Amistades rotas
Un barco frágil de papel
Foro Javeriano resalta dos insignes discusiones entre intelectuales cercanos que pasaron bruscamente al antagonismo, contrariando aquella canción de Alberto Cortez donde la amistad es un barco de papel que puede soportar la tempestad.
Autor: Alejandro Moreno
Autor: Alejandro Moreno
De las relaciones humanas probablemente la amistad sea la más subestimada de todas: no tiene mayor interés para las religiones ni hay códigos que se ocupen de sellarla o disolverla. Sin embargo, pocas infidelidades maritales son juzgadas con el rigor y severidad con la que se trata una traición entre amigos. Foro Javeriano recoge dos casos célebres sobre amistades que rápidamente se convirtieron en enemistades, con un estrépito e impacto mayor al de cualquier acta civil.
La polémica Sartre-Camus
Jean Paul Sartre y Albert Camus, figuras indiscutibles de la intelectualidad francesa del siglo pasado, se conocieron en 1943 en París, una ciudad entonces bajo plena ocupación nazi. Un año antes, cuando Camus publicó con meses de diferencia El extranjero y El mito de Sísifo, Sartre había recibido con entusiasmo ese díptico sobre el Absurdo, por lo que el terreno ya estaba abonado para una fecunda relación intelectual. La amistad se fraguó entre cafés y montajes de obras de teatro caseras, sesiones a las que asistían entre otros Picasso, Bataille o Lacan para hacerle el quite al toque de queda.
El totalitarismo estalinista empezó a poner a prueba a la intelectualidad de izquierda, perdiendo el apoyo de algunos frente al proyecto soviético y conservando una complicidad silenciosa de otros. En 1951 Camus publicó un ensayo al que le había dedicado una década de trabajo, El hombre rebelde fue recibido con entusiasmo e incomodó aquel sector que en sus declaraciones más osadas seguía siendo tímido con los gulags.
Sartre, quien dirigía junto a Simone de Beauvoir Les Temps Modernes, encargó a un colaborador de su séquito, Francis Jeanson, escribir una reseña sobre el libro de Camus. Jeanson catalogó El hombre rebelde como un «gran libro fracasado» y de «pseudohistoria», en una modesta reseña que ocupó veintiséis páginas de la revista de Sartre. Ante esto Camus, ser indiferente, tuvo la debilidad de responder a la crítica. Ignorando a Jeanson, envió una carta a quien hasta entonces había sido su amigo, refiriéndose a él simplemente como «Señor director», y defendiéndose de las críticas tergiversadas del reseñista. La respuesta de Sartre clausuró la disputa personal en la que Camus había convertido la reseña: «Nuestra amistad no era cosa fácil, pero he de lamentarla. Si usted la rompe hoy es sin duda porque debía quebrarse. Muchas cosas nos acercaban, pocas nos alejaban, pero este poco ya era demasiado…».
El fin del Boom
Antes de ser un proyecto de ventas, antes de ser un fenómeno comercial, el Boom Latinoamericano era un grupo de amigos. Eran jóvenes, ganaban todos los premios, y los traducían a todos los idiomas; pero también eran vecinos, colegas y compadres. Carmen Balcells, quien inventó el oficio de agente literario en nuestra lengua, los llevó a vivir a Barcelona para tenerlos cerca, concentrados, preocupados solo por escribir novelas.
Gabriel García Márquez y Mario Vargas Llosa se conocieron en el aeropuerto de Caracas cuando el peruano iba a recibir el Rómulo Gallegos en 1967. Según Vargas Llosa, para el momento en el que llegaron a Bogotá unos días después, ya sentía que eran «íntimos amigos».
Vivían a unos pocos pasos, García Márquez en la calle de Osi, y Vargas Llosa en la de Caponata, en el Sarriá de Barcelona. Mercedes Barcha era amiga de Patricia Llosa y las familias tenían una vida en común. Además de amistad, había admiración. El peruano dedicó dos años de su vida a escribir su tesis doctoral que llevaría por título García Márquez: historia de un deicidio, publicada en 1971.
Se ha especulado mucho sobre la ruptura de su amistad, y el consiguiente fin del Boom como grupo de amigos, pues cincuenta años después siguen siendo un tanque de oxígeno para las finanzas editoriales. La versión más facilista señala las diferencias sobre la revolución cubana por la que todo el grupo profesaba un entusiasmo común, pero que empezó a flaquear a partir del encarcelamiento del poeta Heriberto Padilla por orden del gobierno de la isla. Lo más probable, aunque nunca se tendrá certeza, es que en una breve separación, por la cual Vargas Llosa decidió hacer un viaje en barco hasta Lima, Patricia Llosa encontró más consuelo que el esperado en la casa de los García Barcha, en ausencia de Mercedes.
Y aunque las causas de la ruptura seguirán siendo inciertas, el final del Boom sí tiene fecha y lugar precisos. El 12 de febrero de 1976 en el Palacio de Bellas Artes de la Ciudad de México, García Márquez se lanzó a abrazar a Vargas Llosa, quién lo recibió con un puño que habría desplomado al coronel Aureliano Buendía. García Márquez murió casi cuarenta años después, sin volver a cruzar palabras con su antiguo vecino del Sarriá. Historia de un deicidio sería, por decisión del autor, privada para siempre de toda posibilidad de reimpresión.
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