miércoles, 18 de septiembre de 2013

La Individualidad del Abogado Javeriano



Por: Luz Juanita Valencia

En la edición pasada, se escribió un artículo donde de manera valiente un estudiante aprovechó el espacio que ofrece Foro Javeriano para sentar una opinión. “En defensa del Formalismo” generó polémica al interior de la facultad, y tal vez en el fondo ese haya sido su éxito. En esta oportunidad quisiera cerrar el debate o, si se prefiere, continuarlo, desde mi opinión personal de lo que es ser un Abogado Javeriano.

Sin perjuicio del respeto que se merecen quienes tienen la convicción de que el apego y la observancia estricta a las formalidades constituyen uno de los rasgos salientes y característicos no sólo de los estudiantes sino también del profesorado javeriano, quisiera rescatar algunas expresiones, que considero, se pueden prestar para equívocos y malinterpretaciones como los son “pedigree javeriano” y  que la universidad es una tijera que nos impone un “patrón de conducta y porte”, ya que se trata de expresiones que si bien entiendo de dónde provienen, en definitiva, no comparto.

Cierto es, que la Universidad es una escuela de pensamiento a través de la cual se busca instruir a los estudiantes en conocimientos superiores y especializados según las preferencias y habilidades individuales.  De manera que la Universidad Javeriana, y en particular la Facultad de Derecho, nos hace a todos iguales bajo la perspectiva de que compartimos el gusto por esta ciencia humanística y creemos en su importancia social, pero de ninguna manera es posible advertir que nuestro ingreso a la universidad implique insertarnos en un proceso de homogenización que desconozca la individualidad y la complejidad del “ser” y “existir” de cada estudiante y miembro de la facultad; pues antes que todo, somos individuos con gustos e intereses de todo tipo, y la bondad de la universidad consiste en la posibilidad de explorar nuevas facetas conforme nos vamos formando como abogados. El abogado javeriano por tanto debe contar con la tranquilidad de poder expresar de manera libre los frutos de esas vivencias y experiencias personales que se pueden manifestar desde la forma en la que entiende e interpreta el derecho, hasta la manera como se presenta a clase. Y es que rayaría en la ironía que en una facultad de derecho no se promueva ni respete el tan discutido, y en ocasiones abusado, derecho al libre desarrollo de la personalidad.

Por supuesto que hay formalismos que por condiciones de tiempo, modo y lugar deben respetarse, pero una universidad, cuyo fin es la creación y transmisión de conocimiento, no debe aferrarse a éstos en el día a día, pues el conocimiento es tan diverso, como diversas son las formas de compartirlo. De manera que tampoco considero que nos sea dable como estudiantes exigir que los profesores se vistan de corbata para poder dictar una clase decente, propia de una universidad como la nuestra, en vista de que la presentación no está en la ropa sino en la presencia del orador. No importa, entonces, si el profesor llega vestido con una camisa  contramarcada con sus iniciales o en jeans y converse, lo que realmente nos debe importar como estudiantes es su presencia escénica en la clase, la forma como se dirige al curso  y el dominio que tiene sobre el contenido de su materia.  

Así las cosas, el Abogado Javeriano es por tanto un individuo interdisciplinario imposible de reducir a un perfil, sin perjuicio de que pueda reconocerse por su amor hacia el derecho, e incluso sentirse identificado por pequeñeces que parecen ser irrelevantes pero que marcan nuestro paso por la universidad, y que nadie, ajeno a esta institución, podría comprender, como lo son, por ejemplo, el esfuerzo de los profesores por aprenderse los nombres de sus estudiantes a pesar de tener a más de 50 estudiantes inscritos en su materia, el compromiso que éstos asumen por formar no sólo buenos abogados sino excelentes seres humanos o, para citar al Ingeniero Cuartas, para hacer de nosotros, “no los mejores del mundo sino los mejores para el mundo”,  la regla de que la primera clase no se dicta y la última no se recibe, la cual defendemos a capa y espada a pesar de la renuencia de algunos profesores por honrar esta tradición, la imposibilidad de dar un uso útil a los huecos en la facultad, la importancia del ENANOCAPADO en derecho civil-personas y la convicción de que sin Henry la facultad no sería la misma; todo esto, repito, detalles que no se aprenden de las formas sino de la experiencia.  


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