jueves, 26 de mayo de 2011



Porque tenemos memoria, seguimos…

Contravía, no perdemos la capacidad de soñar

Colombia es un país que no ha mirado hacia atrás para comprender su historia. Por ello, en medio de la adversidad, surgió un programa periodístico que ha logrado trascender la inmediatez de la noticia para rescatar aquellos olvidados por la histeria mediática.

Por: Juan Pablo Morris

Productor Serie de Tv Contravía

www.contravia.tv

Recientemente leía en la revista SEMANA una excelente entrevista realizada por la periodista María Jimena Duzán al Dr. Carlos Angulo, rector de la Universidad de los Andes, en la cual el académico expresaba lo siguiente acerca de la corrupción en el país: “Preocupa que los protagonistas de los escándalos de corrupción provengan de las mejores universidades”.

Luego de 8 años al aire y más de 200 capítulos emitidos, una de las cosas que más me ha motivado e identificado con mi hermano desde cuando me solicitó que le colaborara en sacar adelante la serie de Tv “Contravía”, ha sido la convicción que desde los medios de comunicación podemos aportarle al público, y en especial a los jóvenes, elementos de juicio necesarios para la construcción de una cultura ética basada en el respeto a los derechos humanos, la tolerancia por el disenso, la paz, la justicia social y la democracia; un aporte fundamental para salir de la crisis ética de la que da cuenta el rector en la aludida entrevista.

Con apenas dos años de diferencia entre Hollman y yo, presenciamos desde el Colegio San Bartolomé y luego desde la Universidad Javeriana, cómo los líderes de entonces: Luis Carlos Galán, Carlos Pizarro, Jaime Pardo Leal, Bernardo Jaramillo Ossa, Jaime Garzón, Álvaro Gómez, Guillermo Cano y muchos otros, eran eliminados uno a uno por defender sus convicciones éticas, a manos de una cultura mafiosa que se abría paso bajo el postulado del “todo-vale”, y que luego, a galope, se camufló para aparecer como “autodefensas” frente a la amenaza guerrillera que desde años atrás buscaba imponer su discurso. Mientras tanto unos y otros incrementaban por miles el número de desplazados y el luctuoso ritual de las masacres.

Luego de este exterminio irreparable que acompañó nuestra vida universitaria y los primeros años como profesionales, en medio de una calma chicha, vimos ascender antiguos gestores de esta debacle para fungir como líderes políticos y, con audacia, autoproclamarse “salvadores”, que predicaban optimistas el fin de la horrible noche mientras los medios replicaban sus informes sin mirar al pasado. En ese escenario el trabajo de la serie “Contravía” ha consistido precisamente en rescatar la memoria de ese pasado, aprender de ella, verificando la realidad de las víctimas, mirando en las regiones, dialogando con los desplazados, con los indígenas y siempre en contacto con el país.

La tarea no ha sido fácil. A muchos no les gusta mirar al pasado ni hacer memoria, y menos traer a la pantalla la realidad del conflicto armado más prolongado del continente, la cuarta desigualdad económica más grande del planeta y el poco optimismo ante la ética de los nuevos “mesías”. Esto nos trajo amenazas, persecuciones y el señalamiento manido de “aliado de terroristas”, en un fuego cruzado entre la delincuencia y funcionarios del gobierno de turno y ante el silencio de algunos medios que con optimismo y bienestar económico insistían en seguir adelante sin mirar al pasado. Con todo, nuestro periodismo persistió en la idea de restaurar la memoria y los valores que encarnan los Derechos Humanos, como eje para salir de la crisis ética y no repetir los errores del pasado.

Si bien este trabajo no consiguió durante este tiempo la simpatía del poder ni la venia de financiadores privados, sí nos ha generado las más grandes satisfacciones en el deber cumplido como formadores de opinión. Una variedad de distinciones de organizaciones independientes, tanto nacionales como internacionales, de carácter periodístico, académico y dedicadas a la defensa de los derechos humanos, así lo han considerado.

Una de las más significativas ocurrió el pasado 27 de abril, cuando el provincial de los Jesuitas, Padre Francisco De Roux, entregaba a mi hermano una carta donde las comunidades jesuitas honraban su presencia en la Universidad de Georgetown y de la cual rescato la siguiente aseveración: “Como jesuitas hemos hecho una preocupación primordial, formar a nuestros estudiantes para ser hombres y mujeres para los demás.” Sin duda alguna creo que esta filosofía marcó nuestra formación y la hemos proyectado para sostenernos durante estos años y para mantener nuestra capacidad de soñar.

Hoy, en medio de un brusco despertar, rodeados de escándalos que dan cuenta de un saqueo total del Estado, pero también con una sociedad más receptiva y reflexiva que a la vez se pregunta en qué momento la corrupción se tomó el país, hemos querido mantener la capacidad de soñar y proponerle a nuestra audiencia: estudiantes, profesores, empresarios y la sociedad en general; la posibilidad de hacerse dueños de esta serie de televisión, de acabar con la indiferencia frente a la levedad de los contenidos de algunos medios masivos y avalar la línea periodística que hemos trazado. Así, convertiremos a CONTRAVIA en el primer programa periodístico latinoamericano financiado por sus televidentes. Apelamos a una generación que no traga entero y que hoy, más conscientes de la experiencia reciente, exigen mayor información para entre todos construir una mejor democracia en Colombia.

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