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Más de 21 cosas en común
Autora: Camila Bermúdez
21
líderes sociales fueron asesinados en el primer mes del 2018. Muchos de ellos
recibieron amenazas durante años, pero nunca recibieron protección por parte de
la Unidad Nacional de Protección, a otros se la retiraron al cabo de un tiempo,
e incluso para algunos no hubo esquema de seguridad que pudiera contener la
inminencia de su muerte. 21 muertes que
resultan ajenas, tal vez demasiado, para muchos de nosotros, pero a mi parecer
nos conciernen más de lo que quisiéramos aceptar.
Yolanda
Maturana, lideresa ambiental que trabajaba en la frontera entre Risaralda y
Chocó fue asesinada en su propia casa el 1ro de febrero de 2018. El 27 de enero
fueron asesinados: Nixon Mutis, impulsor de la erradicación y sustitución de cultivos
ilícitos en la vereda de Chaparral, en Cantagallo, Bolívar; Temístocles
Machado, promotor de la restitución de tierras en Buenaventura y protector del
derecho de la comunidad al territorio; y Eleazar Tequia, miembro de la guardia
indígena, asesinado en la vía Quibdó – Medellín mientras en una Minga educativa
enseñaba la importancia de la educación gratuita, oportuna y con un enfoque
propio. El 23 de enero fue asesinado Fares
Caraabalí, gerente de la cooperativa de mineros de Buenos Aires, Cauca. Victor
Manuel Morato, líder comunitario que luchaba por el empoderamiento y protección
del campesinado, en el municipio de Yondo, Antioquia, zona de conflicto entre
paramilitares y ELN, fue asesinado el 17 de enero.
Ahora
bien, ¿qué podríamos tener en común nosotros, estudiantes de derecho de la
Pontificia Universidad Javeriana, con estos siete líderes sociales, asesinados
en menos de dos semanas? Yo diría que el amplio conocimiento sobre derechos
fundamentales y derechos humanos; reconocemos lo necesario que resulta velar
por un medio ambiente sano; tenemos conciencia de la importancia de la
propiedad, el título y modo, lo vital que es ejercerla lícitamente y los
mecanismos procesales para protegerla; entendemos la relevancia de la educación
como derecho, servicio y motor de cambio social; creemos en el derecho a la
libre asociación y la aplicación laboral del mismo; y lo estructural de la
máxima “no matarás” en cualquier Estado de derecho. Entonces, ¿qué nos
diferenciaría? que nosotros hemos leído, memorizado y estudiado decenas de
lecturas, sentencias y artículos, mientras que ellos han aprendido
empíricamente; y que la forma en la que defendemos nuestros derechos no nos
cuesta la vida, sino simplemente revisar el código.
En ese
sentido, ¿qué pasaría si nosotros, estudiantes de derecho de la Pontificia
Universidad Javeriana, le pusiéramos rostros, nombres y causas a todo eso que
hemos aprendido semestre tras semestre?, ¿qué pasaría si no permitiéramos que
el asesinato de alguien que solo busca defender sus derechos siga pasando
desapercibido?, ¿qué pasaría si nos diéramos cuenta que tenemos el mismo anhelo
y que el derecho también les pertenece?, ¿qué pasaría si nos rehusáramos a permitir que
las balas sigan silenciando ideas?, ¿qué pasaría si nos negáramos a seguir con
un status quo de silencio, miedo e indiferencia?, ¿qué pasaría si dejáramos de
invisivilizar la muerte?, ¿qué pasaría si nos llenáramos de valentía como para
decir “ NO MÁS”?,
Bueno,
yo creo que nos dolería un poco menos esta realidad, esta historia escrita,
este país, y nos alegraría mucho más esta fuerza de la valentía, esta historia
por escribir y este país. Dejaríamos atrás la nostalgia de la Colombia que no
fue, para crear la que puede ser. Entenderíamos que más allá de todo el temor y
la desesperanza nos une la vida y el insaciable anhelo de paz y bienestar. Creo que encontraríamos la forma de
enfrentarnos al silencio de la muerte, hallando la manera de proyectar las
voces y las ideas cada vez más alto. Y lo más importante, empezaríamos a usar
el derecho como herramienta de transformación y justicia social, y así, un día,
el asesinato de los líderes y lideresas sociales dejarán de ser muertes
anunciadas.
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