martes, 17 de noviembre de 2015

Una ingeniosa reacción

La sanción de la SIC



Tras la histórica sanción de la Superintendencia de Industria y Comercio a los ingenios azucareros, fuertes oposiciones y extrañas alianzas se presentaron con el fin de deslegitimar y criticar la sanción.

Autor: Juan Manuel Suárez M.

            De antemano le informo a usted, apreciado lector, que las siguientes líneas no analizarán la sanción al sector azucarero, para tal fin existen otros espacios y otras personas más adecuadas.

         El 7 de octubre de 2015 la SIC le impuso una histórica sanción a varios ingenios azucareros por violar el régimen de competencia al obstruir las importaciones de azúcar hacia Colombia. Las reacciones no se hicieron esperar, diferentes sectores de la sociedad salieron en defensa de los azucareros. Los primeros gritos al cielo provinieron del Congreso. Extrañamente no procedían de un determinado sector, sino que por el contrario se amalgamaron todos los espectros políticos con el fin de deslegitimar la labor de cinco años realizada por la SIC. Desde el humanista Robledo, pasando por el pacifista Roy, hasta el prócer Uribe expusieron su inconformidad con la deschavetada del Superintendente.

         El debate y la crítica no están de ninguna manera errados ni mucho menos proscritos en la democracia, a fin de cuentas el Congreso es el espacio indicado por naturaleza para darle espacio a este tipo de discusiones. El error ocurre cuando dentro de esos debates no se muestran los verdaderos intereses que los motivan y cuando aquellos se realizan sobre bases que no necesariamente se encuentran ciertamente estudiadas. Sus argumentos débiles y vacíos hacen mella en la sociedad colombiana. Frases como “el Superintendente no escuchó los argumentos de la defensa” o “esto no es más que una persecución política de Santos”, no paran de resonar en el ámbito nacional. Es indignante la forma en como cualquier congresista puede acusar en televisión nacional a quien se le dé la gana sin argumentos de fondo y sin percibir ningún tipo de consecuencias por sus actos. Todo esto con el fin de legitimar ante la sociedad un debate de control político al Superintendente para que explique sus motivos para sancionar a los azucareros, los cuales se encuentran expuestos en las 197 páginas de la Resolución. 

         A todo esto se suma la labor de RCN, quien se dedicó en las emisiones posteriores a descalificar sistemáticamente el trabajo de la SIC. Esto no estaría mal si con seriedad se marcará la línea muy fina que difiere una editorial de una noticia. Por el contrario, el canal de la Organización Ardila Lülle, no se detuvo en su afán de desprestigiar la sanción. Es necesario acotar que dentro del mencionado grupo empresarial confluyen tres ingenios, entre ellos INCAUCA, quien reportó los mayores ingresos operacionales del sector en 2014. Estos actos de respaldo empresarial no estarían mal si se hicieran en otro espacio, no en uno de los dos noticieros de mayor audiencia del país. Naturalmente el móvil de acción de este medio era el de ejercer presión social sobre la labor del Superintendente, lo cual ciertamente se logró. Con el constante bombardeo informativo y con tergiversación de información -como decir que Roy Barreras siendo médico y senador es un experto en el tema- lograron en cuestión de segundos convertir a los colombianos en versados en derecho de la competencia.

Es doloroso conocer que quienes sufrirán las consecuencias de este ir y venir serán los trabajadores y no las empresas que violentaron el régimen de competencia. Apenas se publicó la sanción, ASOCAÑA informó que se ponen en riesgo más de 100 mil empleos directos en la región, lo cual por supuesto generó la réplica de los sectores sindicales y de trabajadores quienes amenazaron con bloquear la entrada a Cali. El sentido de este pronunciamiento es desviar la atención sobre la grave situación de informalidad en la actividad y presionar incluso más al Gobierno que promete empleo y equidad. Me pregunto, por qué ninguno de nuestros preocupados congresistas ha pegado un grito al cielo por la informalidad que se vive en la zona.


         Si los consumidores seguimos siendo bombardeados política y mediáticamente, con el fin de desviar nuestra presión y atención sobre lo que verdaderamente nos está afectando, seguiremos teniendo en Colombia carteles; ya no de droga, pero si de azucareros, cuadernos y pañales.

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