Curiosamente, su
tesis no fue sobre derecho privado. Como en ese momento trabajaba en la
universidad, y debido a que en 1980 se había producido una reforma al régimen
de la educación superior en Colombia de gran trascendencia, Muñoz decidió
estudiar el aspecto legal de la instrucción universitaria. Su tesis, titulada “Bases
Jurídicas para una contrarreforma del régimen de la educación superior del
sector privado en Colombia” fue dirigida por su ilustre maestro, el doctor Suárez
Franco, por ese entonces Magistrado del Consejo de Estado, quien, vale anotar,
fue además el prologuista de la obra.
Paralelo a este
ejercicio profesional, continuó dictando su clase de contratos en pregrado y de
contratos mercantiles en la especialización de la facultad. Fue justamente en
las aulas de clase, en el año 1994, donde tuvo como alumna a su hoy esposa, la
abogada javeriana María Fernanda Alarcón Salvat, con quien tiene dos hijas,
Sofía, de trece años y Camila, de diez. Ahora bien, no hay que olvidar su participación
como docente en otras facultades como las de las universidades del Norte, la de
Caldas, la Sergio Arboleda y la de la Sabana. Precisamente en esta última,
durante un breve lapso en el que se vio obligado a retirarse de nuestra casa de
estudios, conoció a su actual socia, la doctora María Isabel Osorio, una
destacada alumna de su curso de obligaciones.
Hoy por hoy,
además de ejercer como profesional independiente, Muñoz es Conjuez de la Sección
Tercera del Consejo Estado y árbitro de la Cámara de Comercio de Bogotá. Sobre
su experiencia como Conjuez, destaca la inmensa responsabilidad que recae sobre
quien tiene la sublime labor de administrar justicia y sostiene que, aun cuando
tal tarea es muy delicada, también resulta tremendamente interesante y de un
impacto social increíble. Por otra parte,
señala que el hecho de que en algunos casos su rol sea el de abogado de parte y
en otros el de árbitro, le brinda la extraordinaria posibilidad de complementar
las dos visiones.
Agotado el mundo
jurídico en el que se desenvuelve este reconocido profesor de obligaciones, no
queda otro camino que ahondar en su ADN. Es entonces cuando salta a la vista su
pasión por los caballos, por el universo ecuestre en el que lo inició su padre.
Ciertamente, es el amor por estos animales lo que hace que casi todos los días
(de martes a domingo), a las seis de la mañana en punto, Muñoz monte, en el
Centro Ecuestre La Lomita, a Alaska, un caballo alemán, de raza Holsteiner con
el que ha ganado varias competencias y con el que se está preparando para
participar en los Juegos Bolivarianos que se llevarán a cabo en noviembre en
Lima. Ahora bien, antes de Alaska estuvo Arcano, un caballo, de origen mitad
alemán y mitad francés, comprado hace cerca de catorce años. Con él fue campeón
nacional en los cuatro niveles posibles y ganó varias veces la competencia FEI
WORLD DRESSAGE CHALLENGE. Aun cuando este caballo sigue siendo suyo, desde que
sufrió una lesión es Juan Carlos Uribe, su amigo y el profesor de equitación de
sus hijas, quien lo monta. Su más reciente adquisición es Dark Dancer, caballo Hannoveriano que, al momento de escribir estas
líneas, aún no había llegado a Colombia.
Con entusiasmo,
nuestro admirado maestro señala que lo mejor del adiestramiento, que es uno de
los deportes más difíciles que hay, es la desconexión que se produce con la
cotidianidad. Al montar “(…) no hay
pleitos, no hay problemas, no hay universidad, no hay términos que se vencen,
no hay nada (…)”. Destaca que el hecho de que este deporte sea con un ser vivo
lo hace único, pues el lazo que se crea con el caballo no lo puede llegar a
tener, por ejemplo, un tenista con su raqueta, por más de que ésta le guste.
Por último, aunque reconoce que su esposa no monta, pues tuvo un accidente
serio cuando era niña, afirma que el mundo familiar gira en gran medida en
torno a la equitación y cuenta que sus hijas montan, e incluso Sofía, la mayor,
ya lo hace algunas tardes entre semana.
Su familia, los
caballos y el derecho, es decir, la enseñanza y el ejercicio profesional constituyen, sin duda, los ejes fundamentales
de su vida. Eso sí, disfruta mucho de los huevos benedictinos de Perkins (la cadena de restaurantes
estadounidenses), de la posta con arroz con coco y plátanos pícaros (con Kola
Román) que hace su suegra barranquillera Carmen Salvat, de libros como “La
regla moral en las obligaciones civiles” de Georges Ripert o “El alma de la
toga” de Ángel Ossorio, y de la película The
sound of music, conocida en español como La Novicia Rebelde.
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