La sanción de la SIC
Tras la histórica sanción de
la Superintendencia de Industria y Comercio a los ingenios azucareros, fuertes
oposiciones y extrañas alianzas se presentaron con el fin de deslegitimar y
criticar la sanción.
Autor: Juan Manuel Suárez M.
De antemano le informo a
usted, apreciado lector, que las siguientes líneas no analizarán la sanción al
sector azucarero, para tal fin existen otros espacios y otras personas más
adecuadas.
El 7 de octubre de 2015 la SIC le impuso una histórica
sanción a varios ingenios azucareros por violar el régimen de competencia al
obstruir las importaciones de azúcar hacia Colombia. Las reacciones no se
hicieron esperar, diferentes sectores de la sociedad salieron en defensa de los
azucareros. Los primeros gritos al cielo provinieron del Congreso. Extrañamente
no procedían de un determinado sector, sino que por el contrario se amalgamaron
todos los espectros políticos con el fin de deslegitimar la labor de cinco años
realizada por la SIC. Desde el humanista Robledo, pasando por el pacifista Roy,
hasta el prócer Uribe expusieron su inconformidad con la deschavetada del
Superintendente.
El debate y la crítica no están de ninguna manera errados ni
mucho menos proscritos en la democracia, a fin de cuentas el Congreso es el
espacio indicado por naturaleza para darle espacio a este tipo de discusiones.
El error ocurre cuando dentro de esos debates no se muestran los verdaderos
intereses que los motivan y cuando aquellos se realizan sobre bases que no
necesariamente se encuentran ciertamente estudiadas. Sus argumentos débiles y
vacíos hacen mella en la sociedad colombiana. Frases como “el Superintendente
no escuchó los argumentos de la defensa” o “esto no es más que una persecución
política de Santos”, no paran de resonar en el ámbito nacional. Es indignante
la forma en como cualquier congresista puede acusar en televisión nacional a
quien se le dé la gana sin argumentos de fondo y sin percibir ningún tipo de
consecuencias por sus actos. Todo esto con el fin de legitimar ante la sociedad
un debate de control político al Superintendente para que explique sus motivos
para sancionar a los azucareros, los cuales se encuentran expuestos en las 197
páginas de la Resolución.
A todo esto se suma la labor de RCN, quien se dedicó en las
emisiones posteriores a descalificar sistemáticamente el trabajo de la SIC.
Esto no estaría mal si con seriedad se marcará la línea muy fina que difiere
una editorial de una noticia. Por el contrario, el canal de la Organización
Ardila Lülle, no se detuvo en su afán de desprestigiar la sanción. Es necesario
acotar que dentro del mencionado grupo empresarial confluyen tres ingenios,
entre ellos INCAUCA, quien reportó los mayores ingresos operacionales del
sector en 2014. Estos actos de respaldo empresarial no estarían mal si se
hicieran en otro espacio, no en uno de los dos noticieros de mayor audiencia
del país. Naturalmente el móvil de acción de este medio era el de ejercer
presión social sobre la labor del Superintendente, lo cual ciertamente se
logró. Con el constante bombardeo informativo y con tergiversación de
información -como decir que Roy Barreras siendo médico y senador es un experto
en el tema- lograron en cuestión de segundos convertir a los colombianos en versados
en derecho de la competencia.
Es doloroso conocer que quienes sufrirán las consecuencias de este
ir y venir serán los trabajadores y no las empresas que violentaron el régimen
de competencia. Apenas se publicó la sanción, ASOCAÑA informó que se ponen en
riesgo más de 100 mil empleos directos en la región, lo cual por supuesto
generó la réplica de los sectores sindicales y de trabajadores quienes
amenazaron con bloquear la entrada a Cali. El sentido de este pronunciamiento
es desviar la atención sobre la grave situación de informalidad en la actividad
y presionar incluso más al Gobierno que promete empleo y equidad. Me pregunto,
por qué ninguno de nuestros preocupados congresistas ha pegado un grito al cielo
por la informalidad que se vive en la zona.
Si los consumidores seguimos siendo bombardeados política y
mediáticamente, con el fin de desviar nuestra presión y atención sobre lo que
verdaderamente nos está afectando, seguiremos teniendo en Colombia carteles; ya
no de droga, pero si de azucareros, cuadernos y pañales.
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