viernes, 21 de octubre de 2011

El voto en blanco también es candidato

Por: Sebastián Zuleta H.


Politólogo y estudiante de la Facultad de Ciencias Jurídicas

En las democracias contemporáneas hay cuatro mecanismos fundamentales para la toma de decisiones: el voto, el proceso legislativo, los procesos judiciales y la función administrativa del poder público. En Colombia, estos mecanismos han tenido un desarrollo disímil, especialmente por el dinamismo (más no eficacia) y la paranoia constante que caracterizan a la vida política nacional. En tan sólo 8 años, en el país se han aprobado tres reformas políticas, todas con el objetivo común de depurar y hacer más eficientes los procesos políticos y especialmente, los electorales.



Tradicionalmente, se ha recurrido al voto en blanco para demostrar el inconformismo de la ciudadanía frente a los candidatos que compiten en las contiendas electorales. La recientemente aprobada ley estatutaria 1475 de 2011, mejor conocida como Reforma Política, establece una serie de condiciones favorables para los grupos de interés que promueven el voto en blanco, a tal punto, que ante la Registraduría se inscribieron 58 movimientos promotores de esta iniciativa.

Sin embargo, como era previsible, las suspicacias alrededor de los movimientos promotores del voto en blanco no se han hecho esperar. La última reforma política estableció que a dichos promotores se les reconocerán, en lo que fuere pertinente, los derechos y garantías que la ley establece para las demás campañas electorales, incluida la reposición de gastos de campaña…”, esto significa que estos movimientos podrían hacerse de los recursos provenientes de la reposición de gastos por votos, que en buena medida, serán entregados por la decisión autónoma e independiente de algunos cuantos que en su calidad de ciudadanos, optan por votar en blanco.

Estas vicisitudes probablemente le restan legitimidad (al ya muy deslegitimado) voto en blanco y coadyuvan al incremento del voto castigo, donde se acude a votar por el candidato con menos opciones como estrategia para restarle votos al candidato que lidera la intención de voto de los ciudadanos. Lo que sí es cierto, es que las normas electorales vigentes continúan incluyendo al voto en blanco para establecer el umbral. Aunque se modifica el método de la repartición de curules reemplazando el cociente (o cuociente) electoral por el mecanismo de la cifra repartidora. Esta última fórmula asigna escaños de manera proporcional a la votación que hayan obtenido cada uno de los candidatos, sin incluir el voto en blanco.

A manera de conclusión, votar en blanco es una opción. Con la legislación electoral vigente el voto en blanco es un candidato. Si bien hay que estimular el voto en blanco, esto no puede ser sinónimo de lucro para algunos avivatos que pretenden instrumentalizarlo para impulsar sus propios intereses económicos. Si a usted no le convence ninguno de los candidatos y sus propuestas programáticas, y considera que el voto en blanco es necesario dentro de un régimen democrático como mecanismo de protesta e inconformismo, no lo dude, el voto en blanco es la opción. Además de fortalecer al maltrecho y deslegitimado sistema democrático colombiano, donde la mitad de la población apta para ejercer el derecho y el deber ciudadano al voto, no lo hace; el voto en blanco fortalecería la cultura política y democrática del país, y por qué no, la misma construcción de una ciudadanía real, efectiva y participativa, involucrada en la toma de las decisiones que más le conciernen.
En medio de la coyuntura electoral, han surgido nuevamente los cuestionamientos sobre la utilidad y validez del voto en blanco en el marco de una democracia como la colombiana. El artículo 258 de la Carta, tras la aprobación del Acto Legislativo N° 1 de 2009, prescribe que el voto es un derecho y un deber ciudadano, y a renglón seguido, establece que cuando los votos en blanco constituyan la mayoría del total de los votos válidos para asignar los cargos de elección popular, el proceso electoral debe repetirse por una sola vez. De acuerdo con la Misión de Observación Electoral (MOE), entre 1914 y 2010 el abstencionismo en Colombia ha tenido un promedio del 51.2%. Sin embargo, el caso bogotano es aún más llamativo; a pesar de que el censo electoral está conformado por cuatro millones y medio de ciudadanos, la participación en las últimas elecciones para la Alcaldía y el Concejo no supera el 48%. En este escenario, no debe sorprender que la última encuesta realizada por Ipsos-Napoleón Franco, muestre que los primeros tres candidatos compiten en un rango del 15% al 23% de la intención de voto. Por su parte, la indecisión en el voto alcanza el 16%, y por último, el voto en blanco sería la opción para el 9% de los encuestados.

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