¿Revolución o censura?
“You say you want a revolution/ We all want to change the world/ But
when you talk about destruction/ Don’t you know that you can count me out.” Revolution, The Beatles.
Foto: Julián Pilonieta |
Por: Josemaría Medina
Nunca olvidaré el día en que el
Presidente Alvaro Uribe, en medio de una fuerte polémica por la expedición de
los decretos de emergencia social en salud del 2010, accedió a venir a nuestra Facultad, a un
debate organizado por Foro Javeriano a discutir sobre diversos temas del orden
nacional. Ese día presencié el más radical contraste entre dos concepciones
opuestas de una aptitud revolucionaria. El debate se realizaría en el auditorio
Luis Carlos Galán y desde temprano, ya se empezaban a vislumbrar dos escenarios
humanos. Afuera una selecta comitiva de recibimiento, con pancartas de
protestas, máscaras, capuchas y todo un
compendio de improperios y cánticos, esperaba ansiosamente al Presidente para
descargar su furia masiva sobre la figura tan odiada. Adentro del auditorio, un
significativo número de estudiantes, en un silencio sepulcral esperábamos al
primer mandatario con interés y curiosidad.
Por fin llegó el Presidente y se iba a
presentar una escena que impactaría a toda la audiencia, dentro de los
panelistas se encontraba una niña, compañera del consejo editorial del
periódico y hoy en día, egresada de la facultad, tenía ojeras marcadas en el
rostro y la acompañaba una inseparable carpeta que contenía todos los decretos
de la emergencia social, la cual, la había acompañado las últimas noches de
arduo estudio; tenía el deber de interrogar al Presidente sobre este polémico
tema, entonces, se dio inicio al debate y pronto los asistentes del foro
notamos la precisión con la que nuestra compañera, formulaba cada pregunta, el
manejo impecable de la lengua castellana, la solidez jurídica de su
argumentación y, sobre todo, el tono amable y respetuoso, en donde, no se veía
el ánimo de ofender sino de ahondar en una problemática de la realidad
nacional. El éxito fue contundente, puso a tambalear al pobre Ministro, al
Viceministro, al propio Uribe; él tan hábil para evadir las preguntas
difíciles, en lo que, más tarde sería una primicia de los principales medios de
comunicación, tuvo que reconocer que el Gobierno había improvisado en la
materia. Afuera todo era diferente, reinaba el caos y el desorden, el lenguaje
vulgar y ofensivo era la principal voz y de pronto, en el clímax de la
protesta, con un supremo derroche de materia gris y después de elaboradas
elucubraciones mentales, se pronunciaba
la legendaria frase: “Uribe paraco”.
Ese día me impresionó porque vi una
revolución inteligente, algo que, en la actualidad, con los revolucionarios
insignia del momento, poco o nada se ve, pero es un tema trascendental para
toda sociedad, simplemente, porque implica llegar al cambio sin derramar
toneladas de sangre. En la historia universal resulta muy curioso, como la
Inglaterra del siglo XVII, sin caer en el caos y la época de terror que se
vivió en la revolución francesa, pasó de la monarquía absoluta a una monarquía
parlamentaria de un talante, avanzadamente liberal. La razón de este éxito
radicó en el hecho de que los ingleses siempre han tenido un profundo respeto
por las instituciones, a través de las cuales se va permeando el cambio, como
el propio mar que, sin destruir su esencia, pasa de estar picado a estar calmo.
En nuestra Facultad hemos visto como, en
los últimos años, se han conformado ciertos grupos de estudiantes
revolucionarios o de espíritu crítico, realmente no son muchos, pero lo cierto
es que, resulta claro y necesario que cuenten con todas las garantías para que
expresen libremente sus opiniones, muchos, no estamos de acuerdo con sus ideas,
tampoco nos parece inteligente pelearles y ponerles excesiva atención, pero es
seguro que los defenderíamos con firmeza en caso en que viéramos limitada su
libertad de expresión. Sin embargo, durante las famosas protestas por la
reforma a la Ley 30, muchos estudiantes fuimos testigos y algunos víctimas de
su actitud inquisidora. Es cierto que todos tenemos nuestras concepciones del
mundo y de la vida, incluso, muchos creemos que tenemos la razón, pero lo que,
bajo ningún punto resulta válido, es que atentemos contra la dignidad de los
demás por pensar diferente, ese es el momento en el que la opinión se convierte
en censura y se cae en esa zona de violencia que tanto daño le ha hecho a
nuestro país. Colombia lleva muchas décadas en guerra y, en la mayoría de los
casos, esto se debe más que a la divergencia ideológica, a la falta de
tolerancia de la opinión ajena, es un acto de completa irresponsabilidad que
las nuevas generaciones no paremos este ciclo de violencia, por eso, los
estudiantes debemos repudiar las actitudes censuradoras de los grupos y
conminarlos a que expresen sus concepciones revolucionarias de una manera más
pacífica, más abierta y sobretodo, más inteligente.
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