o ilegales, es una conducta asumida que busca alterar el estado de conciencia. Las “drogas” son diversas y tienen mayor  o menor aceptabilidad social según la época, su poder adictivo o la cultura. El consumo puede ser experimental, ocasional, habitual o adictivo, y dependiendo de factores como el tipo de sustancia, su calidad, la dosis, la frecuencia del consumo, la vía de administración, la edad o el esquema de personalidad y de elementos contextuales, como el tipo de legislación o el precio, el consumo puede llegar a ser o no problemático, para las relaciones sociales, la productividad o el bienestar físico y mental. (Silvana Fernández. 2009. Servicios Virtuales, usuarios Reales: 290 respuestas a preguntas sobre drogas.)

El proyecto de ley radicado por el Representante Constantino Rodríguez, propone la despenalización de los cultivos de marihuana, coca y amapola, a la vez que encarga al sector salud de la  prevención del consumo y del manejo médico de la adicción. Al plantear responsabilidades para el sector salud, se reconocen implícitamente las consecuencias de las sustancias psicoactivas sobre el organismo de los consumidores. 

Veamos:
La marihuana (un alucinógeno) en su fase aguda, genera un estado alterado de conciencia durante el cual acciones como conducir implican un riesgo. Pueden darse estados de ansiedad o paranoia, afección de la memoria, taquicardia, ojos enrojecidos y apetito aumentado. Los efectos crónicos tienen que ver con las afecciones pulmonares que implica fumar. La marihuana no está exenta de los alquitranes y sustancias cancerígenas que existen en el tabaco.

La cocaína (un estimulante como la nicotina), puede producir sangrados por la nariz, ansiedad, taquicardia, hipertensión arterial e insomnio. Los sentimientos de euforia y bienestar, al no ser muy prolongados, inducen a un consumo repetitivo. Su uso crónico puede generar síndrome de abstinencia y daños como perforación del tabique nasal, infartos  cardiacos o cerebrales  y disfunción eréctil.

Por último, la heroína (sustancia depresora como el alcohol pero de alto poder adictivo), genera sedación, con picos de excitación, alucinaciones agradables o terroríficas, hipotermia y alteraciones hepáticas, digestivas o renales. Su uso crónico por vía intravenosa genera flebitis, endocarditis con afectación de la válvula tricúspide del corazón y el uso de compartido de jeringas, puede disparar las tasas de enfermedades como las hepatitis o el VIH / sida.

Toda persona que en su autonomía consuma sustancias psicoactivas―legales o ilegales―, puede estar sujeta a diferentes grados de dependencia física o psicológica. Por lo mismo, no toda adicción requerirá tratamiento médico, como también es cierto que el consumo experimental puede llevar a sobredosis o a intoxicaciones que requieran intervención clínica.

Lo que el legislador no considera es que la prevención del consumo ―al igual que la prevención del tabaquismo―, recae en sectores diferentes al sector salud y que contempla acciones como la prohibición de publicidad, establecer límites  a los canales de comercialización, tasas de impuestos y otras formas de regulación a cultivadores, productores y consumidores. Allí, en términos éticos y  de salud pública, sí que siempre hace falta una buena orientación médica.

Desde el Derecho
Sobre políticas integrales y mafias incontrolables
Por: David Gómez,
Estudiante de Derecho de la PUJ

La tradicional forma de lucha contra las drogas, que hoy se consideran ilícitas, no ha dado resultado. Durante años se ha atacado dicho problema por medio de la prohibición total de la venta, comercialización, producción, distribución y parcialmente el consumo, pero no se han logrado los resultados esperados. El consumo crece o no se minimiza y las mafias no han desaparecido. La solución propuesta es la legalización del consumo y del mercado. Sin embargo, eso trae consigo varios problemas que tocan principalmente dos puntos. El primero es el consumo y el segundo es el que tiene que ver con las mafias y sus actuaciones criminales.

La lucha contra las drogas debe atacar los susodichos puntos, para que el fin que busca la legalización pueda ser eficaz.  Del resultado de la legalización del consumo, venta, comercialización, distribución y cultivo de drogas puede que el consumo se aumente o se mantenga estable, si se logra una reducción en los precios de éstas. Pero como consecuencia de la legalización, es muy posible que se incremente, lo cual será un problema de salud pública mayor al que actualmente existe. Por este motivo una ley de legalización de drogas debe ir acompañada de normas y en general de todo tipo de políticas públicas fuertes, encaminadas a buscar la disminución del consumo. No podemos permitir que se promocione o se haga propaganda que estimule el consumo de drogas o se deje a su suerte a quienes son dependientes de ellas.  En cuanto a las mafias, el problema no se acabará simplemente legalizando la droga a nivel nacional, porque como se sabe este es un problema global, y a un problema global se necesita dar soluciones globales. Por esta razón, la legalización debe ser un proceso transnacional. Se sabe que el mercado de drogas ilícitas más grande es el internacional, por lo que a las mafias les interesa más exportar que vender a nivel nacional. Si es legal producir drogas en Colombia a nivel nacional y no a nivel internacional, las mafias seguirán vivas y sus actuaciones criminales continuarán no solo a nivel internacional, sino a nivel interno por el control del negocio. Así las cosas, la comercialización, producción, distribución y venta de drogas, no puede convertirse en un negocio en el que el sector privado pueda intervenir para enriquecerse, aplicando estrategias de mercadeo y publicidad como si se tratase de cualquier otro negocio.

De lo anterior, se colige que el Estado entonces debe tomar un control muy riguroso y restrictivo sobre el mercado de las drogas, porque no se debe ver como un negocio, sino como una medida de salud pública que busca sanar el problema de la adicción y el problema de la seguridad y orden público. El mercado de las drogas debe ser muy limitado, para que el Estado no logre efectos contrarios a los deseados y pueda cumplir con sus fines de mantenimiento del orden público y garantía efectiva de los derechos, en especial los de los niños y adolescentes.


Desde la economía y las ciencias administrativas
Hablando de negocios y mercados lucrativos

Por: Mateo Quimbayo F.
Estudiante de Administración de la Universidad de los Andes

La lucha contra las drogas que ha liderado Estados Unidos en las últimas décadas ha consistido, en su mayoría, en una lucha sin cuartel hacia los productores y distribuidores de drogas, con la fumigación y erradicación de cultivos, y la desmantelación de los grandes carteles asociados con la producción. En otras palabras, se ha atacado la oferta del mercado pero no se ha hecho mayor avance por el lado de la demanda. Y ante la inelasticidad de a demanda de droga por parte de sus consumidores –dada la ausencia de productos sustitutos, el aumento en los precios no tiene mayor efecto sobre la demanda manteniéndose constante- se está generando un sistema de incentivos que hace cada vez más difícil atacar efectivamente el mercado.

Por un lado, al ser ilegal y cada vez más difícil de producir, hace que el producto se convierta en un bien escaso, y por lo tanto un bien caro –es por esto que el mercado es tan lucrativo-, y como los consumidores no responden a ese cambio, siempre habrá incentivos para que los individuos continúen con la producción y, a pesar del riesgo, continúen el desarrollo de técnicas cada vez más sofisticadas de evasión. Por lo tanto, yo creo que hay que legalizar las drogas tan pronto como sea posible. El problema del narcotráfico es que es tan rentable que siempre alguien continuará la producción. Y al legalizarlo, el producto dejaría de ser escaso,  bajaría de precio, y eliminaría los incentivos existentes para que este fenómeno siguiera desarrollándose en esas magnitudes. Los problemas sociales asociados al consumo de drogas son evidentes, pero no creo que sean más graves que la violencia que hemos vivido en las últimas tres décadas. La despenalización del licor en Estados Unidos a principio del siglo XX es un simple ejemplo de ello.

No obstante, el problema que yo veo no es de voluntad sino de conveniencia. Hay que recordar que el presidente Obama está en compaña, y no se va exponer a abordar esos temas y ser atacado por sus contrapartes Republicanos. Por haber venido a Cartagena –y ampliado el tiempo de la visa americana- ya se ganó el voto latino en EE.UU, y eso es todo lo que le importa en el momento.


 Desde el psicoanálisis
Consideraciones presuntamente psicoanalíticas para el debate en torno a la legalización de las drogas en Colombia

Por: Daniel E. Florez Muñoz
Escritor cartagenero, adscrito al programa de Derecho de la Fundación Universitaria Colombo Internacional

Una de las principales diferencias entre la psicología y el psicoanálisis es precisamente la idea que permite a la primera la asociación entre lo que es la realidad con aquello que es lo empíricamente dado, es decir para la psicología la realidad es la positividad misma. El psicoanálisis por su parte supone otro tipo de entendimiento de lo que la realidad es, para éste la realidad se articula a partir de la idea de “Fantasma”. Esta categoría permite una redefinición radical de la forma en la que se pueden entender los problemas sociales e individuales. Un problemática evidente como el ¿Por qué legalizar o no el uso de drogas? Desde la perspectiva analítica abierta por el fantasma debería ser redefinido, dando lugar a una pregunta donde, por ejemplo, se tenga en consideración que cuando hablamos de Drogas, realmente nos referimos a un tipo especifico de subjetividad la cual a partir de la prohibición de la Drogas queremos negar sin negarla. La pregunta que debería por lo menos abrir un primer debate es ¿Por qué supeditar un tipo de subjetividad (drogadicto) a un proceso de rotulación y etiquetamiento? ¿Qué es lo que la sociedad encuentra en la sola existencia del denominado drogadicto (toxicómano) que considera agresivo o violatoria a su estructura de valores? Y quizá la más importante, ¿Cuáles son las condiciones de posibilidad de un sentimiento de agresión de esa naturaleza? En mi concepto, lo que funda el temor (odio/envidia) que lleva a un determinado grupo social a incluir y someter a otros partir de la reinscripción de la ley sobre determinados cuerpos, es la consciencia de un goce al cual el otro tiene acceso por fuera de las coordenadas del Goce Fálico. Estamos ante un tipo de goce, que al evadir las mediaciones sociales genera la ilusión de una satisfacción absoluta lo cual en últimas representa la muerte misma. Es este hecho el que posibilita una mirada social cargada envidia y ansiedad, la cual es traducida al interior de una sociedad como la colombiana que se encuentra privada de cánones simbólicos que permiten el pleno desarrollo de la dimensión pacificadora del significante, en procesos de incorporación heterotópica y mecanismos disciplinarios orientados por el afán de homogeneizar a aquel que se ha permitido salirse de los canales socialmente establecidos para gozar. No es de extrañar el carácter de “Anónimos” de buena parte de los grupos de autoayuda, así como el permanente énfasis en la denominada instancia de “recaída” la cual es proyectada como una segunda muerte para el que se encuentra en proceso de desintoxicación. 

En relación a esto, nos comenta el profesor Mario Duran, cómo en el momento en el que el denominado adicto se asoma a ese goce que no es sexual, que está en el límite del saber sobre la imposibilidad de la completud simbólica. Esto plantea para el psicoanálisis una perspectiva singular y es que se cuenta con aquello que nos dejó Freud que se llama la pulsión (trieb), con esa palabrita tan usada del significante y aquel lugar que nos contó Lacan parecido al del basurero. Al fin y al cabo los adjetivados "adictos" demandan amor como buscan droga, la confunden con el goce y no soportan la demanda dirigida al Otro. Eso es lo que se puede experimentar bajo los efectos de la transferencia, valiéndose de la función del analista como causa del deseo y del lazo que puede desarrollarse. Abrir la posibilidad de que el sujeto se deje de llenar de significantes y acceda a un saber como medio de goce, para poder entonces esperar que surja una demanda analítica.

Me parece fundamental resaltar una serie de elementos para tener en cuenta a la hora de realizar un debate de esta naturaleza, y es precisamente el hecho de que toda batalla por la definición de los marcos de la prohibición debe partir necesariamente de la realidad psíquica de aquellos sobre quienes recae la prohibición, es la realidad psíquica (realität) o lo que Freud denominaría Edipo, lo que remite a un determinado cuerpo de goce el cual define a partir de la inscripción del matema de la sexuación los principios referentes a la construcción del lazo social y por tanto a determinadas formas de acceder al goce. Es precisamente es cuerpo de goce el que soporta el “plus de goce” el cual se relaciona directamente con el fantasma. Vemos por lo tanto, como se origina una concatenación que va desde Edipo hasta el Fantasma que posibilita una determinada proclividad a ciertas demandas socialmente censuradas como formas casi que ineludibles de experimentar el goce. Es curioso, que el origen de nuestra realidad psíquica se encuentre precisamente es una prohibición (incesto), la cual es trasmitida y adoptada de forma lingüista bajo la estructura del mandato fundante del orden social. Este hecho, debe generar por lo menos dos consideraciones relevantes, la primera es que nuestra realidad psíquica se configura culturalmente a partir del ingreso del significante en nuestras vidas, y la segunda -que se desprende de la primera- es que no existe en lo absoluto nada de “natural” en el ser humano, todo queda condicionado a determinadas relaciones e inclusiones que dan sentido a nuestra realidad psíquica. El psicoanálisis es un anti-esencialismo radical, no parte de ningún contenido sustancial u ontología de lo humano, a lo máximo a lo que aspira es a dilucidar la estructura que subyace a los procesos de construcción de identidades y las condiciones de posibilidad del vínculo social. Finalmente, el problema de la Droga tampoco es extraño al estudio psicoanalítico, recordemos –tal como lo hace Fleischer– que ya el mismo Foucault cita las drogas como un ejemplo de desexualización del placer. Esta referencia aparecerá tanto más llamativa si se recuerda que Freud inventó el psicoanálisis precisamente sobre la base de una constatación del fracaso de la droga, concretamente la cocaína, panacea universal en la cual él había puesto muchas esperanzas. Este fracaso lo lleva a inventar otra tipo de medicina, superando el modelos de la mirada instaurado por Charcot, y que permite a Freud situar al médico de un modo cualitativamente distinto al de un sapiente, y por supuesto es el final del enfermo como simple portador de síntomas que no tendrían nada que ver con su decir y su historia. Este fracaso llevó a Freud hasta la invención de un método, lo que implicaba un cambio de discurso, ahora discurso analítico. El análisis, todo análisis, podría bien no tener lugar, en efecto, más que sobre la base de una forclusión de la droga. 



Desde la sociología

Repensar la legalización de la droga

Por: Tatiana Patricia Godoy Jiménez
Estudiante de sociología de la PUJ

El narcotráfico  en Colombia, no es un problema de legalización de drogas. La revisión tanto del problema de tierras, como de las relaciones de producción y  cotidianidad en el campo colombiano nos abriría un espectro más complejo sobre problemas de fondo que están más allá de la legalidad o no de la venta de drogas. A lo largo de la historia de Colombia, y no muy diferente a muchos de los países latinoamericanos, se ha consolidado algo que podríamos llamar ‘el facilismo económico’ ligado a relaciones de clientelismo que han consolidado diversas estructuras de poder, en las que el paternalismo sigue permeando decisiones económicas, políticas y sociales actuales. Es necesario entonces, reconsiderar una serie de políticas de impacto a mediano y largo plazo que acompañen tanto la redistribución de la tierra como las formas en las que las personas podrían participar de la economía generando mayor ingreso tanto para el núcleo familiar como para el país; el tema de la educación se hace importante, para enseñar diversas formas de tecnificación del campo, al igual que, generar cultivos alternos  con los cuales se reduzca el impacto de la plantación y se mantengan ciclos productivos estables sin generar problemas en las tierras y lo más importante, es que, estos procesos de aprendizaje garanticen posibilidades de desarrollo en el campo y no extensivas migraciones a las ciudades.

 Sin embargo, si esta fuera una solución posible en el corto plazo, se debe tener en cuenta la experiencia Argentina respecto a la agroindustria a principios del siglo XX,  por la que se logró un rápido crecimiento económico entre 1914 y 1930, que desembocó en un estancamiento de la economía, entre otras cosas por la concentración de tierra en pocas manos, lo que pocas veces se tiene en cuenta a la hora de poner en marcha alguna política pública en nuestro país.

Por ser un país en vías de desarrollo industrial, en segundo en desigualdad (después de Haiti), no se han alcanzado a solucionar, cuestiones referidas a la prestación de salud, seguridad y educación, por lo que queda por preguntarse si estamos preparados para asumir un cambio tan importante a nivel económico, político y social.

Los beneficios económicos para una y otra clase dirigente del país, serian también un tema a pensar para fomentar el debate. ¿Qué posibilidades existen de que esta clase terrateniente y gobernante, no se aproveche de la renta diferencial generada por la legalización de la droga, fomentando la desigualdad persistente en el país?

Es por ello, que este articulo, más que para fomentar una postura respecto al tema, invita a reconsiderar  el dilema desde diversas dimensiones, que tengan en cuenta no solo el impacto económico que beneficiaría a uno u otro sector, sino, como esta decisión se insertaría en la vida cotidiana del colombiano.  También invita a generar conocimiento a cerca de nuestro pasado como país y como parte de una serie de relaciones que van más allá de las netamente económicas, que se incluyen en un debate más amplio de economía capitalista en un mundo globalizado.


 Encuesta

Encuesta realizada a 100 estudiantes de la Facultad de Ciencias Jurídicas de la Pontificia Universidad Javeriana sobre la posible legalización de las tres sustancias más mencionadas en este debate







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