sábado, 10 de marzo de 2012

¿Revolución o censura?


¿Revolución o censura?

“You say you want a revolution/ We all want to change the world/ But when you talk about destruction/ Don’t you know that you can count me out.” Revolution, The Beatles.

Foto: Julián Pilonieta 
Por: Josemaría Medina

Nunca olvidaré el día en que el Presidente Alvaro Uribe, en medio de una fuerte polémica por la expedición de los decretos de emergencia social en salud del 2010,  accedió a venir a nuestra Facultad, a un debate organizado por Foro Javeriano a discutir sobre diversos temas del orden nacional. Ese día presencié el más radical contraste entre dos concepciones opuestas de una aptitud revolucionaria. El debate se realizaría en el auditorio Luis Carlos Galán y desde temprano, ya se empezaban a vislumbrar dos escenarios humanos. Afuera una selecta comitiva de recibimiento, con pancartas de protestas, máscaras, capuchas  y todo un compendio de improperios y cánticos, esperaba ansiosamente al Presidente para descargar su furia masiva sobre la figura tan odiada. Adentro del auditorio, un significativo número de estudiantes, en un silencio sepulcral esperábamos al primer mandatario con interés y curiosidad.

Por fin llegó el Presidente y se iba a presentar una escena que impactaría a toda la audiencia, dentro de los panelistas se encontraba una niña, compañera del consejo editorial del periódico y hoy en día, egresada de la facultad, tenía ojeras marcadas en el rostro y la acompañaba una inseparable carpeta que contenía todos los decretos de la emergencia social, la cual, la había acompañado las últimas noches de arduo estudio; tenía el deber de interrogar al Presidente sobre este polémico tema, entonces, se dio inicio al debate y pronto los asistentes del foro notamos la precisión con la que nuestra compañera, formulaba cada pregunta, el manejo impecable de la lengua castellana, la solidez jurídica de su argumentación y, sobre todo, el tono amable y respetuoso, en donde, no se veía el ánimo de ofender sino de ahondar en una problemática de la realidad nacional. El éxito fue contundente, puso a tambalear al pobre Ministro, al Viceministro, al propio Uribe; él tan hábil para evadir las preguntas difíciles, en lo que, más tarde sería una primicia de los principales medios de comunicación, tuvo que reconocer que el Gobierno había improvisado en la materia. Afuera todo era diferente, reinaba el caos y el desorden, el lenguaje vulgar y ofensivo era la principal voz y de pronto, en el clímax de la protesta, con un supremo derroche de materia gris y después de elaboradas elucubraciones  mentales, se pronunciaba la legendaria frase: “Uribe paraco”.  

Ese día me impresionó porque vi una revolución inteligente, algo que, en la actualidad, con los revolucionarios insignia del momento, poco o nada se ve, pero es un tema trascendental para toda sociedad, simplemente, porque implica llegar al cambio sin derramar toneladas de sangre. En la historia universal resulta muy curioso, como la Inglaterra del siglo XVII, sin caer en el caos y la época de terror que se vivió en la revolución francesa, pasó de la monarquía absoluta a una monarquía parlamentaria de un talante, avanzadamente liberal. La razón de este éxito radicó en el hecho de que los ingleses siempre han tenido un profundo respeto por las instituciones, a través de las cuales se va permeando el cambio, como el propio mar que, sin destruir su esencia, pasa de estar picado a estar calmo.

En nuestra Facultad hemos visto como, en los últimos años, se han conformado ciertos grupos de estudiantes revolucionarios o de espíritu crítico, realmente no son muchos, pero lo cierto es que, resulta claro y necesario que cuenten con todas las garantías para que expresen libremente sus opiniones, muchos, no estamos de acuerdo con sus ideas, tampoco nos parece inteligente pelearles y ponerles excesiva atención, pero es seguro que los defenderíamos con firmeza en caso en que viéramos limitada su libertad de expresión. Sin embargo, durante las famosas protestas por la reforma a la Ley 30, muchos estudiantes fuimos testigos y algunos víctimas de su actitud inquisidora. Es cierto que todos tenemos nuestras concepciones del mundo y de la vida, incluso, muchos creemos que tenemos la razón, pero lo que, bajo ningún punto resulta válido, es que atentemos contra la dignidad de los demás por pensar diferente, ese es el momento en el que la opinión se convierte en censura y se cae en esa zona de violencia que tanto daño le ha hecho a nuestro país. Colombia lleva muchas décadas en guerra y, en la mayoría de los casos, esto se debe más que a la divergencia ideológica, a la falta de tolerancia de la opinión ajena, es un acto de completa irresponsabilidad que las nuevas generaciones no paremos este ciclo de violencia, por eso, los estudiantes debemos repudiar las actitudes censuradoras de los grupos y conminarlos a que expresen sus concepciones revolucionarias de una manera más pacífica, más abierta y sobretodo, más inteligente.        


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