miércoles, 22 de febrero de 2012

A favor de la medida del “desarme”

Foto: Carolina Pastrana
A favor de la medida del “desarme”

 “A principio de este año, el Alcalde Mayor de Bogotá solicitó formalmente ante la Décimo Tercera Brigada del Ejército Nacional la suspensión temporal de los permisos otorgados para el porte de armas de fuego de la ciudad, con el propósito de evaluar el impacto que esta medida genera a favor de la reducción de los índices de criminalidad. Con el ánimo de coadyuvar la solicitud de la administración distrital y en virtud del principio constitucional de coordinación que debe existir entre las autoridades públicas y administrativas, se dispuso la suspensión de manera general del permiso para porte de armas, medida restrictiva que se ejecutará en la ciudad de Bogotá, mediante resolución número 001 de 2012 desde el primero de febrero de 2012 hasta el primero de mayo de este mismo año.” Brigadier general Luis Eduardo Martínez Guzmán, Comandante de la Policía Metropolitana de Bogotá.


En esta sección FORO JAVERIANO tuvo la oportunidad de conocer la opinión de dos personas que están a favor de esta medida.

 Como gallos peleando
Por: Andrés Caro
         Estudiante de Derecho y Literatura de la Universidad de los Andes

Curiosas sus caras, queridos lectores, y abiertos sus ojos por la sorpresa, cuando lean esto en su generoso foro. Dos estudiantes de “la competencia” como gallos peleando -bravos como ciudadanos con salvoconducto- por la propuesta de nuestro alcalde cordobés y de su secretario de gobierno pastuso de prohibir el porte legal de armas en Bogotá. Pero yo no conozco a la persona que escribe la otra columna –Los Andes también tiene muchos estudiantes- y no quiero pelear con él ni con nadie.

Yo tampoco escribo para defender una gestión de la que no he visto nada –en parte por el eterno escándalo de la derecha bogotana, suspendida entre los ánimos de la regeneración y el macartismo- y de la que, por lo demás, no espero mucho. Como decía mi abuelo: “piensa mal y acertarás”. Sin embargo sí quiero decir que me gusta más que Bogotá esté sin armados salvoconductados, que no quiere decir bienaconductados, ni decentes.

No voy a darles ningún argumento jurídico – ¡no esperarán que un uniandino se enfrente a los colosos jurisconsultos que educan con tanto éxito los jesuitas!-, ni voy a citar a la Corte Constitucional. Simplemente voy a opinar.

Voy a recurrir, eso sí, a la idea tragicómica y literaria del contrato social del par de ingleses y del señor Rousseau. Que se me permita una mentira: tenemos Estado, y éste nació con un contrato del que todos somos parte (parte obediente, o díscola y disipada, no importa en esta parte de la exposición). Antes del Estado éramos hombres –con el perdón de las siempre acertad@s feminist@s-, y ahora, en esta etapa post-contractual, somos ciudadanos. Para Hobbes y Locke hemos hecho al Estado para que no nos matemos, en un caso, y en el otro para que éste tenga el “derecho de defensa” de todos los ciudadanos. Hacemos al Estado, parimos a esta persona artificial, para que tenga guardados los machetes y sólo los afile cuando sea realmente necesario.

No me gusta andar por la calle y que mi vecino –somos vecinos mucho antes que compatriotas- esté armado; no quiero que si me estrello con él, tenga a la mano una pistola; no quiero, tampoco, que durante un trance etílico de los que acometemos con tanta frecuencia los seres humanos mi vecino coja su “treintaiocho Smith & Wesson del especial” y celebre la noche disparándole a las nubes; no quiero que mi vecino encuentre a su esposa con su vecino y decida cambiarse el estado civil a disparos; tampoco quiero que si un señor se mete a la tienda de mi vecino para robarlo, él empelogote los aguacates con las tripas del ladrón… Y es que no hemos creado al Estado para que no vuelva a haber crímenes –esa no es su empresa, por ahora-, sino para que castigue a los infractores y reparta las oportunidades. Hemos parido al Estado para que sean sus manos ficticias las que impartan justicia y hagan derecho, para que los ciudadanos no nos venguemos los unos a los otros.

Que Colombia sea un país con violencia no justifica que nos armemos para prevenir los delitos, porque lo que sucede después del hecho no puede prevenirlo. Estar armado no asegura que un robo no suceda, pero sí hace probable un tiroteo. Sin embargo, el argumento de la defensa personal sí es completo pero siempre problemático, por lo desproporcionado que resulta eso de responder con balazos a los cuchillos y con muerte a los atracos. La defensa personal como argumento para andar armado es egoísta y sólo piensa en el yo que anda con el revólver… Que Colombia sea un país con violencia no justifica –no quiero pensar que pueda justificar- este tipo de violencia tan particular que es la del individuo que se arma para protegerse de su vecino. Las implicaciones de este discurso de autodefensa son bastante conocidas en Colombia. Ya hemos visto en lo que desemboca un país cuyo ordenamiento jurídico le da un espacio, aunque pequeño, a la autodefensa. Y es que la violencia preserva la violencia, la replica, la prolonga, la hace más fuerte. El primer paso para contener la violencia es renunciar a ser violento. Debemos predicar, ejemplarmente, la no violencia, y un vecino armado es, siempre, un hombre capaz de servirse de la violencia. Esta prueba de tres meses de Bogotá sin armas no la podemos entender como un atadura a los ciudadanos “de bien” que se preocupan por la seguridad. Puede ser, si así lo queremos leer, una muestra más de que queremos superar el hilo de sangre que, de una manera u otra, nos persigue a todos. Desprenderse del hado violento es decirle adiós a las armas.
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Opinión del Teniente Emerson Aguilar Bustamante (Oficina de Comunicaciones Estratégicas de la Policía Metropolitana de Bogotá)

FORO JAVERIANO: ¿Cómo se aplicará la medida?

Teniente Emerson Aguilar: La restricción del porte de armas incluye la ciudad de Bogotá y 21 municipios del departamento de Cundinamarca y está regida por el decreto ley 2535. A quien incumpla la norma podrá abocarse el decomiso definitivo del arma por parte de las autoridades que usualmente han sido designadas para adelantar ese tipo de inspecciones como la  Policía Nacional y el Ejército. La resolución incluye una serie de excepciones que deberán ser tenidas en cuenta, entre las cuales se encuentran las compañías de seguridad debidamente acreditados, cuerpo diplomático o que adelanten acciones relacionadas con tiro deportivo, así como miembros de la Fuerzas Armadas en actividad o que pertenezcan a la reserva estarán exentos de acatar la norma.

Estarán también exentos de cumplir con la norma los miembros de los diferentes organismos de seguridad del Estado, ministros, viceministros y funcionarios directivos de nivel central, así como magistrados, jueces, fiscales, congresistas secretarios de comisión del Congreso y miembros del Cuerpo Técnico de Investigaciones (CTI) de la Fiscalía General de la Nación que estén en uso de sus funciones.

F.J: ¿Por qué se toma la medida?

E.A: La concepción básica y fundamental  del uso y empleo de las  armas de fuego a través de la historia lo ha constituido el afán del ser humano de demostrar su superioridad en unos casos en otros tal vez pueda abocarse a una necesidad de protección, la cual cuando se analiza bajo su conceptualización en las sociedades democráticas debería entonces tenerse en cuenta las siguientes conjeturas: ¿Para qué un arma? ¿Qué se pretende hacer con ella? ¿Qué esperar de la misma?   ¿Qué ocurrirá con el arma? ¿Dónde y cuándo se empleará?

Analizar estos cuestionamientos iniciales y evaluar sus consecuentes respuestas, es tarea no sólo de la Policía Nacional, incluye de forma participativa y protagónica a todos los sectores sociales en todos sus niveles, pues, para nadie es desconocido que muchos ciudadanos quieren acceder a un arma de fuego o quedarse con la que tienen, bajo el supuesto de que así aumentarán su seguridad y posibilidades de autoprotección.

F.J: ¿Cree usted que la medida adoptada arrojará buenos resultados para la ciudad?

E.A: No vacilamos al afirmar que la presente saturación de armas de fuego, no sólo en Bogotá sino en el país, bajo una perspectiva holística,  requiere de verdaderas medias que limiten y regulen de forma efectiva la compra, uso y porte de este tipo de artefactos, pero no bajo el reflejo situacional de medida restrictiva, impositiva e inquisitiva dirigida en este caso especifico, a disminuir los índices de criminalidad, como podría llegar a creerse frente a los delitos de alto impacto como el homicidio o sólo a limitarse al control sobre las armas de fuego legales y su paso a la ilegalidad y su uso indebido como lo determina la resolución número 001. Este tipo de nuevos escenarios deben necesariamente ser asumidos como verdaderos espacios de generación de cultura y pedagogía por la vida, herramientas jurídicas aplicables y materializadas en medidas policiales de hecho deberán trascender el papel que las faculta para constituirse en garantes de consciencias  comunes y corrientes, naturales e incuestionables en el paisaje social del cual las armas de fuego no pueden continuar adornando sus contornos normalmente percibidos.

La principal lección, evidenciada bajo la siguiente premisa: “Armas de fuego: ¿protección o riesgo?”, debemos y podemos construir la seguridad con argumentos fehacientes, convincentes, con la razón y visión de sociedades donde la cultura de armas está superada. 

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