miércoles, 24 de agosto de 2011

Homenaje a Augusto Ramírez Ocampo

Una huella de Paz y de Justicia
Poco más de dos meses después de su muerte, FORO JAVERIANO quiere rendirle un sentido homenaje a Augusto Ramírez Ocampo. 77 años de extraordinarias vivencias y de trabajo insaciable por el país enmarcan la vida de “El gran canciller Colombiano”, un abogado Javeriano que tras un par de cejas pobladas dedicó su vida a creer y a luchar por la paz.
Por: Josemaría Medina De Arteaga
Tal vez la mejor manera de llevar a cabo la honrosa tarea de realizar un perfil póstumo de un hombre de la talla de Augusto Ramírez Ocampo, se fundamenta en no caer en el rígido esquema del relato lineal-histórico de los hechos de su vida; por el contrario, la mejor forma de contemplar el legado de todo hombre que deja una huella es a través de las decisiones que tomó en los momentos difíciles, de la manera que se mantuvo en pie durante la tormenta, de la forma, en que, como diría Shakespeare, supo manejar el rumbo de su destino frente a los pleamares de la vida. Comprendiendo esto, quienes observamos sus historias en el presente adquirimos herramientas para afrontar de una manera más sólida los difíciles tiempos venideros, en cierta forma, siguiendo las huellas que nos dejaron, adquirimos las pistas para descifrar nuestro futuro y al hacer esto, de paso, le brindamos el más real y honesto homenaje a hombres como Augusto Ramírez Ocampo.


Siendo este el objetivo de este perfil, es necesario, en primer lugar, hablar de su experiencia como Alcalde Mayor de Bogotá en 1982. Este abogado fue alcalde en la época en la que a los alcaldes los nombraba el presidente de la República. Contando con escasos recursos, tuvo la imaginación y el ingenio de idear proyectos que hoy en día tienen una sorprendente vigencia en la realidad capitalina, como es el caso de la ciclo ruta, que en su momento se instituyó como una manera accesible y barata de promover la cultura deportiva y hoy en día es un símbolo de nuestra ciudad. Este proyecto fue un éxito y fue copiado por otros países ya que representaba un modelo interesante de la idea que se debía tener de “ciudad”. Asimismo, llevó a cabo la construcción de la planta de acueducto de Chingaza, con la cual, se aprovechaban las ventajas naturales del páramo para el aprovisionamiento de agua en la ciudad. Hoy en día, el 90% del agua que consumen los bogotanos, la cual, es completamente potable, proviene de esta planta. Así, se puede evidenciar uno de los grandes rasgos de Ramírez, su ingenio y visión para salirle al paso a la adversidad.

Gustavo Tobón Londoño, decano de la Facultad de ciencias económicas, administrativas y contables de la Pontificia Universidad Javeriana, amigo y compañero de oficina de Ramírez Ocampo por más de treinta años, recuerda cómo este reconocido abogado era muy consultado por políticos y figuras de otros países en una oficina en Teusaquillo, recuerda también que su amigo era una persona muy cordial y que tenía “una carcajada fácil y agradable” en medio de su semblante serio en el cual resaltaban sus gruesas cejas. Era una persona que disfrutaba mucho con las anécdotas y uno de sus planes favoritos era salir los fines de semana con su familia a una casa que tenía en el campo. Allá le encantaba caminar por los verdes prados y fue así como llegó a conocer a mucha gente de la región.

En 1983, como Canciller del Gobierno de Belisario Betancur le tocaría afrontar uno de los momentos más difíciles de la historia del continente americano, El Salvador, Nicaragua y Guatemala parecían irse a una guerra inminente, la polarización era extrema, una gran cantidad de armas se exportaban a la región y la guerra generalizada parecía evidenciar que estallaría en cualquier momento. Era esa la realidad, cuando, contra todo pronóstico y con una aptitud que, muchos en su momento denominaron quijotesca, este abogado javeriano en compañía de otros soñadores, lideró el Grupo de Contadora que, con destacado tacto en materia de relaciones internacionales, desarrolló estratégicas fórmulas de paz que evitaron la generalización del conflicto en Centroamérica. Cuántas muertes de inocentes se evitaron gracias a estas gestiones, es algo que nunca sabremos, pero lo cierto, es que en este momento de tormenta, los colombianos pudieron ver el principal rasgo de Ramírez, su lucha incasable por la paz. Aptitud que, no sólo, lo haría acreedor del Premio Príncipe de Asturias de Cooperación Iberoamericana, sino también, lo llevaría a ser, más adelante, el colombiano que más alto ha llegado en Naciones Unidas como secretario adjunto para América Latina en Nueva York. Recuerdan sus amigos que en su oficina, Ramírez Ocampo tenía en una urna un reconocimiento que le habían otorgado por su excelente desempeño en las labores de paz en Centroamérica, ese reconocimiento era, nada más y nada menos, que una mina quiebrapatas ya desactivada.

Pero sus servicios al país no concluirían ahí, en la década de los noventas llegaban ecos de cambio, ecos que en el oído de un conservador de las más firmes tradiciones como lo era Ramírez Ocampo, no podrían sonar muy bien, más sin embargo, tuvo la sensatez y la tolerancia para comprender que, en virtud de la unidad de la nación y la solidez de las instituciones, Colombia requería de estos cambios. Fue así como, no solamente como miembro de la Asamblea Nacional Constituyente, fue uno de los más entusiastas arquitectos de la Constitución de 1991, sino que, cuando, por un descuido de los secretarios, se perdió el texto del proyecto de la Constitución y la única forma de reconstruirla era a través de los recuerdos de los Constituyentes, su memoria fue, sorprendentemente, eficiente y clave para este cometido. Parecía llevar en las venas los principios de la Constitución. Con lo que, se puede ver, además de su gran cercanía con esa humana corriente del conservadurismo que apela a la dignidad humana y a la justicia social, como principios fundamentales, su incansable respeto y veneración por instituciones políticas como la democracia.

Sus más cercanos amigos recuerdan a Augusto como aquel compañero que se sentaba junto a ellos en los almuerzos para discutir cuál sería la próxima inversión que harían mientras que en una actitud muy saludable procuraba siempre cuidarse con la alimentación y por supuesto, hacer mucho ejercicio. Recuerdan también que este abogado era un expositor muy agradable y que era muy comprometido con todo lo que hacía, es por esto que era muy común que lo llamaran para dar conferencias aquí y en otras partes del mundo. Dicen sus amigos que, en compañía de Aníbal Fernández de Soto, Ramírez Ocampo creó un movimiento de jóvenes que se llamaba “la C azul” que buscaba, entre otras cosas, no quedarse con lo más conservador y paquidérmico del partido al que pertenecían, del partido Conservador. Aun así, él siempre hizo parte de este partido pero nunca fue de los más godos, él era un hombre muy actual que buscaba perseguir toda clase de libertades y siempre se empeñó en defender, sobretodo, la libertad de prensa.

El pasado 14 de Junio, una afección cardiaca puso fin a sus 77 años de vida después de un rutinario día de trabajo. Guillermo Fernández de Soto, uno de sus grandes amigos y su vice canciller durante dos años, no perdió la oportunidad, a través del sentido discurso que proclamó el día del entierro de quién él consideraba como “su padre”, para recordarlo como un Colombiano excepcional que dejó innumerables enseñanzas para el país.

A pesar de sus incontables triunfos en el ruedo político, ciertamente, sí resulta triste y lamentable que este hombre que tanto soñaba y que tanto trabajó por la paz, no haya podido tener el gusto de ver, el cese del conflicto colombiano. Es, entonces deber de nosotros, las generaciones del futuro, sobre todo las de Javerianos, por las que Augusto Ramírez Ocampo tanto trabajó en sus últimos días, desde su cargo de Director del Instituto de Derechos Humanos y Relaciones Internacionales (vinculado a la facultad de Ciencia Política de la PUJ), seguir su legado y luchar persistentemente por una paz duradera. Esa, sin tantas palabras, sería la manera más honesta y sincera para rendirle un sentido homenaje a este gran hombre.

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